Principios y
práctica
de la política
matriarcal
Heide Goettner-Abendroth
¿Por
qué investigación matriarcal?
Llevo toda mi vida ocupada con el estudio de la
forma social matriarcal en el presente y en el pasado y de esa manera me he convertido en la fundadora de la investigación moderna del
matriarcado.[1] No se trata de un
fenómeno exótico de poca importancia, al contrario: saca a la luz un
conocimiento de modelos sociales, políticos
y culturales no patriarcales, fundamentalmente
igualitarios, conocimiento que necesitamos urgentemente en esta fase
globalmente destructiva del patriarcado tardío. En su largo recorrido histórico
y en los últimos ejemplos aún existentes hoy en día, los matriarcados han sido
sociedades que han pasado sin dominación, sin jerarquía y sin operaciones
guerreras en forma de matanzas organizadas. Especialmente no conocen la
violencia contra mujeres y niños, de la que las sociedades patriarcales de toda
la tierra están desbordadas.
La cultura social y espiritual de los matriarcados
se basa en el principio de que la humanidad consta de Dos, dos sexos
equivalentes. De esto los pensadores patriarcales están muy alejados, y por
desgracia también los nuevos filósofos culturales. Ellos expresan ideas en
nombre de toda la humanidad que, sin embargo, tienen sus orígenes en modelos de
la vida y conceptos del mundo masculinos. De este modo la mujer es hecha
invisible, pues el hombre, tácitamente o sin darse cuenta, se toma a sí mismo
como la norma, mientras que ella aparece únicamente como una anomalía o
bagatela añadida – si llega a ser mencionada.
Estos hechos y su comprensión como resultado de mi
investigación me han alentado a continuar mi trabajo durante décadas, a pesar
de todos los acosos que tengo que soportar a causa del tema. Fue la misma
investigación la que, poco a poco, me
llevó a atribuir gran importancia, para nosotros hoy y en el futuro, al conocimiento
de modelos sociales matriarcales.
La forma social matriarcal no es ninguna utopía
abstracta, al contrario que muchos otros modelos sociales. Tales utopías nunca
han funcionado en la historia humana. No obstante, la forma social matriarcal
es una experiencia práctica que fue vivida durante los más largos espacios de
tiempo de la historia cultural, y por eso forma parte del conjunto
imprescindible de conocimientos culturales de la humanidad. En ella existen
reglas muy concretas y detalladas sobre cómo se puede organizar la vida común
de una manera orientada en las necesidades, pacífica y sin violencia, es decir humana. Estas reglas no son ningún
producto ingenuamente natural, sino que representan una creación cultural
consciente.
¿Qué es un matriarcado?
A continuación voy a fundamentar mis afirmaciones
con la definición de la forma social matriarcal y su estructura fundamental,
fruto de mi dedicación de por vida a este tema. Esta definición es el núcleo de
la investigación matriarcal moderna que se está desarrollando rápidamente. No
la encontré jugando con pensamientos abstractos, sino examinando y analizando
un material etnológico muy amplio. La investigación matriarcal moderna fue
presentada a un gran público en dos “Congresos mundiales de investigación
matriarcal” que organicé y dirigí, en Luxemburgo en 2003 y en Estados Unidos en
2005.[2]
Muy brevemente, esta es la estructura
fundamental de la forma social
matriarcal en sus niveles económico, social, político y cultural:
En el nivel económico, los matriarcados son
normalmente sociedades agrícolas, aunque no exclusivamente. Se practica la
economía de subsistencia con autarquía local o regional. La tierra y las casas
son propiedad del clan en el sentido del derecho de usufructo; la propiedad
privada y las reivindicaciones territoriales son desconocidas.
Los bienes se encuentran en un intercambio activo
que sigue las líneas de parentesco y las reglas de casamiento. Este sistema de
intercambio se basa en una economía del regalo,[3] y evita que los bienes
puedan ser acumulados por un clan o por una persona. El ideal es el reparto y
no la acumulación. Ventajas y desventajas en la adquisición de bienes se
compensan mediante las reglas sociales, por ejemplo, es costumbre que un clan
rico invite a la aldea entera en las
numerosas fiestas comunes, distribuyendo entre todos sus bienes en forma de
regalos. Eso reduce la riqueza de este clan, pero los clanes se turnan en hacer
regalos en las fiestas porque siempre los ofrece aquel que ha tenido la mayor
suerte en la cosecha o el comercio. Como recompensa, los clanes que invitan
ganan “honor”, es decir prestigio social. De esa manera, las diferencias
económicas se nivelan continuamente.
Por eso, en el nivel económico, los matriarcados son
caracterizados por una reciprocidad perfecta.
Por lo tanto los defino como sociedades
de equilibrio basadas en una economía del regalo.
En contraste, los patriarcados en todas sus etapas
históricas son sociedades de acumulación, en las cuales los bienes de todas las
personas terminan en las manos de unos pocos.
En el nivel social, los
matriarcados se basan en el clan. Los hombres matriarcales conviven en clanes
grandes organizados según el principio de matrilinealidad,
del parentesco por línea materna. El nombre del clan, todas las funciones
sociales y los títulos políticos se heredan por línea materna. Un matri-clan
consta de tres generaciones de mujeres: la madre del clan y sus hermanas, las
hijas y las nietas de aquéllas, así como los hombres directamente emparentados:
los hermanos de la madre del clan, los hijos y nietos.
Un matri-clan convive en la gran casa del clan, que
puede comprender de 10 a 100 personas, dependiendo del tamaño y estilo
arquitectónico. Las mujeres viven permanentemente en ella, pues las hijas y las
nietas no abandonan nunca la casa del clan maternal. Esto se llama matrilocalidad. Sus esposos o amantes,
que viven en las casas de sus madres, sólo vienen para la noche en el llamado
matrimonio de visita.
El clan es una unidad económica autárquica. Para
lograr que estos grupos autárquicos formen una estructura social con otros
clanes de la aldea o de la ciudad, se desarrollaron complejas reglas de
casamiento, por ejemplo la del casamiento recíproco entre dos clanes. A ello se
suman las reglas de libre elección con otros clanes, con el efecto deseado de
que todos los miembros de la aldea o de la ciudad estén emparentados por
nacimiento o casamiento, los unos con los otros, de forma más o menos próxima. Este parentesco
forma un sistema de reciprocidad con reglas firmes. De este modo se genera una
sociedad igualitaria y horizontal, organizada de una manera no jerárquica, que
se entiende como un clan ampliado, con todas las obligaciones de ayuda mutua.
Por lo tanto defino los matriarcados en el nivel
social como sociedades de parentesco
matrilineales y horizontales.
Las sociedades patriarcales en cambio se componen de
extraños, que forman grupos de dominio y de intereses, se presentan en
ego-grupos y se enfrentan permanentemente los unos contra los otros. De esta
manera el equilibrio social permanece siempre precario.
En el
nivel político,
los procesos de toma de decisiones también siguen las líneas de parentesco. La
base de las tomas de decisión son los diferentes clanes. Los asuntos que
incumben al clan son decididos por mujeres y hombres de forma consensuada, es
decir por unanimidad.
Lo
mismo pasa con las decisiones que afectan a toda la aldea: Después de haberse
reunido el consejo del clan, los delegados de los diferentes clanes se reúnen
en el consejo de la aldea; en algunas sociedades son las propias madres de
clan, en otras sus hermanos elegidos que representan a su clan hacia fuera. Los
representantes que van al consejo de la aldea no pueden tomar las decisiones
por sí solos, sino que son delegados que únicamente intercambian las decisiones
de los diferentes clanes. Actúan como mensajeros entre el consejo de aldea y el
consejo de clan hasta que todos los clanes han encontrado, en el marco de la
aldea, un consenso.
Lo
mismo pasa en el nivel regional: Aquí se coordinan las decisiones de las aldeas
y ciudades a través de delegados, en general hombres apreciados, que transmiten
la información. También aquí, los delegados van y vienen entre los consejos de
aldea y de región hasta que la región haya logrado una decisión consensuada entre todos los clanes de todas
las aldeas.
Está
claro, que en una sociedad así no se pueden formar jerarquías ni clases,
tampoco un desnivel de poder ni entre los sexos ni entre las generaciones. Las
minorías no son marginadas a través de las decisiones de las mayorías ni se les
quita la voz, pues todas las decisiones políticas se toman en los hogares,
donde viven las personas, en un sistema de “democracia directa”. Por lo tanto,
defino los matriarcados en el nivel político como sociedades igualitarias de consenso.
Los
patriarcados, en cambio, son por principio sociedades de dominio sobre los
demás, incluso en su variante de democracia formal, ya que deja a las minorías
sin voz. Además, contienen numerosas instituciones y jerarquías que no
funcionan democráticamente.
En el
nivel espiritual-cultural, las
sociedades matriarcales no conocen la trascendencia religiosa con un dios
invisible, inalcanzable, inconcebible, pero omnipotente, frente al cual el
mundo es despreciado como “valle de lágrimas lleno de pecado y dolor” o incluso
como “materia muerta”. El concepto matriarcal de divinidad es inmanente, pues
el mundo entero es considerado divino, y más concretamente femenino-divino. Lo
demuestran las antiguas representaciones de la diosa-universo, la creadora, y
de la madre-tierra, que da a luz a todo lo vivo(a todo ser vivo).
Por eso, todo posee divinidad, cada mujer y cada hombre, cada animal y cada
planta, la piedra más pequeña y la estrella más grande.
En una
cultura así, todo es espiritual. Y todo se celebra en las fiestas que siguen el
ciclo del año: la naturaleza en sus diversas manifestaciones, los diferentes
clanes con sus facultades y sus tareas, los sexos y las generaciones, según el principio: en
diversidad está la riqueza. No hay separación entre lo sagrado y lo profano,
por eso, en la vida cotidiana, cada acción es al mismo tiempo un ritual
significativo, sea sembrar, cosechar, cocinar, tejer o viajar.
Por lo tanto, en el nivel espiritual defino los
matriarcados como sociedades sagradas y
culturas de lo femenino-divino, o sea de la diosa.
En
los patriarcados, en cambio, se utilizan las
facultades religiosas y espirituales del ser humano para apoyar los
principios de la clase dominante a través de las religiones estatales y
mundiales.
Sugerencias
para una sociedad nueva
Sobre
esta base quiero formular algunas sugerencias para una sociedad nueva, que
serán desarrolladas en los siguientes capítulos.
Para
seguir el camino hacia la sociedad igualitaria será necesario combinar
espiritualidad y política matriarcales para llegar a una economía y un orden
social diferentes. Las sociedades matriarcales nos enseñan cómo puede ser
posible. En ellas, la economía, la política, el orden social y la
espiritualidad están entrelazados inseparablemente para facilitarles a todos
una vida buena – su sistema de reglas lo garantiza.
Por supuesto, hoy no podemos adoptar los modelos del
pasado, como por ejemplo los clanes consanguíneos o la economía exclusivamente
agrícola. Pues la historia y el desarrollo social no se pueden girar hacia
atrás. Pero los modelos de las sociedades igualitarias, probados durante
milenios, nos pueden proporcionar múltiples sugerencias para nuestro camino
hacia una nueva sociedad igualitaria.
En el nivel económico ya no es posible
mantener el crecimiento de las grandes industrias o del nivel de vida, a riesgo
de destrozar completamente la esfera biológica de la tierra. Aquí, la
alternativa se da en la perspectiva de subsistencia como forma económica de
unidades pequeñas y regionales.[4] Éstas trabajan para
satisfacer las propias necesidades, de forma autárquica, anteponiendo
indiscutiblemente la calidad de vida a la cantidad. A escala mundial hace falta
consolidar y amplificar las estructuras de la economía de subsistencia que
todavía existen y en las cuales suelen trabajar
las mujeres; de ninguna manera pueden ser sacrificadas a la
globalización económica de las multinacionales. La regionalización a favor de
las mujeres es un principio matriarcal.
En el nivel social
se trata de salir de la atomización de la sociedad, que lleva al
ser humano cada vez más al aislamiento y al abandono, lo enferma y lo hace
destructivo. Pues esto es el caldo de cultivo para la violencia y la guerra.
Hace falta la formación de comunidades de afinidad electiva de diferentes
tipos, sean éstas comunidades para vivir juntos, comunidades de vecindario o
estructuras de redes. Las afinidades electivas, sin embargo, no se forman desde
meras comunidades de intereses, porque estos grupos desaparecen tan deprisa
como surgen. Una afinidad electiva, en cambio, sólo se genera sobre el
fundamento de una coincidencia espiritual, y a través de ella se forma un clan
simbólico, que une más que un mero grupo de intereses.
El principio matriarcal de este modelo social
consiste en el hecho de que son las mujeres
quienes inician, sostienen y dirigen estos clanes de afinidad electiva, algo
que actualmente las mujeres pueden empezar a hacer en cualquier lugar, y que de
hecho ya están haciendo. La motivación son las necesidades de mujeres y niños,
que son el futuro de la humanidad, y no los deseos de poder y potencia de los
hombres. Éstos han llevado a las familias extensas patriarcales y a las
sociedades secretas políticas de hombres, que oprimen y excluyen a las mujeres.
En los nuevos matri-clanes, sin embargo, las mujeres integran a los hombres
plenamente, pero según otro sistema de valores, que es el cuidado mutuo y el
amor, en lugar del poder. De esta forma, también los hombres viven mejor que en
el patriarcado.
