lunes, 5 de agosto de 2013

El camino hacia una sociedad igualitaria


Principios y práctica
de la política matriarcal

 Heide Goettner-Abendroth

¿Por qué investigación matriarcal?
  
Llevo toda mi vida ocupada con el estudio de la forma social matriarcal en el presente y en el pasado y de esa manera me he convertido en la fundadora de la investigación moderna del matriarcado.[1] No se trata de un fenómeno exótico de poca importancia, al contrario: saca a la luz un conocimiento de modelos sociales, políticos y culturales no patriarcales, fundamentalmente igualitarios, conocimiento que necesitamos urgentemente en esta fase globalmente destructiva del patriarcado tardío. En su largo recorrido histórico y en los últimos ejemplos aún existentes hoy en día, los matriarcados han sido sociedades que han pasado sin dominación, sin jerarquía y sin operaciones guerreras en forma de matanzas organizadas. Especialmente no conocen la violencia contra mujeres y niños, de la que las sociedades patriarcales de toda la tierra están desbordadas.
La cultura social y espiritual de los matriarcados se basa en el principio de que la humanidad consta de Dos, dos sexos equivalentes. De esto los pensadores patriarcales están muy alejados, y por desgracia también los nuevos filósofos culturales. Ellos expresan ideas en nombre de toda la humanidad que, sin embargo, tienen sus orígenes en modelos de la vida y conceptos del mundo masculinos. De este modo la mujer es hecha invisible, pues el hombre, tácitamente o sin darse cuenta, se toma a sí mismo como la norma, mientras que ella aparece únicamente como una anomalía o bagatela añadida – si llega a ser mencionada.
Estos hechos y su comprensión como resultado de mi investigación me han alentado a continuar mi trabajo durante décadas, a pesar de todos los acosos que tengo que soportar a causa del tema. Fue la misma investigación la que, poco a poco,  me llevó a atribuir gran importancia, para nosotros hoy y en el futuro, al conocimiento de modelos sociales matriarcales.
La forma social matriarcal no es ninguna utopía abstracta, al contrario que muchos otros modelos sociales. Tales utopías nunca han funcionado en la historia humana. No obstante, la forma social matriarcal es una experiencia práctica que fue vivida durante los más largos espacios de tiempo de la historia cultural, y por eso forma parte del conjunto imprescindible de conocimientos culturales de la humanidad. En ella existen reglas muy concretas y detalladas sobre cómo se puede organizar la vida común de una manera orientada en las necesidades, pacífica y sin violencia, es decir humana. Estas reglas no son ningún producto ingenuamente natural, sino que representan una creación cultural consciente.
¿Qué es un matriarcado?

A continuación voy a fundamentar mis afirmaciones con la definición de la forma social matriarcal y su estructura fundamental, fruto de mi dedicación de por vida a este tema. Esta definición es el núcleo de la investigación matriarcal moderna que se está desarrollando rápidamente. No la encontré jugando con pensamientos abstractos, sino examinando y analizando un material etnológico muy amplio. La investigación matriarcal moderna fue presentada a un gran público en dos “Congresos mundiales de investigación matriarcal” que organicé y dirigí, en Luxemburgo en 2003 y en Estados Unidos en 2005.[2]
Muy brevemente, esta es la estructura fundamental  de la forma social matriarcal en sus niveles económico, social, político y cultural:

En el nivel económico, los matriarcados son normalmente sociedades agrícolas, aunque no exclusivamente. Se practica la economía de subsistencia con autarquía local o regional. La tierra y las casas son propiedad del clan en el sentido del derecho de usufructo; la propiedad privada y las reivindicaciones territoriales son desconocidas.
Los bienes se encuentran en un intercambio activo que sigue las líneas de parentesco y las reglas de casamiento. Este sistema de intercambio se basa en una economía del regalo,[3] y evita que los bienes puedan ser acumulados por un clan o por una persona. El ideal es el reparto y no la acumulación. Ventajas y desventajas en la adquisición de bienes se compensan mediante las reglas sociales, por ejemplo, es costumbre que un clan rico invite a la aldea entera  en las numerosas fiestas comunes, distribuyendo entre todos sus bienes en forma de regalos. Eso reduce la riqueza de este clan, pero los clanes se turnan en hacer regalos en las fiestas porque siempre los ofrece aquel que ha tenido la mayor suerte en la cosecha o el comercio. Como recompensa, los clanes que invitan ganan “honor”, es decir prestigio social. De esa manera, las diferencias económicas se nivelan continuamente.
Por eso, en el nivel económico, los matriarcados son caracterizados por una reciprocidad perfecta.  Por lo tanto los defino como sociedades de equilibrio basadas en una economía del regalo.
En contraste, los patriarcados en todas sus etapas históricas son sociedades de acumulación, en las cuales los bienes de todas las personas terminan en las manos de unos pocos.

En el nivel social, los matriarcados se basan en el clan. Los hombres matriarcales conviven en clanes grandes organizados según el principio de matrilinealidad, del parentesco por línea materna. El nombre del clan, todas las funciones sociales y los títulos políticos se heredan por línea materna. Un matri-clan consta de tres generaciones de mujeres: la madre del clan y sus hermanas, las hijas y las nietas de aquéllas, así como los hombres directamente emparentados: los hermanos de la madre del clan, los hijos y nietos.
Un matri-clan convive en la gran casa del clan, que puede comprender de 10 a 100 personas, dependiendo del tamaño y estilo arquitectónico. Las mujeres viven permanentemente en ella, pues las hijas y las nietas no abandonan nunca la casa del clan maternal. Esto se llama matrilocalidad. Sus esposos o amantes, que viven en las casas de sus madres, sólo vienen para la noche en el llamado matrimonio de visita.
El clan es una unidad económica autárquica. Para lograr que estos grupos autárquicos formen una estructura social con otros clanes de la aldea o de la ciudad, se desarrollaron complejas reglas de casamiento, por ejemplo la del casamiento recíproco entre dos clanes. A ello se suman las reglas de libre elección con otros clanes, con el efecto deseado de que todos los miembros de la aldea o de la ciudad estén emparentados por nacimiento o casamiento, los unos con los otros,  de forma más o menos próxima. Este parentesco forma un sistema de reciprocidad con reglas firmes. De este modo se genera una sociedad igualitaria y horizontal, organizada de una manera no jerárquica, que se entiende como un clan ampliado, con todas las obligaciones de ayuda mutua.
Por lo tanto defino los matriarcados en el nivel social como sociedades de parentesco matrilineales y horizontales.
Las sociedades patriarcales en cambio se componen de extraños, que forman grupos de dominio y de intereses, se presentan en ego-grupos y se enfrentan permanentemente los unos contra los otros. De esta manera el equilibrio social permanece siempre precario.

En el nivel político, los procesos de toma de decisiones también siguen las líneas de parentesco. La base de las tomas de decisión son los diferentes clanes. Los asuntos que incumben al clan son decididos por mujeres y hombres de forma consensuada, es decir por unanimidad.
Lo mismo pasa con las decisiones que afectan a toda la aldea: Después de haberse reunido el consejo del clan, los delegados de los diferentes clanes se reúnen en el consejo de la aldea; en algunas sociedades son las propias madres de clan, en otras sus hermanos elegidos que representan a su clan hacia fuera. Los representantes que van al consejo de la aldea no pueden tomar las decisiones por sí solos, sino que son delegados que únicamente intercambian las decisiones de los diferentes clanes. Actúan como mensajeros entre el consejo de aldea y el consejo de clan hasta que todos los clanes han encontrado, en el marco de la aldea, un consenso.
Lo mismo pasa en el nivel regional: Aquí se coordinan las decisiones de las aldeas y ciudades a través de delegados, en general hombres apreciados, que transmiten la información. También aquí, los delegados van y vienen entre los consejos de aldea y de región hasta que la región haya logrado una decisión  consensuada entre todos los clanes de todas las aldeas.
Está claro, que en una sociedad así no se pueden formar jerarquías ni clases, tampoco un desnivel de poder ni entre los sexos ni entre las generaciones. Las minorías no son marginadas a través de las decisiones de las mayorías ni se les quita la voz, pues todas las decisiones políticas se toman en los hogares, donde viven las personas, en un sistema de “democracia directa”. Por lo tanto, defino los matriarcados en el nivel político como sociedades igualitarias de consenso.
Los patriarcados, en cambio, son por principio sociedades de dominio sobre los demás, incluso en su variante de democracia formal, ya que deja a las minorías sin voz. Además, contienen numerosas instituciones y jerarquías que no funcionan democráticamente.

En el nivel espiritual-cultural, las sociedades matriarcales no conocen la trascendencia religiosa con un dios invisible, inalcanzable, inconcebible, pero omnipotente, frente al cual el mundo es despreciado como “valle de lágrimas lleno de pecado y dolor” o incluso como “materia muerta”. El concepto matriarcal de divinidad es inmanente, pues el mundo entero es considerado divino, y más concretamente femenino-divino. Lo demuestran las antiguas representaciones de la diosa-universo, la creadora, y de la madre-tierra, que da a luz a todo lo vivo(a todo ser vivo). Por eso, todo posee divinidad, cada mujer y cada hombre, cada animal y cada planta, la piedra más pequeña y la estrella más grande.
En una cultura así, todo es espiritual. Y todo se celebra en las fiestas que siguen el ciclo del año: la naturaleza en sus diversas manifestaciones, los diferentes clanes con sus facultades y sus tareas, los sexos y las generaciones, según el principio: en diversidad está la riqueza. No hay separación entre lo sagrado y lo profano, por eso, en la vida cotidiana, cada acción es al mismo tiempo un ritual significativo, sea sembrar, cosechar, cocinar, tejer o viajar.
Por lo tanto, en el nivel espiritual defino los matriarcados como sociedades sagradas y culturas de lo femenino-divino, o sea de la diosa.
En los patriarcados, en cambio, se utilizan las  facultades religiosas y espirituales del ser humano para apoyar los principios de la clase dominante a través de las religiones estatales y mundiales.

Sugerencias para una sociedad nueva


Sobre esta base quiero formular algunas sugerencias para una sociedad nueva, que serán desarrolladas en los siguientes capítulos.
Para seguir el camino hacia la sociedad igualitaria será necesario combinar espiritualidad y política matriarcales para llegar a una economía y un orden social diferentes. Las sociedades matriarcales nos enseñan cómo puede ser posible. En ellas, la economía, la política, el orden social y la espiritualidad están entrelazados inseparablemente para facilitarles a todos una vida buena – su sistema de reglas lo garantiza.
Por supuesto, hoy no podemos adoptar los modelos del pasado, como por ejemplo los clanes consanguíneos o la economía exclusivamente agrícola. Pues la historia y el desarrollo social no se pueden girar hacia atrás. Pero los modelos de las sociedades igualitarias, probados durante milenios, nos pueden proporcionar múltiples sugerencias para nuestro camino hacia una nueva sociedad igualitaria.

En el nivel económico ya no es posible mantener el crecimiento de las grandes industrias o del nivel de vida, a riesgo de destrozar completamente la esfera biológica de la tierra. Aquí, la alternativa se da en la perspectiva de subsistencia como forma económica de unidades pequeñas y regionales.[4] Éstas trabajan para satisfacer las propias necesidades, de forma autárquica, anteponiendo indiscutiblemente la calidad de vida a la cantidad. A escala mundial hace falta consolidar y amplificar las estructuras de la economía de subsistencia que todavía existen y en las cuales suelen trabajar  las mujeres; de ninguna manera pueden ser sacrificadas a la globalización económica de las multinacionales. La regionalización a favor de las mujeres es un principio matriarcal.

En el nivel social  se trata de salir de la atomización de la sociedad, que lleva al ser humano cada vez más al aislamiento y al abandono, lo enferma y lo hace destructivo. Pues esto es el caldo de cultivo para la violencia y la guerra. Hace falta la formación de comunidades de afinidad electiva de diferentes tipos, sean éstas comunidades para vivir juntos, comunidades de vecindario o estructuras de redes. Las afinidades electivas, sin embargo, no se forman desde meras comunidades de intereses, porque estos grupos desaparecen tan deprisa como surgen. Una afinidad electiva, en cambio, sólo se genera sobre el fundamento de una coincidencia espiritual, y a través de ella se forma un clan simbólico, que une más que un mero grupo de intereses.
El principio matriarcal de este modelo social consiste en el hecho de que son las mujeres quienes inician, sostienen y dirigen estos clanes de afinidad electiva, algo que actualmente las mujeres pueden empezar a hacer en cualquier lugar, y que de hecho ya están haciendo. La motivación son las necesidades de mujeres y niños, que son el futuro de la humanidad, y no los deseos de poder y potencia de los hombres. Éstos han llevado a las familias extensas patriarcales y a las sociedades secretas políticas de hombres, que oprimen y excluyen a las mujeres. En los nuevos matri-clanes, sin embargo, las mujeres integran a los hombres plenamente, pero según otro sistema de valores, que es el cuidado mutuo y el amor, en lugar del poder. De esta forma, también los hombres viven mejor que en el patriarcado.