En el nivel de la toma de decisiones políticas el
principio matriarcal de consenso es imprescindible para una sociedad
igualitaria. Este principio puede ser practicado ya mismo y en todos los
sitios. Es el principio fundamental que genera los impulsos para formar
comunidades matriarcales, y al mismo tiempo impide que individuos o grupos
empiecen a ejercer el poder en los nuevos clanes simbólicos. Establece el
equilibrio entre mujeres y hombres, y también entre las generaciones, pues
permite tanto a las personas mayores como a los jóvenes expresar plenamente sus
ideas. Además, es el verdadero principio democrático, puesto que realiza lo que
la democracia formal promete sin cumplirlo.
Según este principio, las pequeñas unidades de los
nuevos matri-clanes toman las decisiones. No obstante, este sistema sólo se
puede extender hasta unidades que en su tamaño no superen las regiones. De
todos modos, la meta política, según la perspectiva de subsistencia, son las
florecientes regiones autárquicas y no las grandes unidades como las naciones,
las uniones de estados o las superpotencias, que solamente aumentan el poder de
los que ya dominan, al mismo tiempo que degradan a los individuos
convirtiéndolos en “material humano”, “capital humano” o en meros números.
En el nivel espiritual-cultural no hay otra solución que despedirse de todas
las religiones jerárquicas con el concepto de un dios transcendental y con
pretensión de poseer la verdad absoluta, religiones que han despreciado
profundamente al mundo, a la tierra, a las personas y especialmente a las
mujeres. En lugar de eso hace falta una nueva consagración del mundo según el imaginario matriarcal de que el
mundo entero es divino, con todo lo que hay en él. Esto nos lleva a honrar y
celebrar todo de una manera creativa y libre: a la naturaleza con todas sus
manifestaciones y seres y a la organización de las comunidades humanas. Esto
último se realiza honrando y celebrando una vez a las mujeres, otra vez a los
hombres, en otra ocasión a los ancianos o a los niños con sus respectivas
facultades, que forman su “dignidad”
específica, su función social. Además, cada paso que damos en el camino hacia
una nueva sociedad igualitaria merece una fiesta. Pues cada uno de estos pasos
forma un fragmento de la nueva historia femenina, que podría darle al mundo un
ejemplo de cómo la humanidad entera puede vivir mejor.
De esta manera, la espiritualidad matriarcal penetra
todas las cosas y volverá a formar parte habitual de cada día. Al mismo tiempo
se puede apreciar en ella el principio de la tolerancia matriarcal, pues nadie
está obligado en “creer” en algo. No se trata de ningún dogma o doctrina
basados en “libros sagrados”, sino de una celebración permanente y diversa de
la vida y del mundo visible.
En este sentido, el camino hacia la sociedad
igualitaria tiene que ser integral sin difuminarse. Tiene que ser siempre
concreto, sin perderse en detalles incoherentes. La visión que abarca todas
estas características la denomino modelo
matriarcal. Un modelo no implica ninguna obligación a seguirlo, pues sólo
en las relaciones de poder los modelos son impuestos por la fuerza. En la
comunicación libre, un modelo representa una idea clara y puede aceptarse
voluntariamente como guía práctica para un futuro mejor, integrando diferentes
objetivos y acciones alternativos.
En mi opinión, los actuales movimientos alternativos
dan muchos pasos que tienden implícitamente hacia el modelo matriarcal que aquí
se propone. Estos movimientos se extienden rápidamente desde abajo, en escala
mundial:
-
los diferentes movimientos sociales
-
los movimientos ecologistas
-
los diversos movimientos pacifistas
-
los diferentes movimientos feministas
-
los movimientos de los pueblos indígenas
-
los movimientos cívicos
-
los movimientos de comunidades
Todos ellos contienen elementos diferentes de
modelos matriarcales tanto tradicionales como nuevos y creativos, en parte
inconscientes, en parte conscientes. Los modelos tradicionales ya existen y se
reinterpretan. Los modelos nuevos se suelen encontrar al practicarlos y a veces
se formulan como ideas conductoras. En este sentido, las personas que
participan en aquellos movimientos ya se encuentran en el camino hacia una
nueva sociedad matriarcal, justa y pacífica.
En mis siguientes contribuciones quiero presentar el
modelo matriarcal paso a paso en cada uno de estos niveles y explicarlo más detalladamente.
Para eso hace falta una cuidadosa y cautelosa reflexión de transposición de los modelos matriarcales a las
condiciones actuales. No los podemos copiar simplemente, pues la historia y el
desarrollo social no se pueden girar
hacia atrás.
Pero podemos sacar diversas inspiraciones de la gran
inteligencia social que se encuentra en estos modelos para aprovecharla para
nuestra propia imaginación, formando y desarrollando elementos nuevos para una nueva sociedad
matriarcal, es decir igualitaria.
Pasos
hacia un modelo matriarcal
1.
El orden social matriarcal
Es a causa de las características
específicas de su orden social, que las sociedades no-patriarcales se llaman
“matriarcales”. Estas características son para nosotros muy explosivas, ya que
hemos interiorizado los modelos sociales patriarcales como una segunda
naturaleza nuestra. De ninguna manera, sin embargo, confirman los prejuicios
según los cuales en los matriarcados “mandan las mujeres” o que, incluso,
“ejercen el poder”. Jamás, ninguna de las investigadoras de matriarcados serias
lo ha afirmado así. Semejantes prejuicios no reflejan sino los modelos
patriarcales que, banalmente invertidos, son atribuidos a las mujeres. Quien lo
sostiene, muestra claramente que las ideas de jerarquía y poder ocupan y
deforman por completo su modo de pensar, así que ya no es capaz de imaginarse
unas formas de vida igualitarias, como las que se dan en los matriarcados.
Tampoco hay que escandalizarse con el concepto de
“matri-arcado”, pues no es, en contra de la apariencia, el paralelo al concepto
de “patri-arcado”. La palabra “arche” significa en griego tanto “poder” como
“principio”, siendo el segundo significado el más antiguo. Tenemos que traducir
claramente “patriarcado” como el “poder de los padres”, mientras que
“matriarcado” significa “al principio las madres”. Y con esto acertamos. Por un
lado, los matriarcados aparecen sensiblemente antes en la historia que los
patriarcados. Por otro, respetan que las madres son el principio de cada ser
vivo y han transformado este hecho natural en un sistema cultural.
El
significado de la línea materna
Es característico para una estructura matriarcal que
el parentesco se determina por la línea materna, es decir que vale “el orden
simbólico de la madre”.[5] La razón para eso no es
que los hombres fueran tan primitivos que desconocieran la paternidad (jerga de
los misioneros). La paternidad se conocía parcialmente, pero no era importante,
porque no representaba el principio que daba forma a la sociedad. En parte se
desconocía a causa de las relaciones múltiples en la vida amorosa, pues en
estas condiciones no se puede determinar la paternidad, mientras que la
maternidad es evidente por el parto.
La línea materna o matrilinealidad es un principio fundamental, pues según él se
forman las comunidades de parentesco sanguíneo de los clanes, que son el mundo
social de las personas matriarcales. No solamente el nombre del clan, sino
también las funciónes sociales y los títulos políticos se heredan en el clan
por la línea materna. Un matri-clan convive en una gran casa del clan. En ella
viven la madre del clan y sus hermanas, las hijas y las nietas de ellas, así
como también los hombres directamente emparentados: los hermanos, los hijos y
los nietos de la madre del clan y de sus hermanas. Las mujeres viven
permanentemente allí, y no abandonan nunca la casa del clan maternal cuando se
casan. Esto se llama matrilocalidad.
Cada matri-clan en una aldea o en una ciudad es una
unidad económica autárquica. Para lograr que estas comunidades autárquicas
formen una estructura social con los otros clanes del lugar, se desarrollaron
complejas reglas de casamiento. Existe la de casamiento recíproco entre dos
clanes, en combinación con cierta forma de libre elección en los otros clanes.
“Casamiento” no se debe entender como monogamia de por vida – esta forma se
desconoce en los matriarcados – sino que el matrimonio dura más bien poco
tiempo. No es más que una relación amorosa que se mantiene durante algunas
semanas, algunos meses o algunos años. El efecto de las reglas de casamiento,
sin embargo, es que todos los habitantes de la aldea o de la ciudad están
emparentados los unos con los otros, de forma más o menos próxima, por
nacimiento o por casamiento. Esto es un efecto deseado, pues de tal manera cada
población construye un sistema extendido de parentesco matrilineal, que tiene
su sentido en un sistema de ayuda mutua. De este modo se crea una sociedad de parentesco igualitaria,
horizontal y no-jerárquica, que se entiende como un clan ampliado, con todas
las obligaciones de la ayuda mutua.
Extendido al nivel regional, se trata del principio
de la matrilínea simbólica. En todas las aldeas y ciudades de la región hay
clanes con el mismo nombre de clan, lo que se ha establecido adrede. Cuando una
persona de un clan determinado llega en su peregrinaje, su viaje comercial o
amistoso a otra aldea en la que existe un clan con su nombre, entonces éste la
recibe como una hermana o un hermano, aunque ya no hay relación de
consanguinidad. De esta manera, una región entera se une a través del
parentesco simbólico con sus obligaciones de ayuda, un principio que a veces se
utiliza incluso entre varias tribus. En este sentido, la matrilinealidad es el
principio que da la forma a toda la sociedad.
La
relación entre los sexos
Las mujeres no abandonan nunca la casa maternal del
clan y con esto su seguridad económica y social. Precisamente la seguridad que
les da el clan matrilineal les permite la libre elección del amor. Pues no
dependen de un hombre como sustentador, como es el caso de la familia nuclear
de la burguesía patriarcal. Cuando se separan de su pareja, no tienen que
preocuparse de si van a empobrecer o sus hijos perderán su hogar o su padre.
Incluso en el caso de varios matrimonios o relaciones amorosas, el propio clan
sigue siendo su hogar permanente. Y como los niños son cuidados siempre por
todos los miembros del clan, ellos tampoco pierden a su persona de referencia
estable, ni a su “padre social”, que es el hermano de la madre.
Con eso llego al papel que juega el hombre en el
matri-clan: los hombres jóvenes abandonan la casa de la madre cuando se casan o
establecen una relación amorosa. Pero no tienen que ir muy lejos para
encontrarse con su amante o esposa, pues ésta vive en un clan vecino y le ha
invitado a su habitación. Los hombres no se quedan mucho tiempo fuera de la
casa de su madre, sólo desde el atardecer hasta la madrugada. Esta clásica
forma matriarcal se llama matrimonio de
visita, es una forma muy abierta y limitada a la noche. Es decir, los hombres
matriarcales no viven con sus esposas o amantes, sino son solamente invitados
en las casas de éstas. Su domicilio es la casa de su madre, en la cual tienen
los derechos y las obligaciones de un miembro pleno de clan, pues aquí viven y
trabajan.
Los hijos de las esposas y amantes pertenecen a la
casa del clan de éstas, puesto que llevan el nombre de clan de su madre. Los
hombres no consideran “hijos” a estos niños porque no llevan el mismo nombre de
clan que ellos. En cambio, los hijos de sus hermanas tienen el mismo nombre que
ellos, por eso los hombres consideran a las sobrinas y los sobrinos como “sus
hijos”, participan en su cuidado y
comparten la responsabilidad educativa. En este sentido, los hombres tienen el
papel de “padre social” respecto a los hijos de sus hermanas.
Los dos sexos tienen cada uno su propia función
social, cada una muy estimada. No hay ninguna degradación de un sexo por debajo
del otro. Como consecuencia, ni hay una asimilación del sexo inferior al
dominante, tal como lo vemos hoy en el mundo occidental donde las mujeres,
voluntaria o forzadamente, se asimilan a los hombres. En el matriarcado ambos géneros poseen su propia esfera, que
comprende diferentes elementos económicos, sociales y espirituales. Estas
esferas se refieren recíprocamente unas a otras, en cada una de sus partes,
siguiendo el principio del equilibrio, así que no puede surgir ningún poder sobre los demás. La veneración general
de la mujer en el matriarcado no invalida este principio ya que no tiene que
ver con ella como individuo sino en general como reparturienta de las
antepasadas o los antepasados, como creadora de la línea materna y, con eso, de
toda la sociedad.
La
relación entre las generaciones
Igual que las sociedades matriarcales no conocen la
“lucha de los sexos”, desconocen también la “guerra entre las generaciones”. No
hay rebelión de los hijos contra sus padres, pues ésta significa una toma de
poder patriarcal. Tampoco existe la competencia de las hijas contra sus madres,
pues en ella importa el hombre, a través del cual se puede conseguir una
pequeña parte del poder patriarcal. El abandono de los niños, igual que el
aislamiento y la relegación de los mayores, no son tampoco rasgos de las
sociedades matriarcales. En la estructura del matri-clan, cada persona está
integrada y es mantenida de manera igual, independientemente de sus capacidades
y sus fuerzas, y cada generación tiene su propia función social.
Los
niños son considerados como los antepasados reencarnados y por eso son
sagrados. En la generación joven (aproximadamente de 20 a 40) la función social
de las mujeres es el amor, la creatividad y la maternidad, aunque no hace falta
que cada mujer sea madre, pues las hermanas practican la maternidad conjunta.