En el nivel de la toma de decisiones políticas el principio matriarcal de consenso es imprescindible para una sociedad igualitaria. Este principio puede ser practicado ya mismo y en todos los sitios. Es el principio fundamental que genera los impulsos para formar comunidades matriarcales, y al mismo tiempo impide que individuos o grupos empiecen a ejercer el poder en los nuevos clanes simbólicos. Establece el equilibrio entre mujeres y hombres, y también entre las generaciones, pues permite tanto a las personas mayores como a los jóvenes expresar plenamente sus ideas. Además, es el verdadero principio democrático, puesto que realiza lo que la democracia formal promete sin cumplirlo.
Según este principio, las pequeñas unidades de los nuevos matri-clanes toman las decisiones. No obstante, este sistema sólo se puede extender hasta unidades que en su tamaño no superen las regiones. De todos modos, la meta política, según la perspectiva de subsistencia, son las florecientes regiones autárquicas y no las grandes unidades como las naciones, las uniones de estados o las superpotencias, que solamente aumentan el poder de los que ya dominan, al mismo tiempo que degradan a los individuos convirtiéndolos en “material humano”, “capital humano” o en meros números.

En el nivel espiritual-cultural  no hay otra solución que despedirse de todas las religiones jerárquicas con el concepto de un dios transcendental y con pretensión de poseer la verdad absoluta, religiones que han despreciado profundamente al mundo, a la tierra, a las personas y especialmente a las mujeres. En lugar de eso hace falta una nueva consagración del mundo según el imaginario matriarcal de que el mundo entero es divino, con todo lo que hay en él. Esto nos lleva a honrar y celebrar todo de una manera creativa y libre: a la naturaleza con todas sus manifestaciones y seres y a la organización de las comunidades humanas. Esto último se realiza honrando y celebrando una vez a las mujeres, otra vez a los hombres, en otra ocasión a los ancianos o a los niños con sus respectivas facultades,  que forman su “dignidad” específica, su función social. Además, cada paso que damos en el camino hacia una nueva sociedad igualitaria merece una fiesta. Pues cada uno de estos pasos forma un fragmento de la nueva historia femenina, que podría darle al mundo un ejemplo de cómo la humanidad entera puede vivir mejor.
De esta manera, la espiritualidad matriarcal penetra todas las cosas y volverá a formar parte habitual de cada día. Al mismo tiempo se puede apreciar en ella el principio de la tolerancia matriarcal, pues nadie está obligado en “creer” en algo. No se trata de ningún dogma o doctrina basados en “libros sagrados”, sino de una celebración permanente y diversa de la vida y del mundo visible.

En este sentido, el camino hacia la sociedad igualitaria tiene que ser integral sin difuminarse. Tiene que ser siempre concreto, sin perderse en detalles incoherentes. La visión que abarca todas estas características la denomino modelo matriarcal. Un modelo no implica ninguna obligación a seguirlo, pues sólo en las relaciones de poder los modelos son impuestos por la fuerza. En la comunicación libre, un modelo representa una idea clara y puede aceptarse voluntariamente como guía práctica para un futuro mejor, integrando diferentes objetivos y acciones alternativos.
En mi opinión, los actuales movimientos alternativos dan muchos pasos que tienden implícitamente hacia el modelo matriarcal que aquí se propone. Estos movimientos se extienden rápidamente desde abajo, en escala mundial:
-          los diferentes movimientos sociales
-          los movimientos ecologistas
-          los diversos movimientos pacifistas
-          los diferentes movimientos feministas
-          los movimientos de los pueblos indígenas
-          los movimientos cívicos
-          los movimientos de comunidades
Todos ellos contienen elementos diferentes de modelos matriarcales tanto tradicionales como nuevos y creativos, en parte inconscientes, en parte conscientes. Los modelos tradicionales ya existen y se reinterpretan. Los modelos nuevos se suelen encontrar al practicarlos y a veces se formulan como ideas conductoras. En este sentido, las personas que participan en aquellos movimientos ya se encuentran en el camino hacia una nueva sociedad matriarcal, justa y pacífica.

En mis siguientes contribuciones quiero presentar el modelo matriarcal paso a paso en cada uno de estos niveles y explicarlo más detalladamente. Para eso hace falta una cuidadosa y cautelosa reflexión de transposición de los modelos matriarcales a las condiciones actuales. No los podemos copiar simplemente, pues la historia y el desarrollo social  no se pueden girar hacia atrás.
Pero podemos sacar diversas inspiraciones de la gran inteligencia social que se encuentra en estos modelos para aprovecharla para nuestra propia imaginación, formando y desarrollando  elementos nuevos para una nueva sociedad matriarcal, es decir igualitaria.



Pasos hacia un modelo matriarcal


1.      El orden social matriarcal


Es a causa de las características específicas de su orden social, que las sociedades no-patriarcales se llaman “matriarcales”. Estas características son para nosotros muy explosivas, ya que hemos interiorizado los modelos sociales patriarcales como una segunda naturaleza nuestra. De ninguna manera, sin embargo, confirman los prejuicios según los cuales en los matriarcados “mandan las mujeres” o que, incluso, “ejercen el poder”. Jamás, ninguna de las investigadoras de matriarcados serias lo ha afirmado así. Semejantes prejuicios no reflejan sino los modelos patriarcales que, banalmente invertidos, son atribuidos a las mujeres. Quien lo sostiene, muestra claramente que las ideas de jerarquía y poder ocupan y deforman por completo su modo de pensar, así que ya no es capaz de imaginarse unas formas de vida igualitarias, como las que se dan en los matriarcados.
Tampoco hay que escandalizarse con el concepto de “matri-arcado”, pues no es, en contra de la apariencia, el paralelo al concepto de “patri-arcado”. La palabra “arche” significa en griego tanto “poder” como “principio”, siendo el segundo significado el más antiguo. Tenemos que traducir claramente “patriarcado” como el “poder de los padres”, mientras que “matriarcado” significa “al principio las madres”. Y con esto acertamos. Por un lado, los matriarcados aparecen sensiblemente antes en la historia que los patriarcados. Por otro, respetan que las madres son el principio de cada ser vivo y han transformado este hecho natural en un sistema cultural.

El significado de la línea materna


Es característico para una estructura matriarcal que el parentesco se determina por la línea materna, es decir que vale “el orden simbólico de la madre”.[5] La razón para eso no es que los hombres fueran tan primitivos que desconocieran la paternidad (jerga de los misioneros). La paternidad se conocía parcialmente, pero no era importante, porque no representaba el principio que daba forma a la sociedad. En parte se desconocía a causa de las relaciones múltiples en la vida amorosa, pues en estas condiciones no se puede determinar la paternidad, mientras que la maternidad es evidente por el parto.
La línea materna o matrilinealidad es un principio fundamental, pues según él se forman las comunidades de parentesco sanguíneo de los clanes, que son el mundo social de las personas matriarcales. No solamente el nombre del clan, sino también las funciónes sociales y los títulos políticos se heredan en el clan por la línea materna. Un matri-clan convive en una gran casa del clan. En ella viven la madre del clan y sus hermanas, las hijas y las nietas de ellas, así como también los hombres directamente emparentados: los hermanos, los hijos y los nietos de la madre del clan y de sus hermanas. Las mujeres viven permanentemente allí, y no abandonan nunca la casa del clan maternal cuando se casan. Esto se llama matrilocalidad.
Cada matri-clan en una aldea o en una ciudad es una unidad económica autárquica. Para lograr que estas comunidades autárquicas formen una estructura social con los otros clanes del lugar, se desarrollaron complejas reglas de casamiento. Existe la de casamiento recíproco entre dos clanes, en combinación con cierta forma de libre elección en los otros clanes. “Casamiento” no se debe entender como monogamia de por vida – esta forma se desconoce en los matriarcados – sino que el matrimonio dura más bien poco tiempo. No es más que una relación amorosa que se mantiene durante algunas semanas, algunos meses o algunos años. El efecto de las reglas de casamiento, sin embargo, es que todos los habitantes de la aldea o de la ciudad están emparentados los unos con los otros, de forma más o menos próxima, por nacimiento o por casamiento. Esto es un efecto deseado, pues de tal manera cada población construye un sistema extendido de parentesco matrilineal, que tiene su sentido en un sistema de ayuda mutua. De este modo se crea una sociedad de parentesco igualitaria, horizontal y no-jerárquica, que se entiende como un clan ampliado, con todas las obligaciones de la ayuda mutua.
Extendido al nivel regional, se trata del principio de la matrilínea simbólica. En todas las aldeas y ciudades de la región hay clanes con el mismo nombre de clan, lo que se ha establecido adrede. Cuando una persona de un clan determinado llega en su peregrinaje, su viaje comercial o amistoso a otra aldea en la que existe un clan con su nombre, entonces éste la recibe como una hermana o un hermano, aunque ya no hay relación de consanguinidad. De esta manera, una región entera se une a través del parentesco simbólico con sus obligaciones de ayuda, un principio que a veces se utiliza incluso entre varias tribus. En este sentido, la matrilinealidad es el principio que da la forma a toda la sociedad.

La relación entre los sexos


Las mujeres no abandonan nunca la casa maternal del clan y con esto su seguridad económica y social. Precisamente la seguridad que les da el clan matrilineal les permite la libre elección del amor. Pues no dependen de un hombre como sustentador, como es el caso de la familia nuclear de la burguesía patriarcal. Cuando se separan de su pareja, no tienen que preocuparse de si van a empobrecer o sus hijos perderán su hogar o su padre. Incluso en el caso de varios matrimonios o relaciones amorosas, el propio clan sigue siendo su hogar permanente. Y como los niños son cuidados siempre por todos los miembros del clan, ellos tampoco pierden a su persona de referencia estable, ni a su “padre social”, que es el hermano de la madre.
Con eso llego al papel que juega el hombre en el matri-clan: los hombres jóvenes abandonan la casa de la madre cuando se casan o establecen una relación amorosa. Pero no tienen que ir muy lejos para encontrarse con su amante o esposa, pues ésta vive en un clan vecino y le ha invitado a su habitación. Los hombres no se quedan mucho tiempo fuera de la casa de su madre, sólo desde el atardecer hasta la madrugada. Esta clásica forma matriarcal se llama matrimonio de visita, es una forma muy abierta y limitada a la noche. Es decir, los hombres matriarcales no viven con sus esposas o amantes, sino son solamente invitados en las casas de éstas. Su domicilio es la casa de su madre, en la cual tienen los derechos y las obligaciones de un miembro pleno de clan, pues aquí viven y trabajan.
Los hijos de las esposas y amantes pertenecen a la casa del clan de éstas, puesto que llevan el nombre de clan de su madre. Los hombres no consideran “hijos” a estos niños porque no llevan el mismo nombre de clan que ellos. En cambio, los hijos de sus hermanas tienen el mismo nombre que ellos, por eso los hombres consideran a las sobrinas y los sobrinos como “sus hijos”,  participan en su cuidado y comparten la responsabilidad educativa. En este sentido, los hombres tienen el papel de “padre social” respecto a los hijos de sus hermanas.
Los dos sexos tienen cada uno su propia función social, cada una muy estimada. No hay ninguna degradación de un sexo por debajo del otro. Como consecuencia, ni hay una asimilación del sexo inferior al dominante, tal como lo vemos hoy en el mundo occidental donde las mujeres, voluntaria o forzadamente, se asimilan a los hombres. En el matriarcado  ambos géneros poseen su propia esfera, que comprende diferentes elementos económicos, sociales y espirituales. Estas esferas se refieren recíprocamente unas a otras, en cada una de sus partes, siguiendo el principio del equilibrio, así que no puede surgir ningún poder sobre los demás. La veneración general de la mujer en el matriarcado no invalida este principio ya que no tiene que ver con ella como individuo sino en general como reparturienta de las antepasadas o los antepasados, como creadora de la línea materna y, con eso, de toda la sociedad.

La relación entre las generaciones


Igual que las sociedades matriarcales no conocen la “lucha de los sexos”, desconocen también la “guerra entre las generaciones”. No hay rebelión de los hijos contra sus padres, pues ésta significa una toma de poder patriarcal. Tampoco existe la competencia de las hijas contra sus madres, pues en ella importa el hombre, a través del cual se puede conseguir una pequeña parte del poder patriarcal. El abandono de los niños, igual que el aislamiento y la relegación de los mayores, no son tampoco rasgos de las sociedades matriarcales. En la estructura del matri-clan, cada persona está integrada y es mantenida de manera igual, independientemente de sus capacidades y sus fuerzas, y cada generación tiene su propia función social.
Los niños son considerados como los antepasados reencarnados y por eso son sagrados. En la generación joven (aproximadamente de 20 a 40) la función social de las mujeres es el amor, la creatividad y la maternidad, aunque no hace falta que cada mujer sea madre, pues las hermanas practican la maternidad conjunta. La función de los jóvenes hombres es también el amor y la protección de las hermanas y los hijos de éstas. En la generación de los mayores (aproximadamente de 40 a 60), la función social de las mujeres es ocuparse del clan y dirigirlo, lo que comparten las hermanas con la matriarca expresamente elegida. La función de los hombres mayores es representar al clan hacia fuera como delegados y protegerlo en sentido político. En la generación de los más mayores (a partir de los 60), la función de las mujeres y hombres es venerar a los antepasados, guardar las tradiciones y transmitirlas a los más jóvenes, además, aconsejar a las matriarcas y los representantes del clan mediante el consejo de los ancianos.
Ya que cada uno de estos cometidos o funciones es distinto – correspondiente a las diferencias de generación y sexo – no existe competencia entre las generaciones. Ninguna generación se ve obligada a quitarle algo a la otra, pues en el transcurso de su vida, cada mujer y cada hombre llega a ejercer las funciones correspondientes. Sólo es cuestión de tiempo y de las diferentes etapas de la vida. La expresión más bonita de este equilibrio entre las generaciones se da en las fiestas del ciclo vital, en las cuales se celebran las funciones y cometidos sociales de cada edad, incluido el sexo, en el nivel espiritual.

Hoy: Matri-clanes simbólicos


Muchos problemas del mundo occidental surgen de la atomización de la sociedad, que significa para las personas una individualización extrema, aislamiento y abandono social. Este modo de vivir ya no tiene futuro, por eso se hace muy importante formar comunidades nuevas y desarrollarlas. Éstas ya no siguen el principio de la consanguinidad, sino de la afinidad electiva, y forman matri-clanes simbólicos. La forma de organización  consanguínea se encuentra hoy día en un estado de descomposición, después de haberse desfigurado históricamente en la familia extensa patriarcal y, más tarde, en la familia nuclear burguesa, con una profunda desigualdad de los géneros. La afinidad electiva, sin embargo, se determina por contenidos mentales, por lo que se podría llamar “parentesco espiritual”. Es más abierta que el parentesco por consanguinidad, pues no ata desde el nacimiento, sino que permite la libertad de elección intelectual. Sin embargo, es más vinculante que las comunidades de intereses con fines específicos, que surgen tan deprisa como vuelven a desaparecer. La afinidad electiva incluye una relación duradera con la obligación mutua de prestar ayuda, lo que sigue el modelo del clan consanguíneo.
Por supuesto la afinidad electiva es un concepto muy general y no basta para formar una nueva comunidad matriarcal o reproducirla. Hay que añadir una forma organizadora que cimiente o describa la tendencia matriarcal igualitaria latente. Esta forma es el matri-clan de afinidad electiva o el “matri-clan simbólico”. Una comunidad actual se podría entender como un único matri-clan, o se podría dividir en diversos matri-clanes de aproximadamente diez a veinte personas, dependiendo de su tamaño. Al carecer de relaciones de consanguinidad, ¿según qué principio se forma un matri-clan?
Lo que se mantiene en las nuevas comunidades es el hecho de que siguen siendo las mujeres las que dan la joven vida. Ellas forman como madre e hijo el grupo social elemental. Sin ellas no existiría la nueva generación, ni en las comunidades ni en la sociedad, y por consiguiente tampoco habría futuro. Las mujeres con hijos no sólo se ocupan de sí mismos, sino también de otros, y aquí está el principio de la constitución de un clan. Por eso son el centro desde el cual se forma el matri-clan simbólico, que se basa en la afinidad electiva.

La formación de un matri-clan simbólico


Hago aquí, brevemente, un boceto general de cómo se lleva a cabo eso: Al principio, una mujer (dos, tres mujeres) con hijos elige a sus “hermanas”, es decir, a algunas mujeres sin hijos que quieren compartir con ella la maternidad. Para los niños, todas estas mujeres se llaman “madre”, y para las mujeres todos estos niños son “hijos”. Como el grupo de hermanas es limitado, ofrece a los niños la proximidad e intimidad necesarias. De esta manera, todas las mujeres tienen “hijos”, y a la vez, cada una de ellas – también la madre biológica – tiene tiempo suficiente para desarrollar sus capacidades profesionales ya que comparten el cuidado de los niños. A lo mejor este grupo de hermanas encuentra un lindo nombre para su clan nuclear de afinidad electiva.
En el paso siguiente estas “madres” eligen a los hombres que deben y quieren ser sus “hermanos” y los invitan a venir al clan. Estos “hermanos” no son los amantes, sino hombres que tienen la confianza del grupo de mujeres porque poseen muchas habilidades pro-sociales.
Comparten ahora con las mujeres el cuidado de los niños, así que para cada miembro del clan de afinidad electiva aumenta el margen de maniobra para ejercer la profesión. Las “hermanas” y los “hermanos” forman un grupo de cooperación también respecto a  su trabajo, en la medida de lo posible. De este modo, también todos los hombres tienen “hijos”, y surgen compromisos comunes.
Es un principio de equilibrio que todas las personas en la comunidad sin excepción colaboran en el cuidado de los niños, pues cada persona ha recibido este cuidado en su infancia. Existe por consiguiente cierta obligación ética de ofrecer este servicio a otros. De este modo, la maternidad y la paternidad individuales, donde toda la obligación recae sobre algunos, son superados, al igual que la familia nuclear, sin que los niños tengan que vivir en un colectivo impersonal. Al mismo tiempo, se liquida el reparto de papeles patriarcal, según el cual las mujeres, siendo madres, tienen que cuidar de los demás. En nuestra sociedad ni siquiera son estimadas por eso, sino se desprecian porque hacen (deben hacer) un trabajo no remunerado. Guardería y jardín infantil son sólo un pequeño consuelo para una equivocación social de base.
En el modelo del matri-clan simbólico la situación es diferente: La maternidad y las cualidades maternales son apreciadas, pues el comportamiento pro-social representa la norma para todos. Por eso, la formación del clan de afinidad electiva parte de las madres. Las mujeres, no obstante, no están limitadas a seguir este comportamiento supuestamente “femenino” y no son nuevamente relegadas a un rincón, aunque esté revalorizado. En el matri-clan está prevista la mayor justicia: Todas las personas participan en el cuidado de los niños. Al mismo tiempo, todos pueden disfrutar de las positivas experiencias emocionales y sociales relacionadas con esta tarea. Y todos tienen igualmente la posibilidad de desarrollar sus capacidades profesionales o de otro tipo. Al mismo tiempo, los niños están estupendamente integrados, pues tienen múltiples personas concretas de referencia.

Matri-clanes simbólicos y relaciones amorosas


De esta manera, en una comunidad pueden formarse varios matri-clanes simbólicos. Dentro de ellos, los miembros tienen la mayor confianza en los demás y se ofrecen mutuamente ayuda y seguridad, igual que una “hermana” y un “hermano” en el sentido ideal. No son tan estrechos como una familia nuclear, pero tampoco tan amplios como toda la comunidad. Tienen exactamente el tamaño idóneo para solucionar problemas sociales y psicológicos.
Las relaciones amorosas en cambio tienen lugar entre los clanes, no dentro de ellos. Pues el amor mantiene su espontaneidad y su libertad más fácilmente si no está cargado con obligaciones. Asimismo, es problemático fundar en sentimientos y relaciones cambiantes un grupo estable que, además, tiene que proteger a los niños. Por eso, la estructura del matri-clan de afinidad electiva soluciona dos necesidades básicas de las personas, la de libertad en el amor y la de seguridad personal y recogimiento. En sociedades patriarcales no ha habido nunca soluciones para esto, sino solamente represiones. En las nuevas comunidades se podría aclarar, de este modo, la pregunta de si el amor debe de ser un asunto “privado” o una cuestión de la comunidad entera. La solución está en lo tercero, en el clan de afinidad electiva, donde el grupo de las “hermanas” y los “hermanos” aconseja, ayuda y ofrece seguridad.
De ninguna manera se deduce de este modelo que las relaciones amorosas son solamente superficiales y cortas porque los amantes no viven y trabajan juntos. El hecho de que no viven en el mismo clan puede aliviar la situación en el caso de separación. Independientemente de esto, nada se opone a relaciones duraderas, todo lo contrario: Se pueden profundizar justamente porque no son mezcladas con las obligaciones cotidianas, sino que se pueden dedicar, libres de toda preocupación, a la belleza y espiritualidad del erotismo. Tampoco se desgastan tan deprisa porque el encuentro no es normal y banal, sino que cada encuentro se vive como algo especial.

Las generaciones en el matri-clan simbólico


Igual que las jóvenes madres han elegido a sus “hermanas” y “hermanos” y han formado de este modo el clan de afinidad electiva de dos generaciones, se amplifica a tres (o más) generaciones. Eligen a sus “hermanas mayores” y a sus “hermanos mayores” de entre los miembros de más edad de la comunidad. Estas mujeres y hombres mayores son consejeros/as y ayudantes muy importantes tanto para las distintas personas como para el clan en su conjunto, dadas sus vastas experiencias vitales. Además, todos los miembros del clan pueden elegir de entre este grupo a una matriarca (“Gran Madre”) y un sachem (“jefe de paz”) que representan al clan hacia fuera. Cuando todos los clanes de la comunidad se reúnen en la gran asamblea en la plaza mayor o en el ayuntamiento, son ellos quienes actúan como portavoces de sus respectivos clanes. De este grupo de los mayores se eligen también aquellos que forman el consejo de los sabios, pero esta vez lo hace toda la comunidad. Este consejo sirve a la comunidad en sus asuntos y, además, se le puede encargar la representación de la comunidad hacia fuera.
Ya que los matri-clanes se basan en la elección, su estructura no es inmutable. Cada elección puede ser sustituida por otra nueva, no hay obligación de quedarse siempre con el mismo cargo ni de permanecer juntos. Se mantiene lo que da buenos resultados, y, aparte de eso, hay que tener en cuenta que cambian las fases de la vida de las distintas personas. Cada nueva elección, sin embargo, requiere la misma seriedad como la elección que ha constituido el clan para que no se produzcan caprichos ni el caos individual. Sería útil convenir un tiempo determinado para la convivencia y contraer así un compromiso de dos o más años. De todos modos, un matri-clan debería reflexionar y comprobar toda su estructura cada año y luego renovarla expresamente. Esto es la ocasión para una bonita fiesta anual, celebrando el gran trabajo innovador y social que todos aportan.



2.      Economía matriarcal

En el nivel económico, los matriarcados son sociedades de equilibrio que se basan en una economía del regalo. Su economía de equilibrio no permite la división entre pobres y ricos, pero produce un bienestar moderado para todos. El contrario de la economía de equilibrio es la economía de acumulación en las sociedades patriarcales. En ellas, unos pocos poderosos -quienes han llegado a serlo por las armas, el dinero y las estructuras económicas-  se quedan con la mayor parte de los bienes existentes que les han quitado a la mayoría de los hombres por presión directa o indirecta. Mientras para la primera vale el principio de “dar y tomar ”, para la última vale el precepto rapaz de “tomar y marcharse”.
Como investigadora siempre me ha fascinado la manera en la que las personas matriarcales hacen funcionar la economía de equilibrio, de modo que he podido descubrir sus reglas. Aplican un sistema determinado de hacer circular los bienes como regalos que no admite acaparar o acumularlos. De esto no se exceptúa ningún tipo de bienes, ni los productos agrícolas o artesanales, ni las mercancías o el dinero que los hombres matriarcales ganan hoy en día con trabajos ocasionales fuera de su propia sociedad. Tradicionalmente la economía matriarcal es libre de dinero porque no le hace falta.

Acerca de la economía interna de los clanes


Todos los bienes adquiridos por los miembros del clan se entregan a la matriarca del clan. Al juntarlos en un lugar se garantiza la visión sobre el conjunto. Pero no por eso son propiedad de la matriarca, sino que ella solamente los administra, repartiéndolos a partes iguales y justamente entre todos los miembros del clan. Los excedentes son reservados para gastos especiales, después de deliberarlo comúnmente en el consejo del clan.  La matriarca como primera persona de confianza es, por decirlo así, la oficina de coordinación económica. Para ilustrarlo cuento la anécdota verídica de un hombre matriarcal que ganaba dinero como jornalero fuera de su región materna. Sus compañeros de trabajo le preguntaron con desprecio: -¡Qué es eso! ¿Entregas todo tu dinero a tu madre? – Y él contestó, sorprendido: - De no ser así, ¿a quién se lo entrego? – Esta anécdota demuestra que él consideraba “su” dinero como el bien de todo el clan.