La función de los jóvenes hombres es también el amor y la protección de las
hermanas y los hijos de éstas. En la generación de los mayores (aproximadamente
de 40 a 60), la función social de las mujeres es ocuparse del clan y dirigirlo,
lo que comparten las hermanas con la matriarca expresamente elegida. La función
de los hombres mayores es representar al clan hacia fuera como delegados y
protegerlo en sentido político. En la generación de los más mayores (a partir
de los 60), la función de las mujeres y hombres es venerar a los antepasados, guardar
las tradiciones y transmitirlas a los más jóvenes, además, aconsejar a las
matriarcas y los representantes del clan mediante el consejo de los ancianos.
Ya que cada uno de estos cometidos o funciones es
distinto – correspondiente a las diferencias de generación y sexo – no existe
competencia entre las generaciones. Ninguna generación se ve obligada a
quitarle algo a la otra, pues en el transcurso de su vida, cada mujer y cada
hombre llega a ejercer las funciones correspondientes. Sólo es cuestión de tiempo
y de las diferentes etapas de la vida. La expresión más bonita de este
equilibrio entre las generaciones se da en las fiestas del ciclo vital, en las
cuales se celebran las funciones y cometidos sociales de cada edad, incluido el
sexo, en el nivel espiritual.
Hoy: Matri-clanes simbólicos
Muchos
problemas del mundo occidental surgen de la atomización de la sociedad, que
significa para las personas una individualización extrema, aislamiento y
abandono social. Este modo de vivir ya no tiene futuro, por eso se hace muy
importante formar comunidades nuevas y desarrollarlas. Éstas ya no siguen el
principio de la consanguinidad, sino de la afinidad electiva, y forman matri-clanes simbólicos. La forma de
organización consanguínea se encuentra
hoy día en un estado de descomposición, después de haberse desfigurado
históricamente en la familia extensa patriarcal y, más tarde, en la familia
nuclear burguesa, con una profunda desigualdad de los géneros. La afinidad
electiva, sin embargo, se determina por contenidos mentales, por lo que se
podría llamar “parentesco espiritual”. Es más abierta que el parentesco por
consanguinidad, pues no ata desde el nacimiento, sino que permite la libertad
de elección intelectual. Sin embargo, es más vinculante que las comunidades de
intereses con fines específicos, que surgen tan deprisa como vuelven a
desaparecer. La afinidad electiva incluye una relación duradera con la
obligación mutua de prestar ayuda, lo que sigue el modelo del clan
consanguíneo.
Por
supuesto la afinidad electiva es un concepto muy general y no basta para formar
una nueva comunidad matriarcal o reproducirla. Hay que añadir una forma
organizadora que cimiente o describa la tendencia matriarcal igualitaria
latente. Esta forma es el matri-clan de afinidad electiva o el “matri-clan
simbólico”. Una comunidad actual se podría entender como un único matri-clan, o
se podría dividir en diversos matri-clanes de aproximadamente diez a veinte
personas, dependiendo de su tamaño. Al carecer de relaciones de consanguinidad,
¿según qué principio se forma un matri-clan?
Lo que se mantiene en las nuevas comunidades es el hecho
de que siguen siendo las mujeres las que dan la joven vida. Ellas forman como
madre e hijo el grupo social elemental. Sin ellas no existiría la nueva generación,
ni en las comunidades ni en la sociedad, y por consiguiente tampoco habría
futuro. Las mujeres con hijos no sólo se ocupan de sí mismos, sino también de
otros, y aquí está el principio de la constitución de un clan. Por eso son el
centro desde el cual se forma el matri-clan simbólico, que se basa en la
afinidad electiva.
La formación de un matri-clan simbólico
Hago
aquí, brevemente, un boceto general de cómo se lleva a cabo eso: Al principio,
una mujer (dos, tres mujeres) con hijos elige a sus “hermanas”, es decir, a
algunas mujeres sin hijos que quieren compartir con ella la maternidad. Para
los niños, todas estas mujeres se llaman “madre”, y para las mujeres todos
estos niños son “hijos”. Como el grupo de hermanas es limitado, ofrece a los niños
la proximidad e intimidad necesarias. De esta manera, todas las mujeres tienen
“hijos”, y a la vez, cada una de ellas – también la madre biológica – tiene
tiempo suficiente para desarrollar sus capacidades profesionales ya que
comparten el cuidado de los niños. A lo mejor este grupo de hermanas encuentra
un lindo nombre para su clan nuclear de afinidad electiva.
En el
paso siguiente estas “madres” eligen a los hombres que deben y quieren ser sus
“hermanos” y los invitan a venir al clan. Estos “hermanos” no son los amantes, sino hombres que tienen la confianza del grupo
de mujeres porque poseen muchas habilidades pro-sociales.
Comparten
ahora con las mujeres el cuidado de los niños, así que para cada miembro del
clan de afinidad electiva aumenta el margen de maniobra para ejercer la
profesión. Las “hermanas” y los “hermanos” forman un grupo de cooperación
también respecto a su trabajo, en la
medida de lo posible. De este modo, también todos los hombres tienen “hijos”, y
surgen compromisos comunes.
Es un
principio de equilibrio que todas las personas en la comunidad sin excepción
colaboran en el cuidado de los niños, pues cada persona ha recibido este
cuidado en su infancia. Existe por consiguiente cierta obligación ética de
ofrecer este servicio a otros. De este modo, la maternidad y la paternidad
individuales, donde toda la obligación recae sobre algunos, son superados, al
igual que la familia nuclear, sin que los niños tengan que vivir en un
colectivo impersonal. Al mismo tiempo, se liquida el reparto de papeles
patriarcal, según el cual las mujeres, siendo madres, tienen que cuidar de los
demás. En nuestra sociedad ni siquiera son estimadas por eso, sino se
desprecian porque hacen (deben hacer) un trabajo no remunerado. Guardería y
jardín infantil son sólo un pequeño consuelo para una equivocación social de
base.
En el
modelo del matri-clan simbólico la situación es diferente: La maternidad y las
cualidades maternales son apreciadas, pues el comportamiento pro-social
representa la norma para todos. Por eso, la formación del clan de afinidad
electiva parte de las madres. Las mujeres, no obstante, no están limitadas a
seguir este comportamiento supuestamente “femenino” y no son nuevamente relegadas a un rincón, aunque
esté revalorizado. En el matri-clan está prevista la mayor justicia: Todas las
personas participan en el cuidado de los niños. Al mismo tiempo, todos pueden
disfrutar de las positivas experiencias emocionales y sociales relacionadas con
esta tarea. Y todos tienen igualmente la posibilidad de desarrollar sus
capacidades profesionales o de otro tipo. Al mismo tiempo, los niños están
estupendamente integrados, pues tienen múltiples personas concretas de
referencia.
Matri-clanes
simbólicos y relaciones amorosas
De esta manera, en una comunidad pueden formarse
varios matri-clanes simbólicos. Dentro de ellos, los miembros tienen la mayor
confianza en los demás y se ofrecen mutuamente ayuda y seguridad, igual que una
“hermana” y un “hermano” en el sentido ideal. No son tan estrechos como una
familia nuclear, pero tampoco tan amplios como toda la comunidad. Tienen
exactamente el tamaño idóneo para solucionar problemas sociales y psicológicos.
Las relaciones amorosas en cambio tienen lugar entre
los clanes, no dentro de ellos. Pues el amor mantiene su espontaneidad y su
libertad más fácilmente si no está cargado con obligaciones. Asimismo, es
problemático fundar en sentimientos y relaciones cambiantes un grupo estable
que, además, tiene que proteger a los niños. Por eso, la estructura del
matri-clan de afinidad electiva soluciona dos necesidades básicas de las
personas, la de libertad en el amor y la de seguridad personal y recogimiento.
En sociedades patriarcales no ha habido nunca soluciones para esto, sino
solamente represiones. En las nuevas comunidades se podría aclarar, de este
modo, la pregunta de si el amor debe de ser un asunto “privado” o una cuestión
de la comunidad entera. La solución está en lo tercero, en el clan de afinidad
electiva, donde el grupo de las “hermanas” y los “hermanos” aconseja, ayuda y
ofrece seguridad.
De ninguna manera se deduce de este modelo que las
relaciones amorosas son solamente superficiales y cortas porque los amantes no
viven y trabajan juntos. El hecho de que no viven en el mismo clan puede
aliviar la situación en el caso de separación. Independientemente de esto, nada
se opone a relaciones duraderas, todo lo contrario: Se pueden profundizar
justamente porque no son mezcladas con las obligaciones cotidianas, sino que se
pueden dedicar, libres de toda preocupación, a la belleza y espiritualidad del
erotismo. Tampoco se desgastan tan deprisa porque el encuentro no es normal y
banal, sino que cada encuentro se vive como algo especial.
Las
generaciones en el matri-clan simbólico
Igual que las
jóvenes madres han elegido a sus “hermanas” y “hermanos” y han formado de este
modo el clan de afinidad electiva de dos generaciones, se amplifica a tres (o
más) generaciones. Eligen a sus “hermanas mayores” y a sus “hermanos mayores”
de entre los miembros de más edad de la comunidad. Estas mujeres y hombres
mayores son consejeros/as y ayudantes muy importantes tanto para las distintas
personas como para el clan en su conjunto, dadas sus vastas experiencias
vitales. Además, todos los miembros del clan pueden elegir de entre este grupo
a una matriarca (“Gran Madre”) y un sachem (“jefe de paz”) que representan al
clan hacia fuera. Cuando todos los clanes de la comunidad se reúnen en la gran
asamblea en la plaza mayor o en el ayuntamiento, son ellos quienes actúan como
portavoces de sus respectivos clanes. De este grupo de los mayores se eligen
también aquellos que forman el consejo de los sabios, pero esta vez lo hace
toda la comunidad. Este consejo sirve a la comunidad en sus asuntos y, además,
se le puede encargar la representación de la comunidad hacia fuera.
Ya que los matri-clanes se
basan en la elección, su estructura no es inmutable. Cada elección puede ser
sustituida por otra nueva, no hay obligación de quedarse siempre con el mismo
cargo ni de permanecer juntos. Se mantiene lo que da buenos resultados, y,
aparte de eso, hay que tener en cuenta que cambian las fases de la vida de las
distintas personas. Cada nueva elección, sin
embargo, requiere la misma seriedad como la elección que ha constituido el clan
para que no se produzcan caprichos ni el caos individual. Sería útil convenir
un tiempo determinado para la convivencia y contraer así un compromiso de dos o
más años. De todos modos, un matri-clan debería reflexionar y comprobar toda su
estructura cada año y luego renovarla expresamente. Esto es la ocasión para una
bonita fiesta anual, celebrando el gran trabajo innovador y social que todos
aportan.
2.
Economía matriarcal
En el nivel
económico, los matriarcados son sociedades de equilibrio que se basan en una
economía del regalo. Su economía de equilibrio no permite la división entre
pobres y ricos, pero produce un bienestar moderado para todos. El contrario de
la economía de equilibrio es la economía de acumulación en las sociedades
patriarcales. En ellas, unos pocos poderosos -quienes han llegado a serlo por
las armas, el dinero y las estructuras económicas- se quedan con la mayor parte de los bienes
existentes que les han quitado a la mayoría de los hombres por presión directa
o indirecta. Mientras para la primera vale el principio de “dar y tomar ”, para
la última vale el precepto rapaz de “tomar y marcharse”.
Como investigadora siempre
me ha fascinado la manera en la que las personas matriarcales hacen funcionar
la economía de equilibrio, de modo que he podido descubrir sus reglas. Aplican
un sistema determinado de hacer circular los bienes como regalos que no admite
acaparar o acumularlos. De esto no se exceptúa ningún tipo de bienes, ni los
productos agrícolas o artesanales, ni las mercancías o el dinero que los
hombres matriarcales ganan hoy en día con trabajos ocasionales fuera de su
propia sociedad. Tradicionalmente la economía matriarcal es libre de dinero
porque no le hace falta.
Acerca de la economía interna de
los clanes
Todos los bienes
adquiridos por los miembros del clan se entregan a la matriarca del clan. Al
juntarlos en un lugar se garantiza la visión sobre el conjunto. Pero no por eso
son propiedad de la matriarca, sino que ella solamente los administra,
repartiéndolos a partes iguales y justamente entre todos los miembros del clan.
Los excedentes son reservados para gastos especiales, después de deliberarlo
comúnmente en el consejo del clan. La
matriarca como primera persona de confianza es, por decirlo así, la oficina de
coordinación económica. Para ilustrarlo cuento la anécdota verídica de un
hombre matriarcal que ganaba dinero como jornalero fuera de su región materna.
Sus compañeros de trabajo le preguntaron con desprecio: -¡Qué es eso! ¿Entregas
todo tu dinero a tu madre? – Y él contestó, sorprendido: - De no ser así, ¿a
quién se lo entrego? – Esta anécdota demuestra que él consideraba “su” dinero
como el bien de todo el clan.
Acerca de la economía entre los
clanes
A causa de los diferentes
rendimientos en la cosecha o de la
suerte en el comercio puede darse cierto desnivel económico entre los clanes de
una aldea o una ciudad en el transcurso del año. Es interesante ver cómo
manejan esto en la población: Siguen el principio según el cual todos los
bienes y excedentes circulan como obsequios voluntarios en la aldea, de modo
que no pueden ser acaparados. La circulación obedece a unas reglas determinadas
que, a su vez, están vinculadas a sus fiestas espirituales, que son el centro
de su vida. Las fiestas son el motor de su economía de equilibrio. En las frecuentes
fiestas estacionales, que son fiestas populares, se celebra con gran alegría,
se baila y todo se acompaña de buena comida y bebida, pues nada debe faltar.