Acerca de la economía entre los clanes


A causa de los diferentes rendimientos  en la cosecha o de la suerte en el comercio puede darse cierto desnivel económico entre los clanes de una aldea o una ciudad en el transcurso del año. Es interesante ver cómo manejan esto en la población: Siguen el principio según el cual todos los bienes y excedentes circulan como obsequios voluntarios en la aldea, de modo que no pueden ser acaparados. La circulación obedece a unas reglas determinadas que, a su vez, están vinculadas a sus fiestas espirituales, que son el centro de su vida. Las fiestas son el motor de su economía de equilibrio. En las frecuentes fiestas estacionales, que son fiestas populares, se celebra con gran alegría, se baila y todo se acompaña de buena comida y bebida, pues nada debe faltar. Los clanes favorecidos por la suerte aportan la mayor parte a estas fiestas al invitar a comer y beber a todos los miembros de la aldea, de la pequeña ciudad  o del barrio en una ciudad más grande. Esto va por turnos, cada vez es el clan mejor asentado el que convierte sus bienes en regalos para los demás. Al final de la fiesta, el bienestar de este clan se ha nivelado.
En las fiestas del ciclo vital de un clan es normal que el clan en cuestión organice la fiesta para toda la comunidad y gaste todo lo que pueda. Las fiestas del ciclo vital, sin embargo, también tienen lugar en clanes menos ricos. En caso de que un clan pobre celebre tal fiesta, los clanes de mejor posición le ayudan con donaciones de bienes y dinero, en relación directa con su riqueza: Quien tiene más, da más, quien tiene menos, da menos. De esta manera se produce un equilibrio al hacer circular los bienes como regalos.[6]
En una sociedad matriarcal es imposible, gracias a tales reglas, ganar bienes y dinero a través de la influencia política. Más bien ocurre lo contrario: Quien ocupa un cargo político, empobrece. Pues existe la norma que el clan que, por ejemplo, presenta al jefe de la aldea como delegado hacia afuera tiene que distinguirse organizando fiestas para toda la aldea. Después de un período relativamente corto de tiempo se ha agotado económicamente, y entonces eligen al jefe de aldea en otro clan hasta que éste también haya apurado sus recursos. En la cultura tradicional de los hopi en Arizona al preguntar por su “jefe” siempre contestaban que se buscara a aquel de apariencia más pobre, éste sería el jefe. Y en el pueblo de los arawak en América del Sur es habitual que el jefe trabaje más que el resto cuando talan el bosque, mientras que sus compañeros de aldea están allí y le miran.

Acerca de la economía entre las aldeas


Las mismas reglas de la economía de equilibrio valen también en el nivel regional entre las aldeas, y entran en funcionamiento cuando las aldeas participan en una gran fiesta regional. También los gastos principales para las fiestas corren a cargo de aquellos clanes de las diferentes aldeas que en ese momento son más ricos.
De todo esto se desprende que la economía de equilibrio es una economía de fiestas, y la economía de fiestas es una economía del regalo. Los clanes que regalan no esperan recibir lo mismo en la próxima fiesta, sino que los obsequios salen del  corazón. No se trata de un “intercambio” equivalente, pues de lo contrario no funcionaría la economía matriarcal como economía de equilibrio con  nivelación permanente entre sus miembros.
Esta economía del regalo, sin embargo, no es casual ni arbitraria, que pasaría fácilmente si personas individuales se regalasen mutuamente unos bienes. No tiene lugar entre individuos, sino entre clanes, y sigue las reglas de la economía de fiestas, que todos conocen. Por eso, la economía del regalo es viable y realista, pues se produce en un circuito cerrado.
En los matriarcados, el equivalente de los bienes cedidos no es la devolución con intereses –que es el proceso contrario y explotador de la “realización del capital” patriarcal- sino el honor. “Honor” significa aprecio social que se mide en función del cuidado por la comunidad. Este reconocimiento social es un factor ideal, que, además, tiene una faceta muy práctica. En el caso de que un clan reconocido pasara tiempos difíciles a causa de circunstancias adversas, todos los clanes le ayudarían. Una matriarca de los tuareg tradicionales del Sahara lo expresó diciendo que ser “rico” o “pobre” no son más que estados cambiantes que cada clan vive sucesivamente en el transcurso de su historia. Por eso ella no teme para sí misma o los suyos los años de sequía en los cuales sus rebaños de ovejas o de cabras se mueren de sed. Si padeciesen eso, los otros clanes, que a pesar de vivir muy dispersos, son sus vecinos, les regalarían la “leche viva”, es decir partes de sus propios rebaños de ovejas y cabras. En la ciudad en cambio, la gente sin dinero está desamparada, porque allí cada uno lo posee individualmente.
La economía de equilibrio matriarcal sobre la base de regalos se manifiesta de este modo como un confiable sistema de ayuda mutua. Si intervienen el dinero o símbolos semejantes al dinero (como por ejemplo los cauris o las hojas de banano en el caso de los trobriandeses de Melanesia), entonces no juegan ningún papel distinto a los demás bienes de cambio o de regalo. Por eso, en una sociedad de este tipo no es posible la formación de capital con todas sus consecuencias egoístas y desastrosas para la comunidad.

Imaginemos ahora, en un ejercicio mental, estos modelos de economía matriarcal traducidos a las actuales comunidades creativas - ¿qué provocarían? A lo mejor pueden dar un impulso para solucionar el frecuente dilema: ¿caja común o dinero individual para cada uno? Aquí, por supuesto, hay muchas formas intermedias que son, no obstante, más o menos casuales. El grupo básico para la formación de la economía matriarcal en las nuevas comunidades también sería el clan, en el sentido del matri-clan de afinidad electiva de “hermanas” y “hermanos”, elegidos  como compañeros espirituales.

Hoy: Acerca de la economía interna de los clanes simbólicos


En un matri-clan de afinidad electiva existiría el mismo grado de confianza que en los clanes consanguíneos y funcionaría además como un grupo de cooperación de trabajo, si es posible. Es más grande que la familia nuclear tardoburguesa y más pequeña que toda la comunidad y se compone de un número manejable de diez a veinte personas aproximadamente. Esto es importante en cuanto a los asuntos económicos, porque importa mantener la transparencia. Supongamos que los miembros del clan ya han elegido, de entre el grupo de los mayores, a la matriarca (“Gran madre”) y al sachem (“jefe de paz”), que representan al clan hacia fuera. Estos son igualmente la instancia económica dentro del clan, pues se les entrega la fortuna del clan, consistente en bienes y dinero.
Esto es un honor personal para ellos, y por consiguiente tienen la obligación de repartir justamente los bienes de primera necesidad entre todos los miembros del clan. Exactamente esta responsabilidad personal en el manejo de los bienes y del dinero pesa más y crea otras formas que en el caso de un “tesorero” impersonal e intercambiable como existe en las asociaciones. Sin embargo, ni la matriarca ni el sachem deciden cómo se utiliza el tesoro del clan, sino el consejo, integrado por todos los miembros del clan. El consejo del clan decide una vez al año la suma, a partes iguales, que se entrega continuadamente a todos y cada uno para la vida cotidiana. Asimismo decide caso por caso los gastos especiales. La matriarca y el sachem actúan en el consejo como asesores, pero en la toma de decisiones sólo tienen un voto, como todos los miembros del clan. El tamaño del consejo es manejable, lo que asegura la transparencia.
Problemas que normalmente se discuten apasionadamente, ya no tienen importancia: Imaginemos, por ejemplo, la situación de que un miembro masculino del clan que gana bien “afuera, en el patriarcado” ingresaría al tesoro del clan más que otros miembros - ¿no es injusto? No, pues él obtiene a cambio gran honor, al mostrar un elevado grado de comportamiento pro-social. Además, la cercanía de las “hermanas y de los “hermanos”, su protección y su amor no se pueden pagar a ningún precio, pues estos bienes son tan valiosos que no se pueden comprar “afuera, en el patriarcado” ni con muchísimo dinero. También se resolvería otro problema típicamente patriarcal: Tampoco importa si, por ejemplo, una mujer con niños pequeños no puede ingresar nada a la caja del clan temporalmente. Ella en cambio regala un bien de inestimable valor, que es la vida joven, dando a todos la posibilidad de tener “hijos” y facilitando de este modo al clan y a la comunidad una perspectiva de futuro. Si se maneja así, el dinero pierde su falso nimbo. Al mismo tiempo se elimina para siempre la injusticia extendida del trabajo bien remunerado de los hombres en profesiones de prestigio y del trabajo infravalorado de las mujeres en profesiones malditas, peor todavía: del trabajo no pagado de las madres.

Acerca de la economía entre los clanes simbólicos

Los clanes de afinidad electiva se ayudarán económicamente en una nueva comunidad, pues forman un sistema de ayuda mutua. En actividades y fiestas comunes, la economía de equilibrio matriarcal del regalo puede entrar en vigor también en este nivel. Actividades y fiestas se patrocinan por los distintos clanes de manera distinta según sus posibilidades, siguiendo el principio de quién tiene más, da más. En el caso de que aquellos que antes daban más pasasen estrecheces económicas, les tocaría a los demás clanes aportar más. Esto hace circular los bienes y el dinero traspasando las fronteras de los clanes y llevando, bien manejado, de nuevo al equilibrio entre los clanes, siendo el deber de todos los miembros en la comunidad vigilar por que este equilibrio se produzca permanentemente. Esto es un reto interesante que exige capacidad de combinación, discutiendo las reglas generales una y otra vez en la práctica.
Es un fin deseable hacer innecesario el uso del dinero como medio de canje dentro de la comunidad. Este puede ser sustituido poco a poco por el intercambio de bienes y la prestación de servicios. Entonces el dinero sólo vale “fuera”, para asuntos más allá de la comunidad que tienen que ser pagados con dinero. Para este fin todos los clanes pueden crear un tesoro común, según los mismos principios de un tesoro de clan. Este tesoro se confía al “consejo de sabios”, que es un grupo elegido de entre las mujeres y hombres más mayores de todos los clanes. Éste, en analogía al tesoro de clan, solamente administra el tesoro comunal, puesto que es el consejo de toda la comunidad el que decide sobre los gastos.
En este modo de obrar en todos los niveles se encuentra un elevado valor emocional. Pues así se empieza a regalar de manera ponderada y creativa para el bien de toda la comunidad. Esta conducta de regalar sin condiciones, que no tiene nada egoísta, estrecha y refuerza los vínculos emocionales dentro de toda la comunidad. Se honra tanto en el caso de los individuos como en el caso de los clanes. Al fin y al cabo es la conducta maternal, de la misma manera que la madre tierra les regala a los humanos todo lo que necesitan para vivir. En la economía patriarcal, en cambio, la tierra es explotada como materia prima gratis, semejante a la explotación de las mujeres como madres. Pero en la economía matriarcal la conducta maternal de regalar es el valor más apreciado. Por eso, una matriarca, un sachem o un clan son más venerados si actúan “como una buen madre” (dicho de los minankabau, Sumatra). La afectuosidad maternal  en las sociedades matriarcales nada tiene que ver con el sentimentalismo tardoburgués, sino que es un factor económico y a la vez social.

Acerca de la economía entre las nuevas comunidades

Obviamente la economía del regalo sólo puede funcionar en un circuito cerrado. Hoy en día ya no vivimos en una cultura matriarcal, sino en una sociedad con reglas muy distintas. En un clan o una comunidad que se entienden como un grupo cerrado las cosas están claras. Entre dos o más comunidades, no obstante, se plantea más difícil realizar la economía matriarcal. Aquí, de antemano, hace falta comprometerse mutuamente a la economía matriarcal para una actividad o una fiesta regional que se llevará a cabo comúnmente. Ésta vale sólo para el período  convenido, pero admite más posibilidades que si cada comunidad obrase por sí sola o si las comunidades compitiesen entre sí. En caso de que se haya tomado un acuerdo vinculante, para este período determinado valen las mismas reglas de la economía de equilibrio por regalo que en el interior de una comunidad: Quien tiene más, da más. Todos los clanes de las comunidades que cooperan lo respetan. Los elementos esenciales siguen siendo la transparencia de las actividades económicas y el honor que se merecen aquellos que regalan.
Si esto se logra, merece una fiesta en la que se celebra la propia acción de regalar, igual que lo hicieron las mujeres  hopi en Arizona en su cultura tradicional con el Give Away Festival, tirando los frutos de su agricultura y los productos de su artesanía a la multitud de los espectadores divertidos, que en parte ni siquiera pertenecían a su cultura matriarcal. Con esto regalaron, simbólicamente, al mundo entero.



3.      La práctica política matriarcal

En las sociedades matriarcales, la política no es un ámbito separado en el cual los partidos, parlamentos, senados, gremios y gobiernos actúan habitualmente como si las ciudadanas o ciudadanos no existieran. Cada cuatro años los redescubren, los contentan con eslóganes y esperan una decisión consistente en marcar una cruz en una papeleta de voto – como si fuesen analfabetos. En cuanto al contenido, no tienen nada que decir, resultando la democracia actual meramente formal. Las decisiones reales se toman en otro sitio, pero no por el pueblo.
En las sociedades matriarcales, en cambio, la  democracia directa perfecta regula todas las decisiones, y la política consiste en ser el asunto de cada persona, puesto que se fundamenta en el consenso estricto y en la unanimidad de todos los miembros de una determinada comunidad. Puede tratarse de la comunidad del clan en un hogar, la comunidad local de la aldea o la comunidad de la tribu en una región entera. El consenso se consigue siguiendo dos principios fundamentales: la limitación del tamaño  y la formación de consenso de manera estructurada.
La limitación del tamaño se refiere sobre todo a una población matriarcal, que no sobrepasa el tamaño máximo de tres mil personas. Pues cada poblado es una aldea-república autónoma. Más allá de este tamaño se pierde la transparencia y se hace imposible conseguir un consenso ya que la política de la tribu de una región se basa en las decisiones que se toman en las aldeas. En las distintas aldeas, a su vez, la política se basa en las decisiones de los diferentes clanes, y en éstos deciden todas las personas juntas. De esta manera, cada persona participa en el proceso, trátese de decisiones en el ámbito del clan, de la aldea o de la tribu.

La formación de consenso de manera estructurada

Este sistema es significativo, pues es la única democracia directa perfecta que funciona, y eso ocurre gracias a la invención de la formación de consenso de manera estructurada, que seguidamente paso a describir.
Cualquier política matriarcal se basa en el consejo del clan, que es la asamblea de todos los miembros adultos en un hogar. Los jóvenes cuentan a partir de los 13 años como miembros plenos del consejo. En él se hace la política real, de allí salen todas las decisiones y luego vuelven a él. Al principio discuten separados por géneros. Las mujeres hablan entre sí y encuentran su consenso sobre determinado asunto, los hombres hacen lo mismo por su lado. Es decir, las personas no aparecen como “individuos” neutros y asexuados en grupos difusamente mixtos. Las sociedades matriarcales actúan siendo conscientes del hecho de que el mundo consta de Dos: hombres y mujeres. Gracias a esta primera decisión tomada por separado no se pierde nunca la diferencia entre la perspectiva de las mujeres y aquella de los hombres, cosa común en el patriarcado. En éste las decisiones son tomadas para “todas las personas”, pero normalmente por los hombres y pensando en ellos, pues en el patriarcado únicamente el hombre vale como persona y la mujer es sólo una anomalía que tiene que someterse a lo “humano en general”.
Después de haber discutido por separado, las mujeres y hombres del clan se juntan y llegan a un consenso común. La matriarca dirige la asamblea del clan y ayuda con su consejo a encontrar el consenso. Su consejo es respetado, pues ella es la instancia más digna de confianza, pero al tomar la decisión tiene solamente un voto como todas las demás personas. Si se trata de una decisión referente sólo al clan, el procedimiento termina aquí, ningún consejo de aldea se mete en los asuntos del clan. Si se trata, sin embargo, de una decisión a nivel de la aldea, el procedimiento continúa.

Los consejos del clan, de la aldea y de la tribu

Cuando los diferentes clanes han llegado cada uno al consenso, envían a sus delegados al consejo de la aldea para que defiendan sus decisiones. Estos delegados pueden ser la misma matriarca o su hermano más prestigioso como representante elegido del clan, el sachem (“jefe de paz”), o los dos juntos –  respecto a esta cuestión se encuentran diferentes modalidades. Estos delegados, no obstante, son únicamente los portavoces del clan, y no pueden tomar decisiones, como es el caso de los diputados parlamentarios en nuestra democracia, donde los votantes delegan su voto en  aquellos, que luego tampoco pueden decidir gran cosa. En el matriarcado en cambio nadie delega nada en otros - ¡sería inimaginable!
En el consejo de la aldea, los delegados de los clanes se reúnen públicamente. Todos pueden escuchar y controlar lo que dicen los delegados, pero no todos hablan. El consejo de la aldea ya es demasiado grande para dar la palabra a todos y cada uno – para eso existe el consejo del clan. En el consejo de la aldea, los delegados se limitan a intercambiar la información de cómo han decidido los distintos clanes, nada más. Si hay consenso, entonces el procedimiento de toma de decisiones en el nivel de la aldea ha finalizado. Si resulta que todavía no hay consenso, los delegados vuelven a sus respectivos hogares y comunican el estado de las cosas. Ahora las deliberaciones empiezan de nuevo en los hogares, teniendo en cuenta las decisiones de los otros clanes, hasta que se encuentre un segundo consenso. Otra vez se reúnen los delegados en el consejo de la aldea para juntar y deliberar estas decisiones. Van y vienen como informantes entre los consejos de la aldea y del clan, tantas veces hasta que se haya encontrado la unanimidad de todos los clanes en el nivel de la aldea.
De la misma manera funciona el sistema en el nivel de la tribu: Si una decisión se refiere a toda la región de la tribu, las deliberaciones empiezan, igualmente, en los hogares de las distintas aldeas hasta que las aldeas hayan llegado a un consenso. Después, todas las  aldeas eligen  a sus portavoces, que en este nivel suelen ser hombres puesto que a veces tienen que realizar un largo viaje hasta llegar al consejo de la tribu, mientras que las mujeres no abandonan los hogares ni las tierras del clan, los centros más importantes de su sociedad. Los delegados de las aldeas se reúnen en el consejo de la tribu, pero igual que antes, no pueden tomar decisiones, sino que únicamente comunican a los demás los consensos de sus distintas aldeas. Si las decisiones no coinciden, vuelven a sus aldeas e informan al consejo de la aldea sobre el estado de las cosas. Los delegados de éste vuelven a sus casas, dan el informe, y las deliberaciones empiezan de nuevo en todos los clanes de todas las aldeas de la región. Los delegados de las aldeas van y vienen entre el consejo de la tribu y de la aldea, hasta que se haya encontrado el consenso de todos los clanes de todas las aldeas de la región. Los clanes son siempre la primera y la última instancia, pues en ellos la política retorna a los que verdaderamente toman las decisiones, es decir a cada individuo.
Por medio de esta estructura de formar consensos funciona la democracia directa matriarcal. La política matriarcal siempre es una política del consenso y no permite que se formen modelos de ejercer el poder. Un sexo no puede dominar sobre el otro,  tampoco se pueden formar clases, menos aún puede concentrarse el poder sobre los demás en manos de unos pocos (oligarquía) o de una única persona (monarquía).

Solución de conflictos

La política de consenso ya resuelve una serie de conflictos que sin ella estarían bastante extendidos. A pesar de eso, también aquí existen conflictos, pues los miembros de las sociedades matriarcales no son más que humanos con sus debilidades. Tienen, sin embargo, sus métodos específicos de resolverlos: En conflictos entre individuos, los otros miembros del clan ayudan a remediarlo, no hace falta que toda la aldea se ocupe del caso. En conflictos entre clanes, los otros clanes ayudan a resolverlos. Las sociedades matriarcales, además, conocen el “consejo de sabios” en los niveles de las aldeas y de la tribu, que reúne a los hombres y mujeres más mayores para mediar en situaciones de crisis y recordar los valores éticos de la comunidad. Por eso, el “consejo de sabios” es una especie de consejo de paz.
Si los conflictos entre los clanes resultasen, a pesar de todo, insuperables, no llegarían a una guerra civil como las sociedades patriarcales. El clan que quiere vivir de un modo diferente que la comunidad restante de la aldea se marcha y se asienta en  otro lugar de la región. Allí vive en una aldea propia según sus ideas, mientras que las relaciones amistosas con la aldea de origen se reanudan y se fomentan a través de visitas mutuas. La aldea o ciudad joven se entienden como “aldea filial” o “ciudad filial” frente a la “aldea materna” o la “ciudad materna”. Con estos conceptos se vuelven a anudar los lazos de parentesco simbólico según la matrilinealidad, lo que conduce a visitas regulares de honor de la gente de la “ciudad filial” a la de la “ciudad materna”.

Hoy: Política matriarcal en las nuevas comunidades

Una nueva comunidad puede ser considerada como aldea simbólica – en algunos casos forma una aldea real – y los grupos específicos en ella, que se han formado como comunidades de afinidad electiva de hermanas y hermanos, son los clanes simbólicos. Estos últimos forman una comunidad de trabajo y tienen un tesoro de clan común, es decir que tienen un interés y una responsabilidad comunes.
Una vez creada una estructura de este tipo, las ventajas de la política matriarcal de consenso pueden tener sus efectos. No es la asamblea general de la nueva comunidad la que tiene que decidir sobre todas y cada una de las cuestiones, sino que el consenso se forma de manera estructurada: Empieza en los grupos pequeños de los clanes simbólicos, cuyos miembros tienen una sólida base de confianza a causa de la afinidad electiva. Por eso es fácil mantener el principio de consenso. Aquí cada uno tiene la ocasión de hablar, a diferencia de una asamblea general, donde normalmente dominan los buenos oradores. Además, no tardan mucho en llegar a un consenso porque el tamaño del grupo es reducido.
Al mismo tiempo se ve que no todas las decisiones o todos los conflictos afectan a todos: Los asuntos personales y los del clan permanecen en el clan, los asuntos de la aldea, en la aldea. Además existe el nivel regional o suprarregional de las relaciones entre las “aldeas”, es decir entre las distintas comunidades.

Los consejos de los matri-clanes simbólicos, de las aldeas simbólicas y de la “tribu”

En los clanes, los consensos se forman primeramente por separado entre mujeres y entre hombres. Esto conviene sobre todo en la actualidad, porque se suele prestar poca o ninguna atención a la perspectiva de las mujeres. La matriarca elegida dirige el consejo de  mujeres del clan simbólico, y el sachem elegido (“jefe de paz”) el consejo de hombres. Después se unen las dos partes, y bajo la dirección común de la matriarca y del sachem el clan encuentra su consenso. Si se trata del nivel de la aldea o de la tribu, los delegados entran en función. No se recomienda que se elijan sólo mujeres o sólo hombres, porque esto serviría para alimentar antiguos o nuevos clichés de los roles de género. La mejor variante es que la matriarca y el sachem compartan la representación del clan en el consejo de la aldea, es decir la asamblea de la comunidad. De este modo se garantiza que la perspectiva diferente tanto de las mujeres como de los hombres se tenga en cuenta también en el consejo de la aldea.
En el consejo de la aldea o de la comunidad hablan únicamente los delegados de los clanes, pero todos escuchan. Eso de escuchar tiene una función importante, pues de esta manera se controla la política de los delegados para que se limiten a lo que es su deber: aportar información, sin tomar decisiones. Hoy en día no estamos acostumbrados a este sistema, pues a algunas personas les gusta bastante delegar la decisión y otros se apoderan de ella. Pero se puede aprender, practicándolo en las asambleas de la aldea, si, por un lado, se escucha con atención y, por otro (los delegados), se transmite el cometido. Igualmente se aprende a integrar todas las opiniones. Pues en cuanto la deliberación vuelve a los clanes, cada persona es invitada a tomar en consideración las opiniones de los otros clanes y a integrarlas en las propias. Si, al final, en la aldea se logra formar el consenso de manera estructurada, la ventaja es que todos los miembros de la comunidad “actúan como una persona” (dicho de los minangkabau). Se evitan, de esta manera, los conflictos derivados del comportamiento dominante y de los sentimientos de inferioridad, de los intentos de desintegración y de las pruebas de fuerza, así como de la formación de bandos y las intrigas.
Si se trata de las relaciones regionales o suprarregionales hacia otras comunidades, la formación del consenso se consigue de la misma manera: Del nivel del clan va al de la aldea, y de éste pasa al nivel regional. Igual que se procede entre los niveles de clan y de aldea a través de los delegados, así se hace entonces entre los niveles de la aldea y de la región a través de los delegados de las aldeas. Se recomienda que tampoco en este nivel se elijan los delegados de un solo sexo, sino mejor de los dos: Una matriarca y un sachem representan juntos la aldea o la comunidad entera en el consejo regional. Allí se encuentran con los delegados femeninos y masculinos de las otras comunidades para intercambiar informaciones.