Los clanes favorecidos por la suerte aportan la mayor parte a estas fiestas al
invitar a comer y beber a todos los miembros de la aldea, de la pequeña
ciudad o del barrio en una ciudad más
grande. Esto va por turnos, cada vez es el clan mejor asentado el que convierte
sus bienes en regalos para los demás. Al final de la fiesta, el bienestar de este
clan se ha nivelado.
En las fiestas del ciclo
vital de un clan es normal que el clan en cuestión organice la fiesta para toda
la comunidad y gaste todo lo que pueda. Las fiestas del ciclo vital, sin
embargo, también tienen lugar en clanes menos ricos. En caso de que un clan
pobre celebre tal fiesta, los clanes de mejor posición le ayudan con donaciones
de bienes y dinero, en relación directa con su riqueza: Quien tiene más, da
más, quien tiene menos, da menos. De esta manera se produce un equilibrio al hacer
circular los bienes como regalos.[6]
En una sociedad matriarcal
es imposible, gracias a tales reglas, ganar bienes y dinero a través de la
influencia política. Más bien ocurre lo contrario: Quien ocupa un cargo
político, empobrece. Pues existe la norma que el clan que, por ejemplo,
presenta al jefe de la aldea como delegado hacia afuera tiene que distinguirse
organizando fiestas para toda la aldea. Después de un período relativamente
corto de tiempo se ha agotado económicamente, y entonces eligen al jefe de
aldea en otro clan hasta que éste también haya apurado sus recursos. En la
cultura tradicional de los hopi en Arizona al preguntar por su “jefe” siempre
contestaban que se buscara a aquel de apariencia más pobre, éste sería el jefe.
Y en el pueblo de los arawak en América del Sur es habitual que el jefe trabaje
más que el resto cuando talan el bosque, mientras que sus compañeros de aldea
están allí y le miran.
Acerca de la economía entre las
aldeas
Las mismas reglas de la
economía de equilibrio valen también en el nivel regional entre las aldeas, y
entran en funcionamiento cuando las aldeas participan en una gran fiesta
regional. También los gastos principales para las fiestas corren a cargo de
aquellos clanes de las diferentes aldeas que en ese momento son más ricos.
De todo esto se desprende
que la economía de equilibrio es una economía de fiestas, y la economía de
fiestas es una economía del regalo. Los clanes que regalan no esperan recibir
lo mismo en la próxima fiesta, sino que los obsequios salen del corazón. No se trata de un “intercambio”
equivalente, pues de lo contrario no funcionaría la economía matriarcal como
economía de equilibrio con nivelación
permanente entre sus miembros.
Esta economía del regalo,
sin embargo, no es casual ni arbitraria, que pasaría fácilmente si personas
individuales se regalasen mutuamente unos bienes. No tiene lugar entre
individuos, sino entre clanes, y sigue las reglas de la economía de fiestas,
que todos conocen. Por eso, la economía del regalo es viable y realista, pues
se produce en un circuito cerrado.
En los matriarcados, el
equivalente de los bienes cedidos no es la devolución con intereses –que es el
proceso contrario y explotador de la “realización del capital” patriarcal- sino
el honor. “Honor” significa aprecio social que se mide en función del cuidado
por la comunidad. Este reconocimiento social es un factor ideal, que, además,
tiene una faceta muy práctica. En el caso de que un clan reconocido pasara
tiempos difíciles a causa de circunstancias adversas, todos los clanes le
ayudarían. Una matriarca de los tuareg tradicionales del Sahara lo expresó
diciendo que ser “rico” o “pobre” no son más que estados cambiantes que cada
clan vive sucesivamente en el transcurso de su historia. Por eso ella no teme para
sí misma o los suyos los años de sequía en los cuales sus rebaños de ovejas o
de cabras se mueren de sed. Si padeciesen eso, los otros clanes, que a pesar de
vivir muy dispersos, son sus vecinos, les regalarían la “leche viva”, es decir
partes de sus propios rebaños de ovejas y cabras. En la ciudad en cambio, la
gente sin dinero está desamparada, porque allí cada uno lo posee
individualmente.
La economía de equilibrio
matriarcal sobre la base de regalos se manifiesta de este modo como un
confiable sistema de ayuda mutua. Si intervienen el dinero o símbolos
semejantes al dinero (como por ejemplo los cauris o las hojas de banano en el
caso de los trobriandeses de Melanesia), entonces no juegan ningún papel
distinto a los demás bienes de cambio o de regalo. Por eso, en una sociedad de
este tipo no es posible la formación de capital con todas sus consecuencias
egoístas y desastrosas para la comunidad.
Imaginemos ahora, en un
ejercicio mental, estos modelos de economía matriarcal traducidos a las
actuales comunidades creativas - ¿qué provocarían? A lo mejor pueden dar un
impulso para solucionar el frecuente dilema: ¿caja común o dinero individual
para cada uno? Aquí, por supuesto, hay muchas formas intermedias que son, no
obstante, más o menos casuales. El grupo básico para la formación de la
economía matriarcal en las nuevas comunidades también sería el clan, en el
sentido del matri-clan de afinidad electiva de “hermanas” y “hermanos”,
elegidos como compañeros espirituales.
Hoy: Acerca de la economía
interna de los clanes simbólicos
En un matri-clan de afinidad electiva existiría el mismo
grado de confianza que en los clanes consanguíneos y funcionaría además como un
grupo de cooperación de trabajo, si es posible. Es más grande que la familia
nuclear tardoburguesa y más pequeña que toda la comunidad y se compone de un
número manejable de diez a veinte personas aproximadamente. Esto es importante
en cuanto a los asuntos económicos, porque importa mantener la transparencia.
Supongamos que los miembros del clan ya han elegido, de entre el grupo de los
mayores, a la matriarca (“Gran madre”) y al sachem (“jefe de paz”), que
representan al clan hacia fuera. Estos son igualmente la instancia económica
dentro del clan, pues se les entrega la fortuna del clan, consistente en bienes
y dinero.
Esto es un honor personal para ellos, y por consiguiente
tienen la obligación de repartir justamente los bienes de primera necesidad
entre todos los miembros del clan. Exactamente esta responsabilidad personal en
el manejo de los bienes y del dinero pesa más y crea otras formas que en el
caso de un “tesorero” impersonal e intercambiable como existe en las
asociaciones. Sin embargo, ni la matriarca ni el sachem deciden cómo se utiliza
el tesoro del clan, sino el consejo, integrado por todos los miembros del clan.
El consejo del clan decide una vez al año la suma, a partes iguales, que se
entrega continuadamente a todos y cada uno para la vida cotidiana. Asimismo
decide caso por caso los gastos especiales. La matriarca y el sachem actúan en
el consejo como asesores, pero en la toma de decisiones sólo tienen un voto,
como todos los miembros del clan. El tamaño del consejo es manejable, lo que
asegura la transparencia.
Problemas que normalmente se discuten apasionadamente, ya no tienen importancia: Imaginemos, por ejemplo,
la situación de que un miembro masculino del clan que gana bien “afuera, en el
patriarcado” ingresaría al tesoro del clan más que otros miembros - ¿no es
injusto? No, pues él obtiene a cambio gran honor, al mostrar un elevado grado
de comportamiento pro-social. Además, la cercanía de las “hermanas y de los
“hermanos”, su protección y su amor no se pueden pagar a ningún precio, pues
estos bienes son tan valiosos que no se pueden comprar “afuera, en el
patriarcado” ni con muchísimo dinero. También se resolvería otro problema
típicamente patriarcal: Tampoco importa si, por ejemplo, una mujer con niños
pequeños no puede ingresar nada a la caja del clan temporalmente. Ella en
cambio regala un bien de inestimable valor, que es la vida joven, dando a todos
la posibilidad de tener “hijos” y facilitando de este modo al clan y a la
comunidad una perspectiva de futuro. Si se maneja así, el dinero pierde su
falso nimbo. Al mismo tiempo se elimina para siempre la injusticia extendida del
trabajo bien remunerado de los hombres en profesiones de prestigio y del
trabajo infravalorado de las mujeres en profesiones malditas, peor todavía: del
trabajo no pagado de las madres.
Acerca
de la economía entre los clanes simbólicos
Los
clanes de afinidad electiva se ayudarán económicamente en una nueva comunidad,
pues forman un sistema de ayuda mutua. En actividades y fiestas comunes, la
economía de equilibrio matriarcal del regalo puede entrar en vigor también en
este nivel. Actividades y fiestas se patrocinan por los distintos clanes de
manera distinta según sus posibilidades, siguiendo el principio de quién tiene
más, da más. En el caso de que aquellos que antes daban más pasasen estrecheces
económicas, les tocaría a los demás clanes aportar más. Esto hace circular los
bienes y el dinero traspasando las fronteras de los clanes y llevando, bien
manejado, de nuevo al equilibrio entre los clanes, siendo el deber de todos los
miembros en la comunidad vigilar por que este equilibrio se produzca permanentemente.
Esto es un reto interesante que exige capacidad de combinación, discutiendo las
reglas generales una y otra vez en la práctica.
Es
un fin deseable hacer innecesario el uso del dinero como medio de canje dentro
de la comunidad. Este puede ser sustituido poco a poco por el intercambio de
bienes y la prestación de servicios. Entonces el dinero sólo vale “fuera”, para
asuntos más allá de la comunidad que tienen que ser pagados con dinero. Para
este fin todos los clanes pueden crear un tesoro común, según los mismos
principios de un tesoro de clan. Este tesoro se confía al “consejo de sabios”,
que es un grupo elegido de entre las mujeres y hombres más mayores de todos los
clanes. Éste, en analogía al tesoro de clan, solamente administra el tesoro
comunal, puesto que es el consejo de toda la comunidad el que decide sobre los
gastos.
En
este modo de obrar en todos los niveles se encuentra un elevado valor
emocional. Pues así se empieza a regalar de manera ponderada y creativa para el
bien de toda la comunidad. Esta conducta de regalar sin condiciones, que no
tiene nada egoísta, estrecha y refuerza los vínculos emocionales dentro de toda
la comunidad. Se honra tanto en el caso de los individuos como en el caso de
los clanes. Al fin y al cabo es la conducta maternal, de la misma manera que la
madre tierra les regala a los humanos todo lo que necesitan para vivir. En la
economía patriarcal, en cambio, la tierra es explotada como materia prima
gratis, semejante a la explotación de las mujeres como madres. Pero en la
economía matriarcal la conducta maternal de regalar es el valor más apreciado.
Por eso, una matriarca, un sachem o un clan son más venerados si actúan “como
una buen madre” (dicho de los minankabau, Sumatra). La afectuosidad maternal en las
sociedades matriarcales nada tiene que ver con el sentimentalismo tardoburgués,
sino que es un factor económico y a la vez social.
Acerca
de la economía entre las nuevas comunidades
Obviamente
la economía del regalo sólo puede funcionar en un circuito cerrado. Hoy en día
ya no vivimos en una cultura matriarcal, sino en una sociedad con reglas muy
distintas. En un clan o una comunidad que se entienden como un grupo cerrado
las cosas están claras. Entre dos o más comunidades, no obstante, se plantea
más difícil realizar la economía matriarcal. Aquí, de antemano, hace falta
comprometerse mutuamente a la economía matriarcal para una actividad o una
fiesta regional que se llevará a cabo comúnmente. Ésta vale sólo para el
período convenido, pero admite más
posibilidades que si cada comunidad obrase por sí sola o si las comunidades
compitiesen entre sí. En caso de que se haya tomado un acuerdo vinculante, para
este período determinado valen las mismas reglas de la economía de equilibrio
por regalo que en el interior de una comunidad: Quien tiene más, da más. Todos
los clanes de las comunidades que cooperan lo respetan. Los elementos
esenciales siguen siendo la transparencia de las actividades económicas y el
honor que se merecen aquellos que regalan.
Si esto
se logra, merece una fiesta en la que se celebra la propia acción de regalar,
igual que lo hicieron las mujeres hopi
en Arizona en su cultura tradicional con el Give
Away Festival, tirando los frutos de su agricultura y los productos de su
artesanía a la multitud de los espectadores divertidos, que en parte ni
siquiera pertenecían a su cultura matriarcal. Con esto regalaron,
simbólicamente, al mundo entero.
3.
La práctica política
matriarcal
En las sociedades matriarcales,
la política no es un ámbito separado en el cual los partidos, parlamentos,
senados, gremios y gobiernos actúan habitualmente como si las ciudadanas o
ciudadanos no existieran. Cada cuatro años los redescubren, los contentan con
eslóganes y esperan una decisión consistente en marcar una cruz en una papeleta
de voto – como si fuesen analfabetos. En cuanto al contenido, no tienen nada
que decir, resultando la democracia actual meramente formal. Las decisiones
reales se toman en otro sitio, pero no por el pueblo.
En las
sociedades matriarcales, en cambio, la
democracia directa perfecta regula todas las decisiones, y la política
consiste en ser el asunto de cada persona, puesto que se fundamenta en el
consenso estricto y en la unanimidad de todos los miembros de una determinada
comunidad. Puede tratarse de la comunidad del clan en un hogar, la comunidad
local de la aldea o la comunidad de la tribu en una región entera. El consenso
se consigue siguiendo dos principios fundamentales: la limitación del tamaño y la formación de consenso de manera estructurada.
La limitación del tamaño se
refiere sobre todo a una población matriarcal, que no sobrepasa el tamaño
máximo de tres mil personas. Pues cada poblado es una aldea-república autónoma.
Más allá de este tamaño se pierde la transparencia y se hace imposible conseguir
un consenso ya que la política de la tribu de una región se basa en las
decisiones que se toman en las aldeas. En las distintas aldeas, a su vez, la
política se basa en las decisiones de los diferentes clanes, y en éstos deciden
todas las personas juntas. De esta manera, cada persona participa en el
proceso, trátese de decisiones en el ámbito del clan, de la aldea o de la
tribu.
La formación de consenso de
manera estructurada
Este sistema es significativo,
pues es la única democracia directa perfecta que funciona, y eso ocurre gracias
a la invención de la formación de
consenso de manera estructurada, que seguidamente paso a describir.
Cualquier política matriarcal se
basa en el consejo del clan, que es la asamblea de todos los miembros adultos
en un hogar. Los jóvenes cuentan a partir de los 13 años como miembros plenos
del consejo. En él se hace la política real, de allí salen todas las decisiones
y luego vuelven a él. Al principio discuten separados por géneros. Las mujeres
hablan entre sí y encuentran su consenso sobre determinado asunto, los hombres
hacen lo mismo por su lado. Es decir, las personas no aparecen como
“individuos” neutros y asexuados en grupos difusamente mixtos. Las sociedades
matriarcales actúan siendo conscientes del hecho de que el mundo consta de Dos:
hombres y mujeres. Gracias a esta primera decisión tomada por separado no se
pierde nunca la diferencia entre la perspectiva de las mujeres y aquella de los
hombres, cosa común en el patriarcado. En éste las decisiones son tomadas para
“todas las personas”, pero normalmente por los hombres y pensando en ellos,
pues en el patriarcado únicamente el hombre vale como persona y la mujer es
sólo una anomalía que tiene que someterse a lo “humano en general”.
Después de haber discutido por
separado, las mujeres y hombres del clan se juntan y llegan a un consenso
común. La matriarca dirige la asamblea del clan y ayuda con su consejo a
encontrar el consenso. Su consejo es respetado, pues ella es la instancia más
digna de confianza, pero al tomar la decisión tiene solamente un voto como
todas las demás personas. Si se trata de una decisión referente sólo al clan,
el procedimiento termina aquí, ningún consejo de aldea se mete en los asuntos
del clan. Si se trata, sin embargo, de una decisión a nivel de la aldea, el
procedimiento continúa.
Los consejos del clan, de la
aldea y de la tribu
Cuando los diferentes clanes han
llegado cada uno al consenso, envían a sus delegados al consejo de la aldea
para que defiendan sus decisiones. Estos delegados pueden ser la misma
matriarca o su hermano más prestigioso como representante elegido del clan, el
sachem (“jefe de paz”), o los dos juntos –
respecto a esta cuestión se encuentran diferentes modalidades. Estos delegados,
no obstante, son únicamente los portavoces del clan, y no pueden tomar
decisiones, como es el caso de los diputados parlamentarios en nuestra
democracia, donde los votantes delegan su voto en aquellos, que luego tampoco pueden decidir
gran cosa. En el matriarcado en cambio nadie delega nada en otros - ¡sería
inimaginable!
En el consejo de la aldea, los
delegados de los clanes se reúnen públicamente. Todos pueden escuchar y
controlar lo que dicen los delegados, pero no todos hablan. El consejo de la
aldea ya es demasiado grande para dar la palabra a todos y cada uno – para eso
existe el consejo del clan. En el consejo de la aldea, los delegados se limitan
a intercambiar la información de cómo han decidido los distintos clanes, nada
más. Si hay consenso, entonces el procedimiento de toma de decisiones en el
nivel de la aldea ha finalizado. Si resulta que todavía no hay consenso, los
delegados vuelven a sus respectivos hogares y comunican el estado de las cosas.
Ahora las deliberaciones empiezan de nuevo en los hogares, teniendo en cuenta las
decisiones de los otros clanes, hasta que se encuentre un segundo consenso.
Otra vez se reúnen los delegados en el consejo de la aldea para juntar y
deliberar estas decisiones. Van y vienen como informantes entre los consejos de
la aldea y del clan, tantas veces hasta que se haya encontrado la unanimidad de
todos los clanes en el nivel de la aldea.
De la misma manera funciona el
sistema en el nivel de la tribu: Si una decisión se refiere a toda la región de
la tribu, las deliberaciones empiezan, igualmente, en los hogares de las
distintas aldeas hasta que las aldeas hayan llegado a un consenso. Después,
todas las aldeas eligen a sus portavoces, que en este nivel suelen
ser hombres puesto que a veces tienen que realizar un largo viaje hasta llegar
al consejo de la tribu, mientras que las mujeres no abandonan los hogares ni
las tierras del clan, los centros más importantes de su sociedad. Los delegados
de las aldeas se reúnen en el consejo de la tribu, pero igual que antes, no
pueden tomar decisiones, sino que únicamente comunican a los demás los
consensos de sus distintas aldeas. Si las decisiones no coinciden, vuelven a
sus aldeas e informan al consejo de la aldea sobre el estado de las cosas. Los
delegados de éste vuelven a sus casas, dan el informe, y las deliberaciones
empiezan de nuevo en todos los clanes de todas las aldeas de la región. Los
delegados de las aldeas van y vienen entre el consejo de la tribu y de la
aldea, hasta que se haya encontrado el consenso de todos los clanes de todas
las aldeas de la región. Los clanes son siempre la primera y la última
instancia, pues en ellos la política retorna a los que verdaderamente toman las
decisiones, es decir a cada individuo.
Por medio de esta estructura de
formar consensos funciona la democracia directa matriarcal. La política
matriarcal siempre es una política del consenso y no permite que se formen
modelos de ejercer el poder. Un sexo no puede dominar sobre el otro, tampoco se pueden formar clases, menos aún puede
concentrarse el poder sobre los demás en manos de unos pocos (oligarquía) o de
una única persona (monarquía).
Solución de conflictos
La política de consenso ya
resuelve una serie de conflictos que sin ella estarían bastante extendidos. A
pesar de eso, también aquí existen conflictos, pues los miembros de las
sociedades matriarcales no son más que humanos con sus debilidades. Tienen, sin
embargo, sus métodos específicos de resolverlos: En conflictos entre
individuos, los otros miembros del clan ayudan a remediarlo, no hace falta que
toda la aldea se ocupe del caso. En conflictos entre clanes, los otros clanes
ayudan a resolverlos. Las sociedades matriarcales, además, conocen el “consejo
de sabios” en los niveles de las aldeas y de la tribu, que reúne a los hombres
y mujeres más mayores para mediar en situaciones de crisis y recordar los
valores éticos de la comunidad. Por eso, el “consejo de sabios” es una especie
de consejo de paz.
Si los conflictos entre los
clanes resultasen, a pesar de todo, insuperables, no llegarían a una guerra
civil como las sociedades patriarcales. El clan que quiere vivir de un modo
diferente que la comunidad restante de la aldea se marcha y se asienta en otro lugar de la región. Allí vive en una
aldea propia según sus ideas, mientras que las relaciones amistosas con la
aldea de origen se reanudan y se fomentan a través de visitas mutuas. La aldea
o ciudad joven se entienden como “aldea filial” o “ciudad filial” frente a la
“aldea materna” o la “ciudad materna”. Con estos conceptos se vuelven a anudar
los lazos de parentesco simbólico según la matrilinealidad, lo que conduce a
visitas regulares de honor de la gente de la “ciudad filial” a la de la “ciudad
materna”.
Hoy: Política matriarcal en las
nuevas comunidades
Una nueva comunidad puede ser
considerada como aldea simbólica – en algunos casos forma una aldea real – y
los grupos específicos en ella, que se han formado como comunidades de afinidad
electiva de hermanas y hermanos, son los clanes simbólicos. Estos últimos
forman una comunidad de trabajo y tienen un tesoro de clan común, es decir que
tienen un interés y una responsabilidad comunes.
Una vez creada una estructura de
este tipo, las ventajas de la política matriarcal de consenso pueden tener sus
efectos. No es la asamblea general de la nueva comunidad la que tiene que
decidir sobre todas y cada una de las cuestiones, sino que el consenso se forma
de manera estructurada: Empieza en los grupos pequeños de los clanes
simbólicos, cuyos miembros tienen una sólida base de confianza a causa de la
afinidad electiva. Por eso es fácil mantener el principio de consenso. Aquí
cada uno tiene la ocasión de hablar, a diferencia de una asamblea general,
donde normalmente dominan los buenos oradores. Además, no tardan mucho en
llegar a un consenso porque el tamaño del grupo es reducido.
Al mismo tiempo se ve que no
todas las decisiones o todos los conflictos afectan a todos: Los asuntos
personales y los del clan permanecen en el clan, los asuntos de la aldea, en la
aldea. Además existe el nivel regional o suprarregional de las relaciones entre
las “aldeas”, es decir entre las distintas comunidades.
Los consejos de los matri-clanes
simbólicos, de las aldeas simbólicas y de la “tribu”
En los clanes, los consensos se
forman primeramente por separado entre mujeres y entre hombres. Esto conviene
sobre todo en la actualidad, porque se suele prestar poca o ninguna atención a
la perspectiva de las mujeres. La matriarca elegida dirige el consejo de mujeres del clan simbólico, y el sachem elegido
(“jefe de paz”) el consejo de hombres. Después se unen las dos partes, y bajo
la dirección común de la matriarca y del sachem el clan encuentra su consenso.
Si se trata del nivel de la aldea o de la tribu, los delegados entran en
función. No se recomienda que se elijan sólo mujeres o sólo hombres, porque
esto serviría para alimentar antiguos o nuevos clichés de los roles de género.
La mejor variante es que la matriarca y el sachem compartan la representación
del clan en el consejo de la aldea, es decir la asamblea de la comunidad. De
este modo se garantiza que la perspectiva diferente tanto de las mujeres como
de los hombres se tenga en cuenta también en el consejo de la aldea.
En el consejo de la aldea o de la
comunidad hablan únicamente los delegados de los clanes, pero todos escuchan.
Eso de escuchar tiene una función importante, pues de esta manera se controla
la política de los delegados para que se limiten a lo que es su deber: aportar
información, sin tomar decisiones. Hoy en día no estamos acostumbrados a este
sistema, pues a algunas personas les gusta bastante delegar la decisión y otros
se apoderan de ella. Pero se puede aprender, practicándolo en las asambleas de
la aldea, si, por un lado, se escucha con atención y, por otro (los delegados),
se transmite el cometido. Igualmente se aprende a integrar todas las opiniones.
Pues en cuanto la deliberación vuelve a los clanes, cada persona es invitada a
tomar en consideración las opiniones de los otros clanes y a integrarlas en las
propias. Si, al final, en la aldea se logra formar el consenso de manera
estructurada, la ventaja es que todos los miembros de la comunidad “actúan como
una persona” (dicho de los
minangkabau). Se evitan, de esta manera, los conflictos derivados del
comportamiento dominante y de los sentimientos de inferioridad, de los intentos
de desintegración y de las pruebas de fuerza, así como de la formación de
bandos y las intrigas.
Si se trata de las relaciones
regionales o suprarregionales hacia otras comunidades, la formación del
consenso se consigue de la misma manera: Del nivel del clan va al de la aldea,
y de éste pasa al nivel regional. Igual que se procede entre los niveles de
clan y de aldea a través de los delegados, así se hace entonces entre los
niveles de la aldea y de la región a través de los delegados de las aldeas. Se
recomienda que tampoco en este nivel se elijan los delegados de un solo sexo,
sino mejor de los dos: Una matriarca y un sachem representan juntos la aldea o
la comunidad entera en el consejo regional. Allí se encuentran con los
delegados femeninos y masculinos de las otras comunidades para intercambiar
informaciones.
Consejos específicos para la
resolución de conflictos
También en las nuevas
comunidades, el “consejo de sabios” es imprescindible para resolver conflictos
entre los clanes. Las mujeres y los hombres mayores elegidos para integrar este
consejo, a partir de los 50 años más o menos, ya no pueden participar en los
consejos del clan o de la aldea, porque forman una tercera instancia que es
independiente, el “consejo de sabios”. Sólo gracias a su no participación en
las decisiones de los clanes o de las aldeas pueden fomentar la paz entre los
clanes en caso de conflictos graves. Además, mantienen relaciones con las
personas de los “consejos de sabios” de las otras comunidades y pueden aprender
de sus experiencias para restablecer la paz, o transmitirles las suyas. Pueden,
incluso, ser invitados a acudir al “consejo de sabios” de otra comunidad para
colaborar como externos en la resolución de sus conflictos.
Al contrario de otros consejos,
el “consejo de sabios” es “permeable”, es decir que no está limitado a la
propia comunidad. Esto tiene una gran ventaja si en el nivel regional (o
incluso suprarregional) las distintas comunidades intentan intercambiar ideas, incorporar novedades o cooperar. Aquí los
miembros del “consejo de sabios” pueden ofrecer inspiración, dar impulsos, o
intermediar regionalmente y restablecer la paz.