Consejos específicos para la resolución de conflictos

También en las nuevas comunidades, el “consejo de sabios” es imprescindible para resolver conflictos entre los clanes. Las mujeres y los hombres mayores elegidos para integrar este consejo, a partir de los 50 años más o menos, ya no pueden participar en los consejos del clan o de la aldea, porque forman una tercera instancia que es independiente, el “consejo de sabios”. Sólo gracias a su no participación en las decisiones de los clanes o de las aldeas pueden fomentar la paz entre los clanes en caso de conflictos graves. Además, mantienen relaciones con las personas de los “consejos de sabios” de las otras comunidades y pueden aprender de sus experiencias para restablecer la paz, o transmitirles las suyas. Pueden, incluso, ser invitados a acudir al “consejo de sabios” de otra comunidad para colaborar como externos en la resolución de sus conflictos.
Al contrario de otros consejos, el “consejo de sabios” es “permeable”, es decir que no está limitado a la propia comunidad. Esto tiene una gran ventaja si en el nivel regional (o incluso suprarregional) las distintas comunidades intentan intercambiar ideas,  incorporar novedades o cooperar. Aquí los miembros del “consejo de sabios” pueden ofrecer inspiración, dar impulsos, o intermediar regionalmente y restablecer la paz.
Además es importante instalar en cada aldea o cada comunidad, específicamente, un “consejo de mujeres” y un “consejo de hombres”. De esa manera, los diferentes modos de ver las cosas de mujeres y hombres nunca se borran y se mantiene la diversidad de las perspectivas. En el “consejo de mujeres” o en el “consejo de hombres” se reúnen las mujeres o los hombres de una comunidad para intercambiar abiertamente sus pensamientos con sus  congéneres, para reflexionar conjuntamente y para evaluar determinadas ideas, temas o principios generales. Así se pueden asegurar con toda tranquilidad de sus diferentes modos de ver el mundo. Con todo esto, hay que decir que el “consejo de mujeres” o el “consejo de hombres”, o el “consejo de sabios”, no toman decisiones, sino que juegan el papel de encontrar ideas y dar impulsos. Sus pensamientos, no obstante, tienen influencia sobre las decisiones del consejo de clan.
Igual que el “consejo de sabios”, el “consejo de mujeres” y el “consejo de hombres” deben de ser permeables hacia el nivel supra-/regional, es decir que invitan a mujeres y hombres de otras comunidades y, a la inversa, son invitados por estos. De este modo, las ideas acerca de la situación específica del género permanecen presentes más allá de los límites de la propia comunidad. Pueden surgir y transmitirse ideas nuevas, y los modelos patriarcales tanto en los hombres y como en las mujeres pueden ser descubiertos y superados fácilmente. Esto también fomenta la paz.




4.      Espiritualidad y cultura matriarcales

No es totalmente correcto tratar “la espiritualidad y la cultura matriarcales” como último de los cuatro niveles de la sociedad. Es verdad que solemos considerar la economía como base de todo, lo que es correcto por un lado, pero no por otro: Las personas no abandonan viejos modelos  y relaciones y se ponen en camino hacia nuevas comunidades a causa de la economía, sino que las empuja la añoranza, la idea o la visión de un mundo más feliz. Las raíces de estas visiones son siempre profundamente espirituales, igual que sólo se pueden poner en práctica por fuerzas espirituales.
Se hace más justicia a la forma social matriarcal comenzando por su espiritualidad. Pues los matriarcados fueron y son sociedades sagradas, al contrario de las sociedades patriarcales de diversa índole que les siguieron, en las cuales – después de una primera irrupción del pensamiento militar-estratégico, profanándolo todo – se ha extendido lo profano en todos los ámbitos. Hoy en día se ha llegada a tal punto que “ya no hay nada sagrado”, mientras que en las sociedades matriarcales literalmente todo fue (o es) sagrado. Por eso, sin los conocimientos de la espiritualidad matriarcal no se pueden entender adecuadamente sus modelos sociales, ni tampoco los políticos o económicos. Es más: son imposibles sin esta espiritualidad profunda que lo penetra todo.

Otro concepto de lo divino

La razón por la que todo se considera sagrado se encuentra en el concepto inmanente de divinidad que tienen las culturas matriarcales. Para ellas no hay una deidad transcendente fuera del mundo, sino el mismo mundo es divino, y además femenino-divino. La representación de las dos diosas primordiales Cosmos y Tierra, extendida por todo el mundo, lo demuestra. Tales diosas primordiales cósmicas como creadoras del mundo son por ejemplo la egipcia Nut, que lo parió todo de sí misma, la pregriega Eurínome, que puso el huevo del mundo del cual salieron todas las cosas, o la tibetana Sa-trig er-sans, la “madre del espacio vacío”. También la Tierra se considera su hija, pero ésta , como madre primordial de todo lo vivo, también es una diosa primordial, como por ejemplo la prehelénica Gaia o Rea, la india Prithivi, la mediterránea Magna Mater, o la antiguo-europea Dana/Ana. Estas diosas primordiales reflejan la comprensión matriarcal  de que lo femenino lo abarca todo, una idea que volvemos a encontrar en la doctrina de la China antigua del “Tao” en forma de lo femenino que lo abarca todo.
Arropado por esta femeninidad que lo abarca todo, lo demás se desarrolla en polaridades dinámicas. Son pares polares, por ejemplo, la luz y la oscuridad, el verano y el invierno, el movimiento y el reposo, lo femenino y masculino concretos, y nos podemos imaginar sus actuaciones como la polaridad del “Yin-Yang” de la China clásica. En el matriarcado no se juzgan estas correspondencias complementarias – tal como se hizo luego en la filosofía patriarcal -  sino que el mundo es considerado intacto cuando las polaridades se encuentran en un equilibrio perfecto.

La vida cotidiana y los días festivos en un “mundo sagrado”

Ya que todos los elementos y seres son de origen divino, todos son sagrados. ¿Qué significa esto en la vida cotidiana? ¿Cómo se vive en una sociedad en la cual todo es sagrado? No existe una separación tan nítida como estamos acostumbrados entre la “vida cotidiana”, cuando la gente trabaja, y los “días festivos” cuando se reza. En el matriarcado, cada actividad cotidiana, como por ejemplo sembrar, recolectar, cocinar, tejer, viajar es al mismo tiempo un ritual con sentido profundo, y cada objeto de uso práctico como, por ejemplo, un arado, un huso, un recipiente para guardar cosas, el hogar,  tiene al mismo tiempo un significado simbólico. El trabajo es al mismo tiempo un rezo y no se considera “duro, difícil o alienante”, pues no sirve para ganar dinero o plusvalía.
Estos actos rituales que se realizan permanentemente se amplifican a grandes ceremonias y a escenificaciones del culto en los días festivos, en los cuales la aldea o la ciudad enteras toman parte. No se celebra nada más de lo que, de todos modos, está presente en la vida cotidiana. Las personas matriarcales no celebran dioses transcendentes, jerarquías de espíritus invisibles o santos que se encuentran muy por encima de las personas normales, sino la diversidad del mundo concreto y a sí mismas en medio de éste. Celebran lo que hay a su alrededor y lo que ellas mismas son y hacen. Por eso, su actuación espiritual penetra la vida cotidiana del mismo modo que las fiestas, sólo que tiene a veces cimas y otras veces valles, igual que un movimiento ondulatorio.

Fiestas matriarcales: Espejo de la naturaleza y de la sociedad

De todo ello se desprende que la espiritualidad matriarcal no es nada abstracto, no conoce libros sagrados, dogmas ni teologías. Tiene una vida concreta en las fiestas matriarcales en las cuales se puede ver todo lo qué significa. Estas fiestas cuentan con una gran riqueza espiritual y ostentan una enorme complejidad en sus rituales y ceremonias. Representan la parte esencial de cada comunidad de aldea, ciudad o tribu porque son una imagen, un reflejo o un libro ilustrado de todas sus relaciones vitales, por ejemplo de su orden social respecto a los géneros, las generaciones o los clanes, de su economía, cronología e historia y – algo muy importante – de su relación con la naturaleza, pues la naturaleza es la diosa.
Por consiguiente, las grandes fiestas en el ciclo estacional, en las cuales se celebra la manifestación de la naturaleza en su transformación permanente, entendida como el cosmos y la tierra, son fundamentales. La diosa naturaleza se personifica en las sacerdotisas o chamanas. En el ámbito cultural de Oriento Próximo, del Mediterráneo o de Europa, aparece más frecuentemente como la triple diosa en sus diferentes aspectos: en primavera viene como la joven Diosa Blanca, la señora del cielo, y trae la luz y la vida nueva. En verano aparece como la Diosa Roja en plena flor, la señora de la tierra y del mar, y regala el amor y la fertilidad. En otoño se presenta como la Diosa Negra, la anciana sabia, la señora del inframundo, y devuelve la vida a las profundidades, donde la transforma, y la vuelve a elevar en la reencarnación en  invierno. Estas imágenes contienen al mismo tiempo el ciclo del año y el ciclo de la vida; este último no se entiende como lineal, sino en el cambio cíclico de vida-muerte-vida, igual que los ciclos del año. Además, transmiten la idea del mundo como tripartito, dividido en cielo, tierra y inframundo.[7]
En estas fiestas las personas no sólo celebran la naturaleza, sino también a sí mismas, los sexos y las generaciones, que son igualmente manifestaciones de lo divino: En las fiestas primaverales se celebran sobre todo los niños y jóvenes, pues en cada niña habita la Diosa Blanca y en cada niño su hermano celeste. En las fiestas estivales, son honradas las mujeres adultas, porque en cada una de ellas aparece la Diosa Roja, y en cada hombre adulto está su pareja, el amante o heros de la diosa.[8] En otoño son las ancianas las que se veneran como la manifestación de la Diosa Negra, pues participan en su magia, arte médico y sabiduría, y con ellas se celebran los ancianos, los hermanos de estas madres de clan, como los bondadosos protectores y guardianes del clan. Siguen las grandes fiestas para las y los antepasados, pues también aquellos que viven en el mundo de los muertos pertenecen al clan y les dan su bendición a los miembros vivos. Según las creencias matriarcales, más tarde vuelven a su clan reencarnados en niños y también éstos son celebrados. De esta manera se manifiestan las diferentes cualidades de los sexos y las generaciones, sus diferentes “funciones”. A través de esto se muestra el orden social matriarcal como una comunidad estructurada por diferencias naturales, que no conoce ninguna jerarquía ni una inadecuada igualación colectiva. Está alejado de ambos extremos porque son modelos patriarcales. Al mismo tiempo, se manifiesta la estructura de los clanes entre sí, pues a menudo los diferentes clanes de una sociedad matriarcal tienen la responsabilidad y dirección de una de las grandes fiestas estacionales. Con eso se forman redes espirituales que representan un modelo espiritual de la aldea o la ciudad entera.

Fiestas matriarcales: Calendario y libro de historia

La economía matriarcal también queda patente en las fiestas, tanto simbólica como prácticamente. En la práctica se trata de unas fiestas que son el motor de la economía matriarcal del regalo. Simbólicamente reflejan todas las actividades económicas que se realizan en la vida cotidiana ritualmente, pues las grandes fiestas estacionales son al mismo tiempo fiestas de la siembra, de la germinación y del crecimiento, del marchitamiento y de la cosecha. De este modo representan un calendario agrario que se basa en la observación astronómica de los movimientos del sol, la luna y los astros. En esta economía se mezclan también elementos pastoriles y comerciales, pues la economía matriarcal no fue meramente agraria. En las fiestas, dichos elementos se reflejan, por ejemplo, en las celebraciones del nacimiento de las crías, de la subida o bajada del ganado a los pastos, también en la matanza ritual de algunos animales en otoño. Asimismo, los viajes comerciales no fueron nunca meramente profanos sino al mismo tiempo eran peregrinaciones espirituales.
Las personas matriarcales no necesitan libros de historia, pues pueden leer su historia, que es la de sus clanes, de sus reinas fundadoras y sus héroes culturales, en sus fiestas. En ellas estos sucesos son representados en escenificaciones simbólicas del  destino de sus madres de tribu y sus antepasados. No es para nada aburrido enseñar la historia de esta forma, todo lo contrario, es variada, dramática, turbulenta y se permite a todos intervenir. De esa manera, la historia no es solamente el pasado, sino que se renueva permanentemente, pues está sucediendo en el aquí y ahora de los actores rituales. También se escenifican los sucesos de historia cultural, como por ejemplo las intrusiones patriarcales, que por suerte se solucionaron mediante compromisos políticos como, por ejemplo, la irrupción del hinduismo en la cultura del pueblo matriarcal de los newar (Nepal) o las intrusiones de los blancos en culturas de tribus matriarcales de indios norteamericanos, por ejemplo los hopi.
Llama la atención la gran tolerancia que distingue la espiritualidad matriarcal. Ya que la diosa primordial Tierra, la madre de todos los pueblos, es llamada la “Una con las mil caras”, es lógico que sea venerada en mil formas concretas. Así por ejemplo, un pueblo de las montañas la venera como diosa de montaña y un pueblo del mar como diosa del mar. En esta diversidad, que se entiende como riqueza, la conciencia de la unidad de la diosa primordial, sin embargo, no se pierde. Pero esa unidad no es abstracta – la tierra es una diosa para mirar y tocar. Así que nadie tiene que misionar a los demás y forzarlos a creer en un concepto de unidad o deidad única. Un pueblo matriarcal de las montañas no vería sentido en convertir a un pueblo del mar a su diosa de montaña. La tolerancia matriarcal va tan lejos que incluso dioses de religiones patriarcales fueron amablemente integrados, como por ejemplo Jesús y María, porque los misioneros lo quisieron. La exigencia de exclusividad cristiana, sin embargo, se perdió de este modo, porque las personas matriarcales no la entienden.