Además es importante instalar en
cada aldea o cada comunidad, específicamente, un “consejo de mujeres” y un
“consejo de hombres”. De esa manera, los diferentes modos de ver las cosas de
mujeres y hombres nunca se borran y se mantiene la diversidad de las
perspectivas. En el “consejo de mujeres” o en el “consejo de hombres” se reúnen
las mujeres o los hombres de una comunidad para intercambiar abiertamente sus
pensamientos con sus congéneres, para
reflexionar conjuntamente y para evaluar determinadas ideas, temas o principios
generales. Así se pueden asegurar con toda tranquilidad de sus diferentes modos
de ver el mundo. Con todo esto, hay que decir que el “consejo de mujeres” o el
“consejo de hombres”, o el “consejo de sabios”, no toman decisiones, sino que
juegan el papel de encontrar ideas y dar impulsos. Sus pensamientos, no
obstante, tienen influencia sobre las decisiones del consejo de clan.
Igual que el “consejo de sabios”,
el “consejo de mujeres” y el “consejo de hombres” deben de ser permeables hacia
el nivel supra-/regional, es decir que invitan a mujeres y hombres de otras
comunidades y, a la inversa, son invitados por estos. De este modo, las ideas
acerca de la situación específica del género permanecen presentes más allá de
los límites de la propia comunidad. Pueden surgir y transmitirse ideas nuevas,
y los modelos patriarcales tanto en los hombres y como en las mujeres pueden
ser descubiertos y superados fácilmente. Esto también fomenta la paz.
4.
Espiritualidad y
cultura matriarcales
No es totalmente correcto tratar
“la espiritualidad y la cultura matriarcales” como último de los cuatro niveles
de la sociedad. Es verdad que solemos considerar la economía como base de todo,
lo que es correcto por un lado, pero no por otro: Las personas no abandonan
viejos modelos y relaciones y se ponen
en camino hacia nuevas comunidades a causa de la economía, sino que las empuja
la añoranza, la idea o la visión de un mundo más feliz. Las raíces de estas
visiones son siempre profundamente espirituales, igual que sólo se pueden poner
en práctica por fuerzas espirituales.
Se hace más justicia a la forma
social matriarcal comenzando por su espiritualidad. Pues los matriarcados
fueron y son sociedades sagradas, al contrario de las sociedades patriarcales
de diversa índole que les siguieron, en las cuales – después de una primera
irrupción del pensamiento militar-estratégico, profanándolo todo – se ha
extendido lo profano en todos los ámbitos. Hoy en día se ha llegada a tal punto
que “ya no hay nada sagrado”, mientras que en las sociedades matriarcales
literalmente todo fue (o es) sagrado. Por eso, sin los conocimientos de la
espiritualidad matriarcal no se pueden entender adecuadamente sus modelos
sociales, ni tampoco los políticos o económicos. Es más: son imposibles sin
esta espiritualidad profunda que lo penetra todo.
Otro concepto de lo divino
La razón por la que todo se
considera sagrado se encuentra en el concepto inmanente de divinidad que tienen
las culturas matriarcales. Para ellas no hay una deidad transcendente fuera del
mundo, sino el mismo mundo es divino, y además femenino-divino. La
representación de las dos diosas primordiales Cosmos y Tierra, extendida por
todo el mundo, lo demuestra. Tales diosas primordiales cósmicas como creadoras
del mundo son por ejemplo la egipcia Nut, que lo parió todo de sí misma, la
pregriega Eurínome, que puso el huevo del mundo del cual salieron todas las
cosas, o la tibetana Sa-trig er-sans, la “madre del espacio vacío”. También la
Tierra se considera su hija, pero ésta , como madre primordial de todo lo vivo,
también es una diosa primordial, como por ejemplo la prehelénica Gaia o Rea, la
india Prithivi, la mediterránea Magna Mater, o la antiguo-europea Dana/Ana.
Estas diosas primordiales reflejan la comprensión matriarcal de que lo femenino lo abarca todo, una idea
que volvemos a encontrar en la doctrina de la China antigua del “Tao” en forma
de lo femenino que lo abarca todo.
Arropado por esta femeninidad que
lo abarca todo, lo demás se desarrolla en polaridades dinámicas. Son pares
polares, por ejemplo, la luz y la oscuridad, el verano y el invierno, el
movimiento y el reposo, lo femenino y masculino concretos, y nos podemos
imaginar sus actuaciones como la polaridad del “Yin-Yang” de la China clásica.
En el matriarcado no se juzgan estas correspondencias complementarias – tal
como se hizo luego en la filosofía patriarcal -
sino que el mundo es considerado intacto cuando las polaridades se
encuentran en un equilibrio perfecto.
La vida cotidiana y los días
festivos en un “mundo sagrado”
Ya que todos los elementos y
seres son de origen divino, todos son sagrados. ¿Qué significa esto en la vida
cotidiana? ¿Cómo se vive en una sociedad en la cual todo es sagrado? No existe
una separación tan nítida como estamos acostumbrados entre la “vida cotidiana”,
cuando la gente trabaja, y los “días festivos” cuando se reza. En el
matriarcado, cada actividad cotidiana, como por ejemplo sembrar, recolectar,
cocinar, tejer, viajar es al mismo tiempo un ritual con sentido profundo, y
cada objeto de uso práctico como, por ejemplo, un arado, un huso, un recipiente
para guardar cosas, el hogar, tiene al
mismo tiempo un significado simbólico. El trabajo es al mismo tiempo un rezo y
no se considera “duro, difícil o alienante”, pues no sirve para ganar dinero o
plusvalía.
Estos actos rituales que se
realizan permanentemente se amplifican a grandes ceremonias y a
escenificaciones del culto en los días festivos, en los cuales la aldea o la
ciudad enteras toman parte. No se celebra nada más de lo que, de todos modos,
está presente en la vida cotidiana. Las personas matriarcales no celebran
dioses transcendentes, jerarquías de espíritus invisibles o santos que se
encuentran muy por encima de las personas normales, sino la diversidad del
mundo concreto y a sí mismas en medio de éste. Celebran lo que hay a su
alrededor y lo que ellas mismas son y hacen. Por eso, su actuación espiritual
penetra la vida cotidiana del mismo modo que las fiestas, sólo que tiene a
veces cimas y otras veces valles, igual que un movimiento ondulatorio.
Fiestas matriarcales: Espejo de
la naturaleza y de la sociedad
De todo ello se desprende que la
espiritualidad matriarcal no es nada abstracto, no conoce libros sagrados,
dogmas ni teologías. Tiene una vida concreta en las fiestas matriarcales en las
cuales se puede ver todo lo qué significa. Estas fiestas cuentan con una gran
riqueza espiritual y ostentan una enorme complejidad en sus rituales y
ceremonias. Representan la parte esencial de cada comunidad de aldea, ciudad o
tribu porque son una imagen, un reflejo o un libro ilustrado de todas sus
relaciones vitales, por ejemplo de su orden social respecto a los géneros, las
generaciones o los clanes, de su economía, cronología e historia y – algo muy
importante – de su relación con la naturaleza, pues la naturaleza es la diosa.
Por consiguiente, las grandes
fiestas en el ciclo estacional, en las cuales se celebra la manifestación de la
naturaleza en su transformación permanente, entendida como el cosmos y la
tierra, son fundamentales. La diosa naturaleza se personifica en las
sacerdotisas o chamanas. En el ámbito cultural de Oriento Próximo, del Mediterráneo
o de Europa, aparece más frecuentemente como la triple diosa en sus diferentes
aspectos: en primavera viene como la joven Diosa Blanca, la señora del cielo, y
trae la luz y la vida nueva. En verano aparece como la Diosa Roja en plena
flor, la señora de la tierra y del mar, y regala el amor y la fertilidad. En
otoño se presenta como la Diosa Negra, la anciana sabia, la señora del
inframundo, y devuelve la vida a las profundidades, donde la transforma, y la
vuelve a elevar en la reencarnación en invierno.
Estas imágenes contienen al mismo tiempo el ciclo del año y el ciclo de la
vida; este último no se entiende como lineal, sino en el cambio cíclico de
vida-muerte-vida, igual que los ciclos del año. Además, transmiten la idea del
mundo como tripartito, dividido en cielo, tierra y inframundo.[7]
En estas fiestas las personas no
sólo celebran la naturaleza, sino también a sí mismas, los sexos y las
generaciones, que son igualmente manifestaciones de lo divino: En las fiestas
primaverales se celebran sobre todo los niños y jóvenes, pues en cada niña
habita la Diosa Blanca y en cada niño su hermano celeste. En las fiestas
estivales, son honradas las mujeres adultas, porque en cada una de ellas
aparece la Diosa Roja, y en cada hombre adulto está su pareja, el amante o
heros de la diosa.[8]
En otoño son las ancianas las que se veneran como la manifestación de la Diosa
Negra, pues participan en su magia, arte médico y sabiduría, y con ellas se
celebran los ancianos, los hermanos de estas madres de clan, como los
bondadosos protectores y guardianes del clan. Siguen las grandes fiestas para
las y los antepasados, pues también aquellos que viven en el mundo de los
muertos pertenecen al clan y les dan su bendición a los miembros vivos. Según
las creencias matriarcales, más tarde vuelven a su clan reencarnados en niños y
también éstos son celebrados. De esta manera se manifiestan las diferentes
cualidades de los sexos y las generaciones, sus diferentes “funciones”. A
través de esto se muestra el orden social matriarcal como una comunidad
estructurada por diferencias naturales, que no conoce ninguna jerarquía ni una
inadecuada igualación colectiva. Está alejado de ambos extremos porque son
modelos patriarcales. Al mismo tiempo, se manifiesta la estructura de los
clanes entre sí, pues a menudo los diferentes clanes de una sociedad matriarcal
tienen la responsabilidad y dirección de una de las grandes fiestas
estacionales. Con eso se forman redes espirituales que representan un modelo
espiritual de la aldea o la ciudad entera.
Fiestas matriarcales: Calendario
y libro de historia
La economía matriarcal también
queda patente en las fiestas, tanto simbólica como prácticamente. En la
práctica se trata de unas fiestas que son el motor de la economía matriarcal
del regalo. Simbólicamente reflejan todas las actividades económicas que se
realizan en la vida cotidiana ritualmente, pues las grandes fiestas
estacionales son al mismo tiempo fiestas de la siembra, de la germinación y del
crecimiento, del marchitamiento y de la cosecha. De este modo representan un
calendario agrario que se basa en la observación astronómica de los movimientos
del sol, la luna y los astros. En esta economía se mezclan también elementos
pastoriles y comerciales, pues la economía matriarcal no fue meramente agraria.
En las fiestas, dichos elementos se reflejan, por ejemplo, en las celebraciones
del nacimiento de las crías, de la subida o bajada del ganado a los pastos,
también en la matanza ritual de algunos animales en otoño. Asimismo, los viajes
comerciales no fueron nunca meramente profanos sino al mismo tiempo eran
peregrinaciones espirituales.
Las personas matriarcales no
necesitan libros de historia, pues pueden leer su historia, que es la de sus
clanes, de sus reinas fundadoras y sus héroes culturales, en sus fiestas. En
ellas estos sucesos son representados en escenificaciones simbólicas del destino de sus madres de tribu y sus
antepasados. No es para nada aburrido enseñar la historia de esta forma, todo
lo contrario, es variada, dramática, turbulenta y se permite a todos
intervenir. De esa manera, la historia no es solamente el pasado, sino que se
renueva permanentemente, pues está sucediendo en el aquí y ahora de los actores
rituales. También se escenifican los sucesos de historia cultural, como por ejemplo
las intrusiones patriarcales, que por suerte se solucionaron mediante
compromisos políticos como, por ejemplo, la irrupción del hinduismo en la
cultura del pueblo matriarcal de los newar (Nepal) o las intrusiones de los
blancos en culturas de tribus matriarcales de indios norteamericanos, por
ejemplo los hopi.
Llama la atención la gran
tolerancia que distingue la espiritualidad matriarcal. Ya que la diosa
primordial Tierra, la madre de todos los pueblos, es llamada la “Una con las
mil caras”, es lógico que sea venerada en mil formas concretas. Así por
ejemplo, un pueblo de las montañas la venera como diosa de montaña y un pueblo
del mar como diosa del mar. En esta diversidad, que se entiende como riqueza,
la conciencia de la unidad de la diosa primordial, sin embargo, no se pierde.
Pero esa unidad no es abstracta – la tierra es una diosa para mirar y tocar.
Así que nadie tiene que misionar a los demás y forzarlos a creer en un concepto
de unidad o deidad única. Un pueblo matriarcal de las montañas no vería sentido
en convertir a un pueblo del mar a su diosa de montaña. La tolerancia
matriarcal va tan lejos que incluso dioses de religiones patriarcales fueron
amablemente integrados, como por ejemplo Jesús y María, porque los misioneros
lo quisieron. La exigencia de exclusividad cristiana, sin embargo, se perdió de
este modo, porque las personas matriarcales no la entienden.