La tolerancia matriarcal hoy en día

Creo que la tolerancia matriarcal se ha extendido en los movimientos y comunidades alternativos desde hace mucho aunque no se la menciona expresamente. Muchas personas se han apartado de las doctrinas religiosas que pretenden poseer la verdad absoluta o el camino único hacia la iluminación. Además, las grandes religiones tradicionales han perdido su credibilidad porque pactaron durante demasiado tiempo con el poder estatal. Tales orientaciones religiosas son en mayor o menor grado patriarcales.
La espiritualidad matriarcal en cambio no es una religión o doctrina, pues nadie tiene que “creer” en nada, sino que es la celebración permanente de la vida y del mundo. Para darle expresión, se fue creando, a lo largo de milenios de desarrollo cultural humano, un lenguaje variado y diferenciado de símbolos, que todos los simbolismos religiosos siguientes aprovecharon. Este lenguaje simbólico no exige ninguna “creencia”, pues se explica por sí mismo – ya que es el retrato del cosmos y de la tierra.
Este lenguaje sería igualmente apropiado dar expresión espiritual a la tolerancia matriarcal de las nuevas comunidades.¿Por qué no celebrar conjuntamente el hecho de que existen muchas visiones, muchos ideales y caminos espirituales que se siguen actualmente? Al fin y al cabo, esta diversidad representa un tesoro espiritual que puede estar presente en una única comunidad. Por consiguiente será una razón para organizar una fiesta y celebrar a aquellos que, por ejemplo, son budistas-zen, o que quieren a los ángeles, y aquellos que son o van a ser chamanes o chamanas sabios, etc. Se haría visible una gran abundancia de caminos espirituales, en los cuales todos pueden participar alegremente durante la fiesta sin desconfiar mutuamente y desmarcarse. Sólo las exigencias de exclusividad y el empeño misionero ya no son posibles.

Hoy en día: La fiesta como centro de la vida de la comunidad

También la espiritualidad de la vida cotidiana vuelve a ser practicada en los movimientos comunidades alternativos, y se celebran bonitas fiestas comunitarias. Permítanme hacer unas sugerencias que muestran posibilidades que se nos abren a través del empleo del lenguaje simbólico matriarcal en su profundidad y sabiduría.[9] Con él es posible retratar la complejidad  de todas las relaciones vitales de los individuos, en especial de clanes simbólicos y nuevas comunidades, y con eso, las fiestas se convertirían en grandes  eventos espirituales y en un centro creativo y regenerador de los nuevos clanes y comunidades. Lo quiero comentar más detalladamente:
Además de la riqueza espiritual de las personas se puede hacer visible también la riqueza de sus relaciones sociales y de las distintas etapas de la vida. De este modo se celebra la fuerza o la energía específicas de cada sexo y de cada generación, que refleja su divinidad y expresa sus “funciones” distintivas. Por ejemplo, la función de los niños y jóvenes es la vivacidad y el dinamismo - ¿por qué no celebrar a las niñas y los niños en la figura de la Diosa Blanca y su hermano celeste en el centro de una fiesta especial? Se realiza con las correspondientes escenas simbólicas de la cultura matriarcal, con trajes bonitos, música y baile y con todo lo que da alegría. Analógicamente en otra fiesta, en la cual las mujeres adultas son celebradas como la manifestación de la Diosa Roja, en su función de regalar el amor y la vida y establecer todos los enlaces sociales. Puede ser, al mismo tiempo, la fiesta de los hombres adultos en su función de amantes de las mujeres y co-creadores de la vida y la comunidad.  Y de forma análoga, en otra fiesta son veneradas las mujeres mayores y las ancianas en su función de poseer la orientación y la sabiduría de la Diosa Negra, que aparece a través de ellas, así como los hombres mayores y los ancianos en su función de ser los protectores y ayudantes de la comunidad. Son imágenes diferentes a las que conocemos del patriarcado. Vivirlas en una fiesta comunitaria trae consigo notables cambios, pues con la “función” aparece la esencia divina en cada uno. Las personas empiezan a verse mutuamente en un contexto espiritual, y de esa manera es posible desempeñar la función específica de los distintos sexos y generaciones también en la vida cotidiana. 
Así , además,  la estructura de una comunidad empieza a hacerse visible poco a poco. Pues todo este sistema se debe retratar y celebrar, de forma análoga a la “estructura del clan” en una sociedad matriarcal. Esto puede ser muy aclaratorio y poner en marcha una dinámica positiva, puesto que  las estructuras confusas no se pueden retratar, las clarificadas, al contrario, muy bien. Además, tenemos que encontrar una imagen global de la estructura de la comunidad si queremos representarla en una celebración. Semejante retrato general, conocido por el lenguaje simbólico matriarcal, tiene la tendencia de integrar, pues de partes separadas o escindidas no se obtiene ninguna imagen. De esa manera, a través de este trabajo creativo, generando una imagen integral, se podría poner en marcha una dinámica integradora en una comunidad, cosa que no sucede a través de discusiones teórico-morales sino a través del juego creativo. Este aspecto general, además, no es fijo y puede variar de una fiesta a otra, según los cambios de la realidad retratada o de la visión que todos tienen de ella. Pero siempre revela un fuerte efecto cargado de comprensión y creando vínculos, lo que perdura después de la fiesta.

La historia específica y el rostro local de la tierra

¿Qué ocurre con la celebración de la historia de las comunidades alternativas? Esta específica y única historia de cada comunidad es tan importante para la formación de identidad de los miembros que debería ser celebrada en imágenes lo más frecuente posible. De este modo, aquellos que han llegado más tarde, y también los niños y los de fuera, la pueden entender mejor, pues se ilustra mediante la representación escénica. Al mismo tiempo se veneran las fundadoras y los fundadores, sin importar si todavía viven o si se han convertido ya en antepasadas y antepasados de la comunidad. Cuando esta historia se acerca al presente y llega a la actualidad, todos se convierten en actores de la representación escénica, pues en este momento son los portadores de la historia.
¿Qué ocurre con la celebración de la economía? ¿Es ésta solamente el ámbito del trabajo, del exceso de trabajo, de la escasez de medios o de las preocupaciones? Su representación forma una parte relevante de las grandes fiestas, sea que se alabe la cosecha o un regalo patrocinador, sea que se representen y se celebren las distintas artesanías individuales o capacidades profesionales. Lo que se hace visible, seguramente, no es la escasez sino la abundancia.
¿Qué ocurre con la tierra, cuyo lugar determinado en un paisaje local es la base para la comunidad que allí vive y celebra la fiesta? ¿Y el cielo, cuya luz cambiante determina los fenómenos estacionales en este lugar concreto de la tierra? El cosmos y la tierra en general y este lugar concreto en especial, el “rostro local” de la tierra, merecen las fiestas más bellas. No nos podemos unir en nuestro espíritu, alma y cuerpo con la tierra, si no la celebramos retratando sus imágenes que cambian en las estaciones, tal como lo hacen los pueblos matriarcales. La tocamos cariñosamente, la embellecemos apareciendo sobre ella luciendo bonitos trajes festivos, la alabamos y le “hacemos recordarse a sí misma” mirándola. Pues a través de nosotros, “la naturaleza se mira a sí misma”.[10] Esto es el diálogo con la diosa alrededor de nosotros y dentro de nosotros. Sostenerlo desemboca en un “nuevo encantamiento del mundo”, que es solamente otra expresión para volver a sacralizar el mundo.



5.      Reflexiones para una sociedad matriarcal moderna

Hasta aquí en las contribuciones de esta serie he presentado el orden social, la economía, la política, la espiritualidad y la cultura de las sociedades matriarcales. He descrito cómo estos modelos se pueden transponer como microestructuras a nuevas comunidades creativas que nacen desde movimientos alternativos. Se trata de amplificar estos pensamientos desde el nivel de la comunidad hasta el nivel de la sociedad como macroestructura, a modo de esbozo de un nuevo modelo social. No es el resultado de un abstracto “juego con perlas de vidrio” filosófico como pura utopía, sino que se fundamenta en los conocimientos de una forma social vivida durante milenios y reanuda esta experiencia de la historia humana. Al mismo tiempo se refiere a los problemas y calamidades de la presente situación social. Diariamente se destrozan relaciones sociales y culturas y se pierden valores sólidos, y en consecuencia cada vez más personas se ven reducidas a la miseria.

Acerca de la escala: El papel de la región

Pensando en una sociedad matriarcal tenemos que despedirnos de la idea actual de sociedad. El concepto “sociedad” significa para nosotros un recipiente que contiene las personas más diversas, grupos de intereses e instituciones, que son extraños entre sí y que compiten por el poder en el estado. A menudo se equipara “sociedad” con “estado”, y los estados, hoy en día, tienen la dimensión de estados nacionales o de superpotencias. El hecho de que se admira la magnitud tiene que ver con la ideología patriarcal del poder, de expansión y de formación de imperios (globales).
En el modelo social matriarcal, el tamaño en sí no es un valor. Tienen preferencia unidades menores,  que posibiliten una política transparente y cercana a las personas. No deben ser  tan grandes que las personas ya no las comprendan y no puedan participar en sus decisiones, caso de los modernos estados y superestados. Tampoco deben ser tan pequeñas que el abastecimiento y la diversidad de artes y oficios no estén asegurados. Esta dimensión ideal la tiene la región.  Las fronteras de una región no son arbitrarias como las fronteras estatales, sino que se determinan por las características y particularidades del paisaje y por las tradiciones culturales. Una sociedad matriarcal no excede su región y es una red de aldeas y ciudades pequeñas, sin jerarquía entre las ciudades y aldeas, ni ningún centralismo, pues cada población es políticamente autónoma. Son repúblicas de aldea o de ciudad, independientes las unas de las otras.
Tal aldea-república se compone de uno o unos pocos clanes de afinidad electiva, los clanes simbólicos, que se organizan según los modelos que he descrito. Una ciudad-república está compuesta de diferentes barrios que se comportan como una “aldea”, pues se componen de unos pocos clanes simbólicos. Con esto la transparencia está garantizada. Esto también limita el tamaño de la ciudad, que ya no tiene nada que ver con las ciudades gigantescas, que son una aglomeración casual de unos individuos agresivos, más o menos desarraigados y extraños entre sí multiplicados por millones. Una ciudad matriarcal es, en cambio, una estructura bien ordenada, pues no solamente los clanes simbólicos de los distintos barrios tienen relaciones políticas mutuas sino también los diferentes barrios, funcionando según los modelos de la política de consenso.

Política de consenso en la sociedad

Al formar una decisión, los modelos de la política de consenso matriarcal incluyen a cada persona y sólo permiten acuerdos por unanimidad. Son estos modelos los que determinan la dimensión de una sociedad matriarcal así como la estructura de las repúblicas de aldea y de ciudad. Pues la política de consenso se fundamenta en la cercanía de las personas y en la más estricta transparencia.
La política real se hace en los clanes simbólicos. En ellos, todas las personas conviven por afinidad electiva y no como extraños competidores. De aquí salen las decisiones, y aquí vuelven las deliberaciones hasta que se encuentre la unanimidad también en los niveles más amplios. Cuando una aldea-república busca su consenso, empiezan en los clanes simbólicos, y el consenso se entiende como encontrado cuando los miembros de todos los clanes simbólicos han llegado a una decisión unánime, es decir, cuando todos los clanes simbólicos comparten la misma opinión. Con este fin, los delegados de los diferentes clanes simbólicos intercambian permanentemente información acerca del estado de las cosas en el consejo de la aldea, y de esa manera ayudan a encontrar el consenso. Cuando los clanes simbólicos de los barrios forman su consenso, actúan analógicamente.
Si se trata de una formación de consenso en el ámbito de ciudad, el procedimiento se hace más complejo todavía: Ahora los delegados de los barrios se reúnen en el consejo de la ciudad e intercambian las informaciones. Si no se ha llegado al consenso, vuelven al consejo del barrio e informan allí a los delegados de los diferentes clanes simbólicos que, a su vez, vuelven a sus clanes simbólicos para que el asunto se reflexione de nuevo. Así van y vienen hasta haber encontrado el consenso en el nivel de la urbe. Buscando un consenso en la región el proceso vuelve a comenzar en los diferentes clanes simbólicos.  Este proceso se transmite a través de los delegados de las diferentes aldeas y ciudades al consejo de la región, y va y vuelve las veces necesarias hasta que se haya logrado el consenso en toda la región.
Es evidente que, con este procedimiento, la política de consenso como unanimidad de todos los miembros no se puede manejar más allá del tamaño de una región. Por eso, la región es la unidad política más grande. Todo que lo supera ya no corresponde a la medida humana. Obra contra los individuos humanos y los convierte en objetos y números que ya no tienen voz, como es el caso en las formaciones estatales centralizadas y demasiado grandes. Hay que comprender que la medida humana es limitada y relativamente pequeña. Cuando algún día valga de nuevo como referencia, ya no admitirá la gigantomanía actual, que imparable tiende de lo grande hacia lo cada vez mayor.