La tolerancia matriarcal hoy en
día
Creo que la tolerancia matriarcal
se ha extendido en los movimientos y comunidades alternativos desde hace mucho
aunque no se la menciona expresamente. Muchas personas se han apartado de las
doctrinas religiosas que pretenden poseer la verdad absoluta o el camino único
hacia la iluminación. Además, las grandes religiones tradicionales han perdido
su credibilidad porque pactaron durante demasiado tiempo con el poder estatal.
Tales orientaciones religiosas son en mayor o menor grado patriarcales.
La espiritualidad matriarcal en
cambio no es una religión o doctrina, pues nadie tiene que “creer” en nada,
sino que es la celebración permanente de la vida y del mundo. Para darle
expresión, se fue creando, a lo largo de milenios de desarrollo cultural
humano, un lenguaje variado y diferenciado de símbolos, que todos los
simbolismos religiosos siguientes aprovecharon. Este lenguaje simbólico no
exige ninguna “creencia”, pues se explica por sí mismo – ya que es el retrato
del cosmos y de la tierra.
Este lenguaje sería igualmente
apropiado dar expresión espiritual a la tolerancia matriarcal de las nuevas
comunidades.¿Por qué no celebrar conjuntamente el hecho de que existen muchas
visiones, muchos ideales y caminos espirituales que se siguen actualmente? Al
fin y al cabo, esta diversidad representa un tesoro espiritual que puede estar
presente en una única comunidad. Por consiguiente será una razón para organizar
una fiesta y celebrar a aquellos que, por ejemplo, son budistas-zen, o que
quieren a los ángeles, y aquellos que son o van a ser chamanes o chamanas
sabios, etc. Se haría visible una gran abundancia de caminos espirituales, en
los cuales todos pueden participar alegremente durante la fiesta sin desconfiar
mutuamente y desmarcarse. Sólo las exigencias de exclusividad y el empeño
misionero ya no son posibles.
Hoy en día: La fiesta como centro
de la vida de la comunidad
También la espiritualidad de la
vida cotidiana vuelve a ser practicada en los movimientos comunidades
alternativos, y se celebran bonitas fiestas comunitarias. Permítanme hacer unas
sugerencias que muestran posibilidades que se nos abren a través del empleo del
lenguaje simbólico matriarcal en su profundidad y sabiduría.[9] Con él es posible retratar
la complejidad de todas las relaciones
vitales de los individuos, en especial de clanes simbólicos y nuevas
comunidades, y con eso, las fiestas se convertirían en grandes eventos espirituales y en un centro creativo
y regenerador de los nuevos clanes y comunidades. Lo quiero comentar más
detalladamente:
Además de la riqueza espiritual
de las personas se puede hacer visible también la riqueza de sus relaciones
sociales y de las distintas etapas de la vida. De este modo se celebra la
fuerza o la energía específicas de cada sexo y de cada generación, que refleja
su divinidad y expresa sus “funciones” distintivas. Por ejemplo, la función de
los niños y jóvenes es la vivacidad y el dinamismo - ¿por qué no celebrar a las
niñas y los niños en la figura de la Diosa Blanca y su hermano celeste en el
centro de una fiesta especial? Se realiza con las correspondientes escenas
simbólicas de la cultura matriarcal, con trajes bonitos, música y baile y con
todo lo que da alegría. Analógicamente en otra fiesta, en la cual las mujeres
adultas son celebradas como la manifestación de la Diosa Roja, en su función de
regalar el amor y la vida y establecer todos los enlaces sociales. Puede ser,
al mismo tiempo, la fiesta de los hombres adultos en su función de amantes de
las mujeres y co-creadores de la vida y la comunidad. Y de forma análoga, en otra fiesta son
veneradas las mujeres mayores y las ancianas en su función de poseer la
orientación y la sabiduría de la Diosa Negra, que aparece a través de ellas,
así como los hombres mayores y los ancianos en su función de ser los
protectores y ayudantes de la comunidad. Son imágenes diferentes a las que
conocemos del patriarcado. Vivirlas en una fiesta comunitaria trae consigo
notables cambios, pues con la “función” aparece la esencia divina en cada uno.
Las personas empiezan a verse mutuamente en un contexto espiritual, y de esa
manera es posible desempeñar la función específica de los distintos sexos y
generaciones también en la vida cotidiana.
Así , además, la estructura de una comunidad empieza a
hacerse visible poco a poco. Pues todo este sistema se debe retratar y
celebrar, de forma análoga a la “estructura del clan” en una sociedad
matriarcal. Esto puede ser muy aclaratorio y poner en marcha una dinámica
positiva, puesto que las estructuras
confusas no se pueden retratar, las clarificadas, al contrario, muy bien.
Además, tenemos que encontrar una imagen global de la estructura de la
comunidad si queremos representarla en una celebración. Semejante retrato
general, conocido por el lenguaje simbólico matriarcal, tiene la tendencia de
integrar, pues de partes separadas o escindidas no se obtiene ninguna imagen.
De esa manera, a través de este trabajo creativo, generando una imagen
integral, se podría poner en marcha una dinámica integradora en una comunidad,
cosa que no sucede a través de discusiones teórico-morales sino a través del
juego creativo. Este aspecto general, además, no es fijo y puede variar de una
fiesta a otra, según los cambios de la realidad retratada o de la visión que
todos tienen de ella. Pero siempre revela un fuerte efecto cargado de
comprensión y creando vínculos, lo que perdura después de la fiesta.
La historia específica y el
rostro local de la tierra
¿Qué ocurre con la celebración de
la historia de las comunidades alternativas? Esta específica y única historia
de cada comunidad es tan importante para la formación de identidad de los
miembros que debería ser celebrada en imágenes lo más frecuente posible. De
este modo, aquellos que han llegado más tarde, y también los niños y los de
fuera, la pueden entender mejor, pues se ilustra mediante la representación
escénica. Al mismo tiempo se veneran las fundadoras y los fundadores, sin
importar si todavía viven o si se han convertido ya en antepasadas y
antepasados de la comunidad. Cuando esta historia se acerca al presente y llega
a la actualidad, todos se convierten en actores de la representación escénica,
pues en este momento son los portadores de la historia.
¿Qué ocurre con la celebración de
la economía? ¿Es ésta solamente el ámbito del trabajo, del exceso de trabajo,
de la escasez de medios o de las preocupaciones? Su representación forma una
parte relevante de las grandes fiestas, sea que se alabe la cosecha o un regalo
patrocinador, sea que se representen y se celebren las distintas artesanías
individuales o capacidades profesionales. Lo que se hace visible, seguramente,
no es la escasez sino la abundancia.
¿Qué ocurre con la tierra, cuyo
lugar determinado en un paisaje local es la base para la comunidad que allí
vive y celebra la fiesta? ¿Y el cielo, cuya luz cambiante determina los
fenómenos estacionales en este lugar concreto de la tierra? El cosmos y la
tierra en general y este lugar concreto en especial, el “rostro local” de la
tierra, merecen las fiestas más bellas. No nos podemos unir en nuestro
espíritu, alma y cuerpo con la tierra, si no la celebramos retratando sus
imágenes que cambian en las estaciones, tal como lo hacen los pueblos
matriarcales. La tocamos cariñosamente, la embellecemos apareciendo sobre ella
luciendo bonitos trajes festivos, la alabamos y le “hacemos recordarse a sí
misma” mirándola. Pues a través de nosotros, “la naturaleza se mira a sí
misma”.[10] Esto es el diálogo con la
diosa alrededor de nosotros y dentro de nosotros. Sostenerlo desemboca en un
“nuevo encantamiento del mundo”, que es solamente otra expresión para volver a
sacralizar el mundo.
5.
Reflexiones para una
sociedad matriarcal moderna
Hasta aquí en las contribuciones
de esta serie he presentado el orden social, la economía, la política, la
espiritualidad y la cultura de las sociedades matriarcales. He descrito cómo
estos modelos se pueden transponer como microestructuras a nuevas comunidades
creativas que nacen desde movimientos alternativos. Se trata de amplificar
estos pensamientos desde el nivel de la comunidad hasta el nivel de la sociedad
como macroestructura, a modo de esbozo de un nuevo modelo social. No es el
resultado de un abstracto “juego con perlas de vidrio” filosófico como pura
utopía, sino que se fundamenta en los conocimientos de una forma social vivida
durante milenios y reanuda esta experiencia
de la historia humana. Al mismo tiempo se refiere a los problemas y calamidades
de la presente situación social. Diariamente se destrozan relaciones sociales y
culturas y se pierden valores sólidos, y en consecuencia cada vez más personas
se ven reducidas a la miseria.
Acerca de la escala: El papel de
la región
Pensando en una sociedad
matriarcal tenemos que despedirnos de la idea actual de sociedad. El concepto
“sociedad” significa para nosotros un recipiente que contiene las personas más
diversas, grupos de intereses e instituciones, que son extraños entre sí y que
compiten por el poder en el estado. A menudo se equipara “sociedad” con
“estado”, y los estados, hoy en día, tienen la dimensión de estados nacionales
o de superpotencias. El hecho de que se admira la magnitud tiene que ver con la
ideología patriarcal del poder, de expansión y de formación de imperios
(globales).
En el modelo social matriarcal,
el tamaño en sí no es un valor. Tienen preferencia unidades menores, que posibiliten una política transparente y
cercana a las personas. No deben ser tan
grandes que las personas ya no las comprendan y no puedan participar en sus
decisiones, caso de los modernos estados y superestados. Tampoco deben ser tan
pequeñas que el abastecimiento y la diversidad de artes y oficios no estén
asegurados. Esta dimensión ideal la tiene la región. Las fronteras de una
región no son arbitrarias como las fronteras estatales, sino que se determinan
por las características y particularidades del paisaje y por las tradiciones
culturales. Una sociedad matriarcal no excede su región y es una red de aldeas
y ciudades pequeñas, sin jerarquía entre las ciudades y aldeas, ni ningún
centralismo, pues cada población es políticamente autónoma. Son repúblicas de
aldea o de ciudad, independientes las unas de las otras.
Tal aldea-república se compone de
uno o unos pocos clanes de afinidad electiva, los clanes simbólicos, que se
organizan según los modelos que he descrito. Una ciudad-república está
compuesta de diferentes barrios que se comportan como una “aldea”, pues se
componen de unos pocos clanes simbólicos. Con esto la transparencia está
garantizada. Esto también limita el tamaño de la ciudad, que ya no tiene nada
que ver con las ciudades gigantescas, que son una aglomeración casual de unos
individuos agresivos, más o menos desarraigados y extraños entre sí
multiplicados por millones. Una ciudad matriarcal es, en cambio, una estructura
bien ordenada, pues no solamente los clanes simbólicos de los distintos barrios
tienen relaciones políticas mutuas sino también los diferentes barrios,
funcionando según los modelos de la política de consenso.
Política de consenso en la
sociedad
Al formar una decisión, los
modelos de la política de consenso matriarcal incluyen a cada persona y sólo permiten acuerdos por unanimidad. Son estos modelos los que determinan la dimensión de
una sociedad matriarcal así como la estructura de las repúblicas de aldea y de
ciudad. Pues la política de consenso se fundamenta en la cercanía de las
personas y en la más estricta transparencia.
La política real se hace en los
clanes simbólicos. En ellos, todas las personas conviven por afinidad electiva
y no como extraños competidores. De aquí salen las decisiones, y aquí vuelven
las deliberaciones hasta que se encuentre la unanimidad también en los niveles
más amplios. Cuando una aldea-república busca su consenso, empiezan en los
clanes simbólicos, y el consenso se entiende como encontrado cuando los
miembros de todos los clanes simbólicos han llegado a una decisión unánime, es
decir, cuando todos los clanes simbólicos comparten la misma opinión. Con este
fin, los delegados de los diferentes clanes simbólicos intercambian
permanentemente información acerca del estado de las cosas en el consejo de la
aldea, y de esa manera ayudan a encontrar el consenso. Cuando los clanes
simbólicos de los barrios forman su consenso, actúan analógicamente.
Si se trata de una formación de
consenso en el ámbito de ciudad, el procedimiento se hace más complejo todavía:
Ahora los delegados de los barrios se reúnen en el consejo de la ciudad e
intercambian las informaciones. Si no se ha llegado al consenso, vuelven al
consejo del barrio e informan allí a los delegados de los diferentes clanes
simbólicos que, a su vez, vuelven a sus clanes simbólicos para que el asunto se
reflexione de nuevo. Así van y vienen hasta haber encontrado el consenso en el
nivel de la urbe. Buscando un consenso en la región el proceso vuelve a
comenzar en los diferentes clanes simbólicos.
Este proceso se transmite a través de los delegados de las diferentes
aldeas y ciudades al consejo de la región, y va y vuelve las veces necesarias
hasta que se haya logrado el consenso en toda la región.
Es evidente que, con este
procedimiento, la política de consenso como unanimidad de todos los miembros no
se puede manejar más allá del tamaño de una región. Por eso, la región es la
unidad política más grande. Todo que lo supera ya no corresponde a la medida
humana. Obra contra los individuos humanos y los convierte en objetos y números
que ya no tienen voz, como es el caso en las formaciones estatales
centralizadas y demasiado grandes. Hay que comprender que la medida humana es
limitada y relativamente pequeña. Cuando algún día valga de nuevo como
referencia, ya no admitirá la gigantomanía actual, que imparable tiende de lo
grande hacia lo cada vez mayor.