La base económica: El modelo de subsistencia

La unidad económica más grande es también la región puesto que la economía matriarcal es, por principio, una economía de subsistencia que funciona con autarquía local. Los productos se cultivan en las huertas y los campos que rodean las aldeas y pequeñas ciudades y son llevados a los mercados locales que garantizan el abastecimiento local. Es decir que no solamente las aldeas sino también las ciudades son poblaciones agrarias que dependen de su entorno. Éste tiene límites, por eso el tamaño de una ciudad es limitado. Ya sólo desde el punto de vista económico, en una sociedad matriarcal no pueden existir las ciudades gigantescas que explotan como vampiros su llamado “hinterland”, lo exprimen, lo convierten en una provincia pobre y, por si fuera poco, transportan sus mercancías de lujo por todo el mundo en aviones.
La economía de subsistencia es el único sistema económico que puede poner fin a la explotación desenfrenada de nuestro planeta. Hoy en día es practicada todavía, mayoritariamente, en los países del llamado “tercer mundo”, especialmente en la horticultura de las campesinas que de esta manera alimentan a sus familias. Es resistente contra la comercialización de la agricultura en el agro-business global de las multinacionales alimentarias, que devastan regiones enteras con sus plantaciones. La economía de subsistencia se lleva a cabo a una escala limitada y se realiza mediante el trabajo manual intensivo, cuidando de la tierra. Tiene la medida humana y no la de las máquinas.
En el nivel social, la economía de subsistencia significa que las aldeas y ciudades se alimentan de manera autárquica. Esto no supone que cada mujer tenga que convertirse en horticultora o cada hombre en agricultor. La diferenciación en especialidades profesionales se mantiene, especialmente en las ciudades. En los mercados de las aldeas y de las ciudades existe el comercio local. Además, hay una red de mercados en la región, en los cuales también se intercambian alimentos y productos artesanales. Pues  la región es la unidad de abastecimiento más grande. Permite no sólo el intercambio de productos especializados, sino que ofrece también protección en caso de dificultades locales de abastecimiento.
 Es evidente, sin embargo, que la dimensión del derroche actual en las llamadas “naciones industriales” por un lado, y la depauperación galopante en los países del llamado “tercer mundo” por otro, ya no son sostenibles en este sistema económico. La economía de subsistencia reduce el consumo hasta llegar al nivel que la región es capaz de asumir. De este modo el tren de vida se hace más modesto. Esto es ecológico en su mejor sentido, pues como consecuencia de esta limitación, el paisaje tiene que ser tratado con cuidado. Al mismo tiempo es una política global en su mejor sentido, pues en los países pobres, las personas se quedan con los productos que obtienen de sus regiones, sin estar obligados a pagar impuestos, deudas o intereses a ningún inversor capitalista. De este modo, el mundo se puede volver a una medida normal, que es la medida limitada humana.

El doble rostro de la sociedad

La humanidad se compone de Dos, de hombres y mujeres. Todas las sociedades matriarcales han tenido en cuenta este hecho fundamental, creando un orden social de una igualdad complementaria y un equilibrio perfecto entre los sexos. Una sociedad matriarcal moderna está organizada de la misma manera. Ningún género puede decidir por el otro o amoldarlo según sus ideas, y ningún jefe ni jefa toma las decisiones personales por nadie. No sería posible en la política matriarcal de consenso.
En todos los ámbitos de la sociedad, las mujeres y los hombres están representados por partes iguales. En la política matriarcal, una mujer y un hombre, la matriarca y el sachem (“jefe de paz”), siempre representan juntos al clan hacia fuera, en su función de portavoces elegidos. Lo mismo ocurre en los niveles más amplios de aldea, ciudad y región: los portavoces de la aldea, de la ciudad o de la región son en cada caso una mujer y un hombre. Sólo pueden actuar conjuntamente, pues representan el doble rostro de la sociedad. Esto no vale sólo en el ámbito político, sino en todos los ámbitos de la sociedad: trátese de las funciones económicas o de las espirituales, o de grupos y gremios específicos de artesanía, artes o ciencias. Cada cargo es representado por una mujer y un hombre al mismo tiempo, es decir que está representado dos veces. Estos representantes se comportan mutuamente como “hermana” y “hermano” en el sentido de una afinidad electiva espiritual en el cargo. Una actitud fraternal guía sus actuaciones conjuntas. Solamente las mujeres del clan, de la aldea, de la ciudad o del gremio eligen a la representante femenina, mientras que los hombres eligen al representante masculino. Así que tanto las mujeres como los hombres están representados en todos los sitios. En este modelo se evita pasar por alto a un sexo y los sexos tampoco entran en competencia para conseguir ciertas posiciones.
Está claro que los representantes matriarcales sólo son delegados y no pueden tomar decisiones. Son elegidos porque son capaces de resolver problemas, generar confianza e integrar diversidades. La misma modalidad electoral excluye la formación de jerarquías en las cuales unas personas convierten su posición en duradera. Por otro lado, aquí no existe el principio de rotación como otro extremo, fruto del miedo a la formación de jerarquías. Pues el principio de elegir a las personas más idóneas permite la reelección múltiple de una persona competente en tanto que sus capacidades personales sirven al bienestar del grupo elector. El criterio es su capacidad, que tienen que probar siempre de nuevo, pues no hay privilegios.
Con todo esto, la cercanía personal y la transparencia juegan un papel muy importante puesto que los representantes son conocidos y elegidos directamente. De la misma manera, todos los miembros supervisan el equilibrio entre los géneros directamente. Por eso, el orden social no permite una organización que supere la región, pues más allá el trato personal y el control ya no son posibles.

Espiritualidad y cultura en la sociedad

La espiritualidad es la fuerza que une todas las partes y actividades en una sociedad matriarcal. Su expresión viva son las fiestas matriarcales, en las cuales todo es celebrado: Los ciclos vitales de las distintas personas, los sucesos significativos en el clan simbólico o en la aldea, el barrio o la ciudad, así como las estaciones de la naturaleza, que se celebran en las grandes fiestas populares. La espiritualidad matriarcal es la expresión artístico-mágica de su concepto del mundo y de la sociedad.
Es una espiritualidad no institucionalizada y, por consiguiente, libre. Sin embargo, no es discrecional. Tiene una base vinculante para todos: la tierra, que porta todo, y el flujo de la vida, que lo penetra todo. El mundo visible es divino, es la Gran Diosa con sus mil caras. De tal manera, cada clan simbólico, cada aldea, cada ciudad tendrá sus ceremonias específicas que se desarrollan a partir de su propia tradición, además de las fiestas comunes de las estaciones. De esto surge un mosaico rico en culturas locales. No obstante, la cultura no puede ser nunca un objeto de consumo porque todos participan en el acto creador.
Los valores espirituales se extienden por toda la sociedad: La veneración de la diosa Tierra determina la economía, y el respeto a la diversidad de las personas, la política. Estos valores traspasan las fronteras de una sociedad matriarcal, de una región. Aunque una sociedad matriarcal estructuralmente sólo se puede constituir como región, establece, no obstante, relaciones amigables con otras regiones. Estas relaciones son meramente espirituales y se expresan por medio de símbolos. Si por ejemplo unas regiones establecieran tales relaciones hacia las cuatro direcciones, se podrían llamar “Región del sol saliente” (este), “Región del sol en el cenit” (sur), “Región del sol poniente” (oeste), “Región de las estrellas eternas” (norte). De esta manera, se refieren simbólicamente las unas a las otras y anudan una relación espiritual. Por eso son “regiones-hermanas”. La relación se afianza con visitas mutuas y fiestas suprarregionales que retratan su orden simbólico. En estas ocasiones intercambian regalos que se componen de productos o artes específicos de la región. De este modo se desarrolla libremente una red horizontal entre las regiones, que es completamente opuesta al orden centralista y jerárquico de los estados.
En la era de la moderna tecnología de comunicaciones, estas relaciones espirituales no se limitan necesariamente a regiones vecinas, sino que pueden enlazar continentes. ¿Por qué una región matriarcal en Alemania no puede tener una “región-hermana” en India, una en Japón, una en Estados Unidos y una en África? No hay límites para tales relaciones. Las visitas tendrán lugar más bien por internet, y a una fiesta conjunta le precederán largos viajes, por lo cual no serán muy frecuentes. De esta manera surgen redes globales entre regiones.
¿Una relación como la descrita puede ser llamada “estado” matriarcal, o el concepto de “estado” ya no es necesario? Para describir una sociedad matriarcal moderna, este concepto es innecesario, pues se trata de una sociedad bien estructurada que funciona estupendamente sin estado ni ejercicio del poder.


(traducción:  Susanne Schmidt)

Dr. Heide Goettner-Abendroth


born in Thuringia, Germany, in 1941, is a mother and a grandmother. She earned her Ph.D. in philosophy of science at the University of Munich where she taught for ten years (1973-1983).

She has published extensively on philosophy of science, in addition to various books on matriarchal society and culture, and through her lifelong research on matriarchal societies has become a founder of Modern Matriarchal Studies.                                                   

In 1986, she founded the “International ACADEMY HAGIA for Matriarchal Studies and Matriarchal Spirituality” in Germany, and since then has been its director.                            She has also been visiting professor at the University of Montreal in Canada, and the University of Innsbruck in Austria. She lectured extensively at home and abroad.

In 2003, she organized and guided the “1st World Congress on Matriarchal Studies” in Luxembourg; in 2005, the “2nd World Congress on Matriarchal Studies” in San Marcos, Texas; and in 2011, a major conference on Matriarchal Politics in Switzerland.

In 2005, she was elected by the international initiative “1000 Peace Women Across the Globe” as a nominee for the Nobel Peace Prize. In 2012, she received an award for her scholarship at the “Women and Mythology” conference in San Francisco.






[1]Heide Göttner-Abendroth: Das Matriarchat
-t.I. Geschichte seiner Erforschung
-t.II,1. Stammesgesellschaften in Ostasien, Indonesien, Ozeanien
-t.II,2. Stammesgesellschaften in Amerika, Indien, Afrika
Kohlhammer–Verlag, Stuttgart 1989 – 2000. 

[2] Heide Göttner-Abendroth (Ed.): Gesellschaft in Balance. Dokumentation des 1. Weltkongresses für    Matriarchatsforschung Luxemburg 2003, Edition Hagia y Verlag Kohlhammer, Stuttgart 2006.
[3] Genevieve Vaughan:
For Giving. A Feminist Criticism of Exchange, Plain View Press and Anomaly Press, Austin 1997-2002.
The Gift, A Feminist Analysis (Ed.),   Athanor book, Meltemi editore, Roma 2004.
Women and the Gift Economy (Ed.), Inanna Publications, Toronto/Canada 2007.
[4] Veronika Bennholdt-Thomsen:
Eine Kuh für Hillary. Die Subsistenzperspektive (ed. Bennholdt-Thomsen/Mies), München 1997.
Frauen Wirtschaft. Juchitán – Mexikos Stadt der Frauen (ed. Bennholdt-Thomsen/Müser/Suhan), München 2000.
There is an alternative: Subsistence and Worldwide Resistence to Corporate Globalization (ed.), London/New York 2001.
[5] Expresión de la filósofa italiana Luisa Muraro.
[6] Véase como ejemplo la economía de las fiestas de mérito de las mujeres mayores en Juchitán, México, descrito por Veronika Bennholdt-Thomsen: Juchitán, la ciudad de las mujeres, Instituto Oaxaqueño de las Culturas, Oaxaca 1997 (1ª ed. en alemán, 1994)
[7] Véase Heide Göttner-Abendroth: Die Göttin und ihr Heros. Die matriarchalen Religionen in Mythen, Märchen, Dichtung, Verlag Frauenoffensive, München 1989-1997
[8] Nota: Sólo hablo de “heros” en el sentido de una figura conocida de la historia de las religiones. No se debe confundir con el “héroe”, cosa, por desgracia, frecuente. El heros tiene su origen en un contexto matriarcal, y la palabra se deriva de la Gran Diosa “Hera”, igual que todos los nombres matriarcales de héroes son variantes de nombres de diosas. El “héroe” en cambio es una figura patriarcal de un contexto que glorifica lo militar.
La palabra “heros cultural” es un término técnico. Diversos mitos matriarcales le presentan como alguien que ha introducido por primera vez determinados rituales y ceremonias o también artes y técnicas en su tribu o clan. Por eso es venerado como antepasado espiritual.
[9] Heide Göttner-Abendroth, a lo largo de los muchos años de su investigación del matriarcado, ha ido encontrando cada vez más elementos del lenguaje matriarcal de símbolos y formas de las fiestas. Este lenguaje se ha recuperado y se cultiva en las “fiestas de misterios matriarcales”, que se celebran en la academia HAGIA desde el año 1983.
Todos los interesados que quieran aprender este lenguaje simbólico pueden participar en ellas. También es posible preguntar en la academia HAGIA por un acompañamiento para grandes fiestas en comunidades que quieren utilizar este lenguaje simbólico.
[10] Citado según el filósofo de naturaleza Schelling.

No hay comentarios:

Publicar un comentario