La base económica: El modelo de
subsistencia
La unidad económica más grande es
también la región puesto que la economía matriarcal es, por principio, una
economía de subsistencia que funciona con autarquía
local. Los productos se cultivan en las huertas y los campos que rodean las
aldeas y pequeñas ciudades y son llevados a los mercados locales que garantizan
el abastecimiento local. Es decir que no solamente las aldeas sino también las
ciudades son poblaciones agrarias que dependen de su entorno. Éste tiene
límites, por eso el tamaño de una ciudad es limitado. Ya sólo desde el punto de
vista económico, en una sociedad matriarcal no pueden existir las ciudades
gigantescas que explotan como vampiros su llamado “hinterland”, lo exprimen, lo
convierten en una provincia pobre y, por si fuera poco, transportan sus
mercancías de lujo por todo el mundo en aviones.
La economía de subsistencia es el
único sistema económico que puede poner fin a la explotación desenfrenada de
nuestro planeta. Hoy en día es practicada todavía, mayoritariamente, en los
países del llamado “tercer mundo”, especialmente en la horticultura de las
campesinas que de esta manera alimentan a sus familias. Es resistente contra la
comercialización de la agricultura en el agro-business global de las
multinacionales alimentarias, que devastan regiones enteras con sus
plantaciones. La economía de subsistencia se lleva a cabo a una escala limitada
y se realiza mediante el trabajo manual intensivo, cuidando de la tierra. Tiene
la medida humana y no la de las máquinas.
En el nivel social, la economía
de subsistencia significa que las aldeas y ciudades se alimentan de manera
autárquica. Esto no supone que cada mujer tenga que convertirse en horticultora
o cada hombre en agricultor. La diferenciación en especialidades profesionales
se mantiene, especialmente en las ciudades. En los mercados de las aldeas y de
las ciudades existe el comercio local. Además, hay una red de mercados en la
región, en los cuales también se intercambian alimentos y productos
artesanales. Pues la región es la unidad
de abastecimiento más grande. Permite no sólo el intercambio de productos
especializados, sino que ofrece también protección en caso de dificultades locales
de abastecimiento.
Es evidente, sin embargo, que la dimensión del
derroche actual en las llamadas “naciones industriales” por un lado, y la
depauperación galopante en los países del llamado “tercer mundo” por otro, ya
no son sostenibles en este sistema económico. La economía de subsistencia
reduce el consumo hasta llegar al nivel que la región es capaz de asumir. De
este modo el tren de vida se hace más modesto. Esto es ecológico en su mejor
sentido, pues como consecuencia de esta limitación, el paisaje tiene que ser
tratado con cuidado. Al mismo tiempo es una política global en su mejor
sentido, pues en los países pobres, las personas se quedan con los productos
que obtienen de sus regiones, sin estar obligados a pagar impuestos, deudas o
intereses a ningún inversor capitalista. De este modo, el mundo se puede volver
a una medida normal, que es la medida limitada humana.
El doble rostro de la sociedad
La humanidad se compone de Dos,
de hombres y mujeres. Todas las sociedades matriarcales han tenido en cuenta
este hecho fundamental, creando un orden social de una igualdad complementaria y un equilibrio perfecto entre los
sexos. Una sociedad matriarcal moderna está organizada de la misma manera.
Ningún género puede decidir por el otro o amoldarlo según sus ideas, y ningún
jefe ni jefa toma las decisiones personales por nadie. No sería posible en la
política matriarcal de consenso.
En todos los ámbitos de la
sociedad, las mujeres y los hombres están representados por partes iguales. En
la política matriarcal, una mujer y un hombre, la matriarca y el sachem (“jefe
de paz”), siempre representan juntos al clan hacia fuera, en su función de
portavoces elegidos. Lo mismo ocurre en los niveles más amplios de aldea,
ciudad y región: los portavoces de la aldea, de la ciudad o de la región son en
cada caso una mujer y un hombre. Sólo pueden actuar conjuntamente, pues
representan el doble rostro de la sociedad. Esto no vale sólo en el ámbito
político, sino en todos los ámbitos de la sociedad: trátese de las funciones
económicas o de las espirituales, o de grupos y gremios específicos de
artesanía, artes o ciencias. Cada cargo es representado por una mujer y un
hombre al mismo tiempo, es decir que está representado dos veces. Estos
representantes se comportan mutuamente como “hermana” y “hermano” en el sentido
de una afinidad electiva espiritual en el cargo. Una actitud fraternal guía sus
actuaciones conjuntas. Solamente las mujeres del clan, de la aldea, de la
ciudad o del gremio eligen a la representante femenina, mientras que los
hombres eligen al representante masculino. Así que tanto las mujeres como los
hombres están representados en todos los sitios. En este modelo se evita pasar
por alto a un sexo y los sexos tampoco entran en competencia para conseguir
ciertas posiciones.
Está claro que los representantes
matriarcales sólo son delegados y no pueden tomar decisiones. Son elegidos
porque son capaces de resolver problemas, generar confianza e integrar
diversidades. La misma modalidad electoral excluye la formación de jerarquías
en las cuales unas personas convierten su posición en duradera. Por otro lado,
aquí no existe el principio de rotación como otro extremo, fruto del miedo a la
formación de jerarquías. Pues el principio de elegir a las personas más idóneas
permite la reelección múltiple de una persona competente en tanto que sus
capacidades personales sirven al bienestar del grupo elector. El criterio es su
capacidad, que tienen que probar siempre de nuevo, pues no hay privilegios.
Con todo esto, la cercanía
personal y la transparencia juegan un papel muy importante puesto que los
representantes son conocidos y elegidos directamente. De la misma manera, todos
los miembros supervisan el equilibrio entre los géneros directamente. Por eso,
el orden social no permite una organización que supere la región, pues más allá
el trato personal y el control ya no son posibles.
Espiritualidad y cultura en la
sociedad
La espiritualidad es la fuerza
que une todas las partes y actividades en una sociedad matriarcal. Su expresión
viva son las fiestas matriarcales, en las cuales todo es celebrado: Los ciclos
vitales de las distintas personas, los sucesos significativos en el clan
simbólico o en la aldea, el barrio o la ciudad, así como las estaciones de la
naturaleza, que se celebran en las grandes fiestas populares. La espiritualidad
matriarcal es la expresión artístico-mágica de su concepto del mundo y de la
sociedad.
Es una espiritualidad no
institucionalizada y, por consiguiente, libre. Sin embargo, no es discrecional.
Tiene una base vinculante para todos: la tierra, que porta todo, y el flujo de
la vida, que lo penetra todo. El mundo visible es divino, es la Gran Diosa con
sus mil caras. De tal manera, cada clan simbólico, cada aldea, cada ciudad
tendrá sus ceremonias específicas que se desarrollan a partir de su propia
tradición, además de las fiestas comunes de las estaciones. De esto surge un
mosaico rico en culturas locales. No obstante, la cultura no puede ser nunca un
objeto de consumo porque todos participan en el acto creador.
Los valores espirituales se extienden
por toda la sociedad: La veneración de la diosa Tierra determina la economía, y
el respeto a la diversidad de las personas, la política. Estos valores
traspasan las fronteras de una sociedad matriarcal, de una región. Aunque una
sociedad matriarcal estructuralmente sólo se puede constituir como región,
establece, no obstante, relaciones amigables con otras regiones. Estas
relaciones son meramente espirituales y se expresan por medio de símbolos. Si
por ejemplo unas regiones establecieran tales relaciones hacia las cuatro
direcciones, se podrían llamar “Región del sol saliente” (este), “Región del
sol en el cenit” (sur), “Región del sol poniente” (oeste), “Región de las
estrellas eternas” (norte). De esta manera, se refieren simbólicamente las unas
a las otras y anudan una relación espiritual. Por eso son “regiones-hermanas”.
La relación se afianza con visitas mutuas y fiestas suprarregionales que
retratan su orden simbólico. En estas ocasiones intercambian regalos que se
componen de productos o artes específicos de la región. De este modo se
desarrolla libremente una red horizontal entre las regiones, que es
completamente opuesta al orden centralista y jerárquico de los estados.
En la era de la moderna
tecnología de comunicaciones, estas relaciones espirituales no se limitan
necesariamente a regiones vecinas, sino que pueden enlazar continentes. ¿Por
qué una región matriarcal en Alemania no puede tener una “región-hermana” en
India, una en Japón, una en Estados Unidos y una en África? No hay límites para
tales relaciones. Las visitas tendrán lugar más bien por internet, y a una
fiesta conjunta le precederán largos viajes, por lo cual no serán muy
frecuentes. De esta manera surgen redes globales entre regiones.
¿Una relación como
la descrita puede ser llamada “estado” matriarcal, o el concepto de “estado” ya
no es necesario? Para describir una sociedad matriarcal moderna, este concepto
es innecesario, pues se trata de una sociedad bien estructurada que funciona
estupendamente sin estado ni ejercicio del poder.
(traducción: Susanne Schmidt)
Dr. Heide Goettner-Abendroth
born in Thuringia, Germany, in
1941, is a mother and a grandmother. She earned her Ph.D. in philosophy of
science at the University of Munich where she taught for ten years (1973-1983).
She has published extensively on
philosophy of science, in addition to various books on matriarchal society and
culture, and through her lifelong research on matriarchal societies has become
a founder of Modern Matriarchal Studies.
In 1986, she founded the
“International ACADEMY HAGIA for Matriarchal Studies and Matriarchal
Spirituality” in Germany, and since then has been its director. She has also been
visiting professor at the University of Montreal in Canada, and the University
of Innsbruck in Austria. She lectured extensively at home and abroad.
In 2003, she organized and guided
the “1st World Congress on Matriarchal Studies” in Luxembourg; in 2005, the “2nd World Congress
on Matriarchal Studies” in San Marcos, Texas; and in 2011, a major conference
on Matriarchal Politics in Switzerland.
In 2005,
she was elected by the international initiative “1000 Peace Women Across the
Globe” as a nominee for the Nobel Peace Prize. In 2012, she received an award
for her scholarship at the “Women and Mythology” conference in San Francisco.
[1]Heide Göttner-Abendroth: Das Matriarchat
-t.I. Geschichte seiner Erforschung
-t.II,1. Stammesgesellschaften in Ostasien, Indonesien, Ozeanien
-t.II,2. Stammesgesellschaften in Amerika, Indien,
Afrika
Kohlhammer–Verlag, Stuttgart 1989 – 2000.
[2] Heide Göttner-Abendroth (Ed.): Gesellschaft in Balance. Dokumentation des
1. Weltkongresses für
Matriarchatsforschung Luxemburg 2003, Edition Hagia y Verlag
Kohlhammer, Stuttgart 2006.
[3] Genevieve Vaughan:
For Giving. A Feminist Criticism of
Exchange, Plain
View Press and Anomaly Press, Austin 1997-2002.
The Gift, A Feminist Analysis (Ed.), Athanor book, Meltemi
editore, Roma 2004.
Women and the Gift Economy (Ed.), Inanna Publications,
Toronto/Canada 2007.
[4] Veronika Bennholdt-Thomsen:
Eine Kuh für Hillary. Die Subsistenzperspektive (ed. Bennholdt-Thomsen/Mies), München
1997.
Frauen Wirtschaft. Juchitán – Mexikos Stadt der
Frauen (ed.
Bennholdt-Thomsen/Müser/Suhan), München 2000.
There is an alternative: Subsistence
and Worldwide Resistence to Corporate Globalization (ed.), London/New York 2001.
[5]
Expresión de la filósofa italiana Luisa Muraro.
[6] Véase como ejemplo la economía de las fiestas de mérito de las mujeres
mayores en Juchitán, México, descrito por Veronika Bennholdt-Thomsen: Juchitán, la ciudad de las mujeres,
Instituto Oaxaqueño de las Culturas, Oaxaca 1997 (1ª ed. en alemán, 1994)
[7] Véase Heide Göttner-Abendroth: Die Göttin und ihr Heros. Die matriarchalen
Religionen in Mythen, Märchen, Dichtung, Verlag Frauenoffensive, München
1989-1997
[8] Nota: Sólo hablo de “heros” en el sentido de una figura conocida de la
historia de las religiones. No se debe confundir con el “héroe”, cosa, por
desgracia, frecuente. El heros tiene su origen en un contexto matriarcal, y la
palabra se deriva de la Gran Diosa “Hera”, igual que todos los nombres
matriarcales de héroes son variantes de nombres de diosas. El “héroe” en cambio
es una figura patriarcal de un contexto que glorifica lo militar.
La
palabra “heros cultural” es un término técnico. Diversos mitos matriarcales le
presentan como alguien que ha introducido por primera vez determinados rituales
y ceremonias o también artes y técnicas en su tribu o clan. Por eso es venerado
como antepasado espiritual.
[9] Heide Göttner-Abendroth, a lo largo de los muchos años de su
investigación del matriarcado, ha ido encontrando cada vez más elementos del
lenguaje matriarcal de símbolos y formas de las fiestas. Este lenguaje se ha
recuperado y se cultiva en las “fiestas de misterios matriarcales”, que se
celebran en la academia HAGIA desde el año 1983.
Todos
los interesados que quieran aprender este lenguaje simbólico pueden participar
en ellas. También es posible preguntar en la academia HAGIA por un
acompañamiento para grandes fiestas en comunidades que quieren utilizar este
lenguaje simbólico.
[10] Citado
según el filósofo de naturaleza Schelling.
